Capitulo 35

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Helena lo miro horrorizada. ¿Cómo podía ser ese el mismo hombre con el que había compartido la cama la noche anterior? ¿O el hombre al que había adorado a los catorce años por su amabilidad? Apenas conocía al Michael que tenía delante.

-Tienes razón. No me conoces en lo absoluto -al parecer, no mas de lo que ella lo conocía a el.

-Al contrario. Creo que al fin he conseguido verte tal y como eres de verdad -los labios de Michael se curvaron en una cruel sonrisa-. Y lo que veo me pone enfermo.

No era culpa suya. El no lo sabía. No conocía la verdad sobre lo que había sucedido aquella noche. Pero tampoco quería escucharla. Igual que su padre.

Y jamás podría perdonarle por ello.

-Créeme, el sentimiento es mutuo.

- ¿Y qué esperabas, Helena? -Michael agito los brazos en el aire, dolido, herido.

Debería haberle contado la verdad desde el principio, permitirle tomar una decisión con toda la información. Pero las cosas se habían precipitado y no soportaba la idea de perderlo tan pronto.

- ¿Pensabas que ibas a mantenerlo en secreto para siempre? -insistió el-. ¿O creías que estaría tan enamorado de ti que no me importarían las horribles cosas que hiciste en el pasado?

Helena debería habérselo figurado. La gente nunca perdonaba. Ni siquiera había sido suficiente para su padre el que ocupara el lugar de Karol ante el altar, ¿por qué iba a ser Michael diferente?

-Pensaba que me respetarías lo suficiente como para escucharme. Que intentarías comprender.

- ¿Quieres que te escuche? Adelante. Cuéntame, Helena, ¿Cómo te sentiste al abandonar a tu hija? ¿Estuviste mal el día entero, o solo hasta que papá te devolvió la tarjeta de crédito?

No tenia ni idea. No la conocía, ni le importaba lo suficiente como para concederle siquiera el beneficio de la duda.

-Para ti todo es blanco o negro, ¿verdad? -exclamo ella, mirando incrédula al hombre al que había creído amar-. Se ajusta a un plan o esta fuera de la agenda. No se te ha ocurrido que la gente puede tener razones o sentimientos diferentes a los tuyos, ¿a que no? Ni siquiera te imaginas que yo pueda haber hecho lo correcto.

- ¿Lo correcto? ¿Cómo puede ser correcto abandonar a un hijo? -Michael se agarraba al travesaño de la cama y Helena trago nerviosamente ante la mirada que le dirigía.

Y esa mirada la llevo a otro día horrible. El peor día de su vida.

Dos hombres, apenas unos críos, y esa misma mirada. La mirada que indicaba que no les importaba, que lo que ella deseara, las decisiones que tomara no importaban. Ella no importaba.

Había accedido a entrar en esa habitación. Y había tenido que pagar las consecuencias después.

-Y no me digas que pensabas que así tendría una vida mejor -continuo Michael mientras ella se encogía ante el tono acusatorio-. Perteneces a una de las familias mas adineradas del país. Podrías haberle dado todo a esa criatura, pero elegiste no hacerlo.

-No -contesto ella con sus escasas fuerzas-. No podía. No podía darle lo que más necesitaba.

- ¿Y que era eso? -pregunto el en un tono de burla cargado de amargura.

-Amor -Helena lo miro a los ojos y absorbió todo el odio y asco que desprendía la mirada de Michael-. No podría haberla amado como ella necesitaba, como se merecía. Y por eso accedí cuando me dijeron que tenia que entregarla en adopción.

-No podías... -el sacudió la cabeza incrédulo-. ¿De verdad te has convencido a ti misma de que eso era lo mejor para tu hija?

-Dímelo tu -ella se puso de pie, incapaz de soportar que la siguiera mirando desde arriba-. Tu creciste en una familia como la mía, nuestras familias eran prácticamente una. Dime tu que se siente el crecer allí, sin ser deseado ni amado. Porque, si se pareció lo más mínimo a mi vida tras la muerte de mi madre, no es posible que se lo desees a nadie.

Durante unos segundos, Michael permaneció perplejo y ella se preguntó así misma si seria su oportunidad de hacerle comprender lo que había sucedido realmente aquella noche y como la había transformado. Como saber que todo había sido culpa suya consiguió que lo demás fuera mucho más difícil.

¿Seria capaz de transmitirle la desesperación que había sentido? ¿La sensación de tener el alma rota al comprender que, cada vez que mirara a esa criatura, recordaría aquella noche, la noche en que había sido concebida? ¿Y como hacerlo sin volver a sentir el dolor?

Pero la expresión de Michael cambio y la repulsión de su mirada se hizo más evidente.

-Si es así como te sientes realmente, Helena, deberías preguntarte una cosa. ¿En que te diferencias de tu padre o el mío? ¿Qué clase de monstruo no puede amar a su hijo?

<Monstruo>.

La palabra la golpeo en el estomago y Helena se rodeo la cintura con los brazos antes de doblarse hacia adelante.

Michael tenia razón. No lo entendía y se negaba a escuchar, pero tenía razón.

Pero, si por un momento su marido había pensado que seria capaz de perdonarse a si misma por las decisiones tomadas, no tenia ni la menor idea de cómo era ella.

- ¿Crees que no vivo con ello todos los días? ¿Por qué crees que me opuse a ese documento? Se que quieres tener hijos y se que yo no puedo tenerlos. Podríamos haber adoptado, quizás, pero la idea de llevar otro ser en mi seno, me resulta insoportable. Ni siquiera por ti.

- ¿Y tú crees que sigo queriéndolo ahora? ¿Crees que puedo siquiera pensar en tocarte? -la repulsión ensombreció el rostro de Michael-. Dices que tienes que vivir con ello a diario. Bueno, pues a partir de ahora yo también. Porque me convenciste para que me casara contigo, para que me acostara contigo, y ahora estamos atados.

- ¿Quieres el divorcio? -pregunto Helena-. Yo te lo daré gustosamente. Seremos libres. Tú podrás encontrar la legitimidad que tanto ansias. Salvo que no hay otra forma, ¿verdad? Ya se te acabaron las hermanas Sevilla. Soy yo y mi sórdido pasado o la nada. Tú decides.

Los ojos castaños destilaban un profundo odio y ella comprendió que podrían hacerse muy infelices el uno al otro el resto de sus días.

Quizás tuviera, al fin, su castigo. O su expiación.

En cualquier caso, dio gracias a Dios porque ningún hijo tendría que sufrirlo con ellos.

El aire estaba cargado de tensión, frustración y desesperación. Aunque lo hubiera querido, Helena era incapaz de apartar la mirada de su esposo. Necesitaba saberlo. ¿iba a elegir esa horrible relación solo para conservar la compañía? ¿Se marcharía con la integridad intacta?

Sin embargo, no logro averiguarlo, pues en ese momento Henry llamo a la puerta.

-Siento interrumpir -se excusó-. Acabo de recibir una llamada de Londres. Lo siento mucho, Helena, tu padre ha sufrido un infarto. Debemos regresar a Londres de inmediato.

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