Capitulo 14

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-Y ahora, por favor, demos la bienvenida al señor y la señora Pasquarelli en su primer baile.

Helena temia que el rostro se le fuera resquebrajar de tanto sonreír. Aún así,  intentó seguir adelante con el número de la novia extasiada de felicidad mientras tomaba la mano de Michael y se dirigía al centro del salón de baile.

¿Como se las había arreglado Isabella para encontrar una Villa con salón de baile? Esa mujer tenía unas ridículas habilidades mágicas,  o algo así.

-¿Estas bien? preguntó Michael mientras la orquesta atacaba las primeras notas. Karol había elegido la música personalmente,  pero era Helena quien la bailaba.

-Estoy bien -ella sonrió y miró absurdas marido con la esperanza de que no se diera cuenta de que mentía. Estaba muy lejos de estar bien.

Todo había sido por culpa del beso. El beso la había dejado con las rodillas flojas y el cerebro aturdido, tras las felicitaciones,  el discurso de Michael y todos diciéndole que ese era el día más feliz de su vida.

Extraño y confuso, quizás, pero ¿era el día más feliz? No era la palabra más adecuada.

Michael la guio por la pista de baile, moviendo los pies sin necesidad de pensar, como si tuviera los pasos grabados en la cabeza. Lo cual, conociendo a Michael,  seguramente era cierto.

-Bueno -observó él-, creo que hemos sobrevivido a este día sin mayores desastres.

-Eso parece -concluido el baile, lo único que quedaba era marcharse. Pero Michael y ella no se iban a ninguna parte. Como mucho, a la planta de arriba.

A la cama.

¿Donde iban a dormir? ¿En la suite nupcial dispuesta para una romántica noche de bodas? ¿O en la habitación más pequeña que Helena se había adjudicado? ¿O quizás en la habitación de Michael en el otro extremo de la villa?

Y lo más importante, ¿iban a acostarse Michael y ella en la misma cama?

-Sobre eso -balbuceó-. Sobre lo de sobrevivir a este día. Sobre la noche...

-No te preocupes -Michael se rio por lo bajo-. No creo que nadie esté lo bastante sobrio como para darse cuenta de donde dormiremos esta noche. ¿Por qué no te instalas en la suite nupcial, por si alguien se le ocurre echar un vistazo? Yo me quedaré en mi habitación. De todos modos, tengo trabajo mañana y mi ordenador y mis cosas están allí.

Y justo cuando empezaba a pensar que Michael parecía un poco más entusiasta con la boda de lo que se habría esperado. Pero no, todo seguía siendo para la galería,  el espectáculo.

Sin embargo,  el beso no le había parecido fingido.  Desde luego había sido todo un espectáculo,  pero había parecido muy real.

No debía desarrollar sentimientos hacia ese hombre. Su esposo. Todo debía permanecer en un plano profesional hasta que pudieran sentarse y acordar el modo de dar por finalizada la unión.

Si lo acababa con todo aquello enseguida, tarde o temprano iba a tener que contárselo todo. Explicarle porque no podía darle lo que más queria.

La orquesta atacó la parte final y Michael la hizo girar con más entusiasmo. Seguramente obedecía su plan, y lo cierto fue que el público prorrumpió en aplausos mientras Helena intentaba animarse pensando que casi habían terminado. Una hora más y servirían la tarta y un ligero buffet nocturno, aunque nadie podía tener hambre después de la cena que acababan de tomar. Excepto ella. El ridículo corsé le seguía imposibilitando comer.

La orquesta concluyó y Michael culminó una última pirueta.

Un aplauso estalló en el salón de baile mientras él le dedicaba una sonrisa,  íntima como ninguna que le hubiera visto antes. La sujetaba firmemente por la cintura y ella tuvo la convicción de que iba a besarla nuevamente. Casi lo esperaba. Casi lo deseaba.

Y eso era muy peligroso.

Con una sonrisa tensa, se apartó de él. Michael se lo permitió y ella se descubrió irritada ante la sensación de decepción que surgió desde su interior.

-Creo que el siguiente baile es de mi padre.

-Por supuesto -contestó Michael sonriente-. ¿Quienes somos nosotros para alterar las tradiciones?

-Efectivamente, ¿quienes somos?

Helena se dio media vuelta y fue en busca de su padre. Quizás no fuera su persona favorita, pero si era mucho más seguro que estar con él que con su marido.

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