Capitulo 21

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Helena se despertó a la mañana después de la boda tal y como se había acostado. Sola. ¿Por qué le sorprendía? Tumbada entre las exquisitas sabanas, contemplo fijamente el techo.

Era el primer día de su luna de miel y ni siquiera sabia si iba a ver a su marido. No sabía si quería verlo.

Pero sus padres se marchaban a la mañana y lo correcto era despedirse de ellos, ¿no?

Aunque, si Michael estaba allí para despedirlos, ¿era realmente necesario que estuviera ella también?

Helena suspiro. Si, hacia falta. Era el primer día de lo falsa que sería su vida durante a saber cuánto tiempo. Iba a tener que representar el papel de esposa devota y abnegada. Al menos, hasta que regresaran a Londres.

Arrastándose fuera de la cama, se ducho y vistió antes de bajar al vestíbulo.

-El coche para el aeropuerto ha llegado -anuncio Michael entrando por la puerta.

-Pero no las personas a las que se supone debe transferir -Helena contemplo el vestíbulo desierto mientras intentaba ignorar el vuelco que le había dado el corazón al ver a su marido.

¿Se podía ser mas patética? Michael se había casado con ella, pero había dejado bien claro que solo le interesaba el papeleo.

Se contemplaron largo rato mientras el silencio que reinaba en ellos se hacia mas denso. Nunca había tenido problemas para hablar con Michael, pero parecía que las alianzas que llevaban les hubiera dejado sin habla.

{Esto se nos da bien}, recordó ella. {somos nosotros quienes mantenemos las conversaciones, quienes rellenamos los silencios incomodos y los comentarios embarazosos.

Pero, al parecer, esa habilidad solo funcionaba con las personas con quienes no estuviesen casados.

-Quizás debería ir a buscarlos -observo el al fin mientras se dirigía hacia las escaleras.

Helena intento apartarse de su camino, pero calculo mal y resbalo en el último escalón.

Alargo una mano para sujetarse a la barandilla, pero Michael llego primero y, sosteniéndola por la cintura con ambos brazos, impidió que se cayera.

Helena alzo la vista y vio la preocupación reflejada en los ojos castaños de su marido. Un marido que estaba muy cerca. Tan cerca que le bastaría con moverse un centímetro o dos para poder besarlo.

-¡Mirad a los tortolitos! Que bonito -la voz de Isabella llego desde el otro extremo del pasillo.

-Déjame que te ayude con eso, madre -dijo separándose de Helena y tomando la maleta de su madre-. ¿Dónde están papa y Thomas?

-Creo que en el estudio -Isabella puso los ojos en blanco-. Una reunión de última hora.

Helena percibió la expresión de irritación que se reflejo en la mirada de Michael, pero Isabella ni se dio cuenta. ¿Le dejaban de lado? Mejor seria que se preparara para dos semanas viéndolo consultar compulsivamente el correo electrónico y haciendo llamadas de negocios.

Eso, suponiendo que fueran a pasar juntos algún tiempo.

Helena se sacudió el pensamiento de la cabeza. O le veía el lado bueno o iba a volverse loca. ¿Y que si su marido tenia mejores cosas que hacer durante la luna de miel que estar con ella? Eso le daría mas oportunidades para explorar ese país, quizás para regresar a la joyería que había encontrado con Karol en el pueblo vecino. Quizás podría regalarse algo bonito, comer en una pequeña trattoria. Quizás flirtear con un guapo italiano. La idea le hizo pararse en seco.

Ya no podía hacer esas cosas, ¿verdad?

Y menos cuando firmara el maldito documento matrimonial con esa clausula blindada de fidelidad. No porque tuviera ninguna intención en particular de salir a buscar a algún hombre. No era su estilo. Pero si era cierto que los hombres le gustaban, y le gustaba el cosquilleo que se generaba al flirtear, sabiendo que no iría a más.

Una puerta se abrió y se oyeron las risas de Ezequiel y su padre que salían del estudio arrastrando pesadas maletas.

-¿Ya estáis listos? -pregunto Michael-. El coche para el aeropuerto os está esperando.

Ezequiel asintió mientras uno de los empleados de la villa se apresuraba a llevar las maletas de los hombres al coche. Michael los siguió con la maleta de Isabella mientras Helena se quedaba atrás, incomoda, esperando el siguiente movimiento.

-Buen viaje -les despidió-. Nos veremos en Londres dentro de quince días, supongo.

-Os tendremos la casa preparada -Isabella asintió y soltó un beso al aire junto a la mejilla de su nuera-. Así podréis sentaros a discutir vuestro calendario social.

{¿Calendario social?}. Lo que faltaba.

Ezequiel asintió antes de salir por la puerta, dejando a Helena sola con Thomas.

-Estarás aquí dos semanas, Helena -la miro con gesto severo.

Helena se quedo sin aliento. Karol y ella siempre habían sido consientes del carácter afable de su padre, pero solo hasta cierto punto. Cuando se volvía serio, la cosa importaba realmente.

-Utiliza bien estas dos semanas. Has tomado una decisión. Haz que salga bien.

No le hizo falta añadir nada más. Ella sabía bien lo que sucedía cuando defraudaba a su padre.

-Y, si hablas con tu hermana -añadió-, dile que necesitamos hablar de su futuro. Cuanto antes.

Helena asintió. No envidiaba a su hermana.

Claro que su hermana seguramente tampoco la envidiaría a ella. Dos semanas en la toscana para hacer que saliera bien con un marido que no la deseaba.

Si lo que Michael quería era una mujer con papeleo, se lo daría. Dejaría que su marido siguiera adelante mientras ella se centraba en su propia vida. Había dejado libre su agenda, no deseando añadir nuevos proyectos a su negocio de decoración de interiores. Y allí estaba, con todo el tiempo libre del mundo, un portátil y una conexión rápida a internet. Era la oportunidad perfecta para trabajar en la pagina web que llevaba ideando desde hacía meses.

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