Capitulo 13

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Todo fingido.  Esa era la clave.
Salvo que no era así.

La única razón por la que su primer beso tenía lugar delante de un nutrido público era la necesidad de demostrar que Helena no era un triste premio de consolación. Pero también tenía que demostrárselo a Helena.

Y Helena sabía la verdad.

Si el quería seguir adelante,  creer en un futuro juntos, debía empezar en ese instante.  Con su primer beso.

El silencio se hizo absoluto mientras Michael se inclinaba más y cerraba los ojos en el instante en que sus labios se rozaban, suavemente al principio,  sin querer asustarla. Pero de repente el la agarro con más fuerza e intensificó el beso.
Helena sabía a champán y a oro, caro y chispeante, su boca, cálida y complaciente. Michael había pretendido mostrar algo con ese beso, pero ya no se acordaba de que era. Solo podía pensar en lo suave que era su cuerpo, en lo perfectamente que encajaba con el suyo.

Abrió los ojos buscando su reacción,  pero ella mantenía los suyos cerrados.

Los invitados habían prorrumpido en vítores y de repente el tuvo la sensación de haberse puesto en evidencia ante su absoluta rendición a un simple beso.

Si su primer beso lo había dejado casi sin sentido, ¿qué pasaría con el segundo? Por no hablar del tercero, y del cuarto...

《Solo era para la galería 》 A regañadientes,  soltó a su esposa y se apartó lo suficiente para advertirle que el beso había terminado. Ella abrió los ojos y lo miró confusa, con la brillante mirada azul turbia. Al menos no había sido el único en perder la cabeza por un beso.

-Bueno -susurró Isabella-, ahora nadie tendrá la menor duda de que ambos habéis conseguido lo que buscabais de este acuerdo -no quedaba claro si lo aprobaba o no.

Michael se inclinó a pensar que lo desaprobaba,  aunque tampoco importaba gran cosa, pues se había casado con Helena y nadie podía hacer nada al respecto.

-Ya casi hemos terminado -murmuró el,  tomándole la mano.

Helena se lo permitió durante unos segundos,  antes de retirarla mientras le ofrecía una sonrisa, amable aunque evasiva.

Michael frunció el ceño. ¿Que había pasado? Helena le había correspondido en el beso. ¿A qué venía esa repentina frialdad?

A medida que invitados terminaban sus cafés y se dirigían al salón contiguo donde habían dispuesto un bar y la banda se instalaba en la terraza,  Michael observaba a su esposa.

Helena había sido clave en la preparación de la boda, pero no había participado en la redacción del contrato prematrimonial.  Sin embargo, era la hermana de Karol y sin duda le habría contado algo, ¿no? Lo cual significaba que seguramente estaba al corriente de que durante los dos primeros años las relaciones íntimas no eran obligatorias.  Karol había solicitado tiempo para adaptarse a su vida de casada y para continuar construyendo su carrera antes de formar una familia. Y, dado que no estaban enamorados,  ni siquiera se deseaban, el sexo no sería necesario hasta pasados esos dos años. Al menos, sobre el papel.

Sin embargo,  si había un cláusula de fidelidad.  En el último momento,  Karol había cambiado de parecer sobre lo que quería, en términos físicos.  Había solicitado que se conocieran como marido y mujer antes de tener hijos.

Aún así, quizás no había hablado de esos cambios de planes con Helena.  Y, aunque lo hubiera hecho,  no existía ningún contrato entre Helena y él. Ningún acuerdo debatido y consensuado.  Solo confusión,  falta de claridad y un potencial para la falta de comunicación.

Por eso el mundo necesitaba papeleo.

Iba a tener que hablar con ella de la situación y de lo que deseaban para el futuro.  Antes de acudir a los abogados sería bueno tener una idea de sus necesidades individuales.

Pero tendría que esperar a que estuvieran solos. Con doscientos invitados pendientes entre ellos, esperando otro beso o alguna señal que explicara lo que realmente había ocurrido aquella mañana,  Michael se temía que la espera iba a ser larga.

Una sonrisa afloró sus labios a medida que una idea penetró en su mente. Había una manera de estar prácticamente a solas sin dejar de ser observados.

-¿Por qué sonríes? -preguntó Helena.

-Estoy pensando en nuestro primer baile contestó él con total sinceridad.

-No podea ser más espectacular que nuestro primer beso -ella se cubrió el rostro,  azorada.

-No te metas con el beso -Michael se reclinó en la silla-. Creo que podría establecer la pauta para nuestro matrimonio.

Helena lo miró con incertidumbre y el intentó devolverle una mirada tranquilizadora.  En cuanto hubiera hablado con su esposo de los términos del contrato,  se sentiría mejor. Y el también,  en cuanto supiera que ella lo acompañaba al cien por cien.  Estaba seguro de que podría convencerla de que lo mejor para todos sería continuar con el matrimonio.

Aunque tuviera que besarla cien veces.

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