Capitulo 41

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Michael ignoro el timbre la primera vez. Ya había hablado con Henry, tratado con su padre y telefoneado a su madre. No había nadie más a quien le interesara ver.

Pero la tercera llamada tuvo que admitir que, quien quiera que fuera, no iba a marcharse.

Abrió la puerta. Y se descubrió incapaz de mostrar siquiera sorpresa al encontrarse a su hermano frete a él, y a Helena escondida detrás.

-Hemos venido a recoger las cosas de Helena -Ruggero miro de reojo a su cuñada, antes de volverse a Michael con rabia-. Mientras ella recoge sus cosas, tu y yo vamos a hablar.

-Supongo que es lógico -Michael sintió aflorar la ira que lo consumía desde la huida de Karol y Ruggero-. Te escapas con mi prometida el día de la boda, y ahora decides que vamos a hablar.

Entraron a la casa y Michael vio a Helena correr hacia las escaleras. Quiso abrazarla una última vez, pero no iba a permitírselo. Tenia que apartarla de su vida por completo.

-Nada en esta situación es lógica -dijo Ruggero-. Michael...

- ¿Qué quieres? -lo interrumpió el-. ¿No te basta con el lio que organizaste que tienes que llevarte también a Helena? ¿No te basta con una hermana?

No vio llegar el puñetazo, pero lo sintió claramente en la mejilla. La adrenalina le pedía devolverlo, partirle la cara a su hermano por volver después de lo sucedido, por comportarse con esa superioridad moral. Cerro los puños y se preparó para golpear.

Hasta que una pequeña mano lo agarro del brazo.

- ¡Paren! -Helena los miro furiosa-. Ruggero, ¿no habías venido a apoyarme?

- ¿Y tú no habías venido a hablar? -se defendió el aludido.

Helena encajo la mandíbula y Michael se pregunto que iba a contarle que no le hubiera contado ya.

-Muy bien -ella lanzo un bolso a las manos de Ruggero-. En ese caso, mete tu mis cosas ahí dentro.

Helena parecía muy cómoda en el despacho. Con pasos decididos se dirigió al escritorio y, tomando dos vasos, sirvió un whisky para cada uno. Al entregarle a Michael el suyo, el pudo ver claramente la incertidumbre reflejada en la mirada de su esposa.

Estaba convencida de que iba a rechazarla de nuevo. ¿Cuántas maneras mas les quedaban de demostrarse el uno al otro que ya no podían seguir juntos?

-Muy bien, esto es lo que vamos a hacer -Helena sujeto el vaso con ambas manos y se sentó junto a la mesa. Con expresión inquisitiva, Michael hizo lo propio-. Voy a contarte algunas cosas. No porque crea que te merezcas saberlas, ni porque crea que vaya a cambiar nada.

-Entonces, ¿para que te molestas? -pregunto Michael, manteniendo una actitud distante para no olvidar que Helena tenía ante él. Sentada allí, rubia y hermosa, con aspecto cansado y herido, resultaba mucho más difícil.

-Porque para mi importa. Porque necesito contar toda la verdad antes de poder pasar página -ella se encogió de hombros-. Y porque Karol me lo pidió.

-Entonces, adelante -asintió el con exagerada cortesía. De todos modos, no serviría de nada.

Helena respiro hondo e hizo una pausa. Antes de empezar a hablar, tomo un sorbo de whisky.

-Cuando tenía dieciséis años, me escape de casa para ir a una fiesta con un chico mayor con el que se suponía no debía salir. La fiesta era en casa de uno de sus amigos.

-Y tu hacías cualquier cosa con tal de ir de fiesta, ¿verdad? -Michael no quería oírlo, no lo necesitaba.

-Cuando llegamos -Helena lo ignoro-, me dieron una copa, luego otra. Y otra más, quizás algunas más. Yo no estaba acostumbrada a beber y rápidamente me afecto. Pero no estaba tan borracha como para no pedirles que pararan cuando intentaron arrancarme el top. Ni estaba tan aturdida como para no gritar cuando me violaron, uno detrás del otro. Sabía que mentían cuando, después, insistieron en que había accedido, y que luego no conseguía recordarlo. Pero estaba demasiado avergonzada para discutir con ellos.

El vaso cayo de las manos de Michael y rodo por la alfombra, esparciendo el whisky a su paso. El se quedo mirando la escena sin reaccionar. Su mundo estaba girando a toda velocidad.

<A lo mejor ni siquiera sabes quien fue el padre>, le había espetado, y ella había dado un respingo. Porque era cierto que no lo sabía. Porque dos hombres se lo habían arrebatado todo. Y ahí estaba, sentada frente a él, relatándole la historia con toda normalidad, manteniéndose al margen para que no pudiera hacerle más daño.

Quiso tocarla, explicarle que la escuchaba, pero ¿qué derecho tenía? ¿y de que serviría si de todas formas iba a abandonarlo?

-Sabía que jamás podría mirar a mi hija a la cara sin recordar aquella noche, sin revivirlo todo.

-Y por eso pensaste que no podrías amar a tu propia hija -las palabras surgieron roncas y Michael agarro con fuerza los brazos del sillón para evitar ser arrastrado por la espiral de los sucesos.

-Después de aquello, deje de estar segura de poder amar a nadie -Helena poso la mirada en los ojos de Michael-. Pero lo hice. Me enamore de ti, a pesar de que era la mayor y arriesgada locura que podría haber hecho. Pero no fue suficiente.

Michael trago nerviosamente, incapaz de encontrar las palabras para responder.

-Entregue a mi hija. Hice todo lo que nuestros padres me ordenaron, y aun así no fue suficiente para ellos. Ocho años después, me case contigo para intentar redimir mis pecados, y siguió sin ser suficiente. Así es que, ¿sabes qué? Estoy harta de intentar ser lo bastante buena para los demás. Lo soy para mi misma y eso basta. No soy un monstruo, pienses lo que pienses.

-Helena, yo.... -el intento hablar, pero ella levanto una mano para impedírselo.

-No. No quiero que digas nada. Estas aquí para escucharme, y después me marchare.

Las lagrimas empezaron a acumularse de nuevo en los ojos de Helena. Perfecto. ¿Quería que la escuchara? La escucharía. Y quizás al fin una parte de ese lio empezaría a tener algún sentido.

-Yo no era más que una cría y se aprovecharon de mi -continuo Helena-. Lo hice lo mejor que pude entonces, y lo hago lo mejor que puedo ahora. Y, si no te basta con eso, peor para ti, Michael. Porque yo no te quería como director general. No iba a darte de lado si encontraba una mejor opción. Yo solo te quería a ti. Quería el futuro que me habías dibujado en tu discurso de boda. Hablaste de como no se puede planear el amor o programar el romance, y luego hiciste justamente eso. Pero yo no quería una hoja impresa en la que figuraba cuando podíamos practicar el sexo, tener hijos, o cuando debías comprarme flores. Quería un matrimonio de verdad, amor. Y eso es mucho mas de lo que nadie te ha ofrecido jamás.

<Yo solo te quería a ti>.

-Helena, yo...

-No -ella sacudió la cabeza y, en ese instante, el comprendio que la amaba.

Había utilizado las mentiras de Helena y la adopción de su hija como excusa para apartarla de su lado antes de que pudiera lastimarlo, o abandonarlo. Y durante todo ese tiempo, ella le había ofrecido todo lo que pudiera desear, y jamás había creído merecer.

-No puedo... -Helena reprimió un sollozo y Michael se sintió el peor hombre de la tierra-. Lee esto. Después hablaremos -le arrojo el montón de papeles que había dejado sobre la mesa.

Para cuando comprendió lo que tenia en las manos, la puerta se había cerrado y ella había desaparecido.

Michael quiso seguirla, arreglar las cosas, pero no sabia por donde empezar. Y Helena le había dado la mejor pista que obtendría jamás.

El contrato de matrimonio, salvo que estaba cubierto de la escritura de Helena.

Se sirvió un whisky y se sentó a leer con la esperanza de encontrar entre las palabras de Helena la solución a sus problemas.

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