Michael estaba a punto de dar cuenta del segundo brandy cuando una llamada en la puerta lo detuvo. Parpadeó confuso. ¿Quien iba a buscarlo pasada la medianoche?
-Adelante.
La puerta se abrió lentamente y Michael soltó la copa al ver asomar a Helena.
-Menos mal -ella le dedicó una extraña sonrisa-. Estás solo. Habría resultado embarazoso.
-¿Embarazoso? -preguntó él. Aunque al verla entrar en el estudio, lo comprendió todo.
El satén del camisón se pegaba a las generosas curvas y los pezones se le marcaban a través de la fina tela. De repente, sintió un enorme deseo.
-Estaba sentada en la cama y me he puesto a pensar -Helena se volvió para cerrar la puerta y la mirada de Michael se clavó al instante en el redondeado trasero. Estaba condenado.
-Pensar... -repitió él. No tenía idea de que estaba sucediendo, y no iba a tener muchas posibilidades de averiguarlo si esa mujer seguía hablando en monosílabos-. ¿Pensar sobre qué?
-Sobre todo... -ella se volvió con una sonrisa resplandeciente, feliz, dibujada en el rostro.
Como la antigua Helena que el recordaba. Helena a los catorce años, siguiéndolo por la cas el día de navidad, con su nueva cámara de fotos en la mano.
¿Te refieres a la boda? -preguntó Michael, orgulloso de haber logrado pronunciar tan sesuda frase ante ese camisón de satén.
-Más bien al matrimonio -Helena se sirvió un brandy antes de rellenarle a él la copa.
Sentada en el sillón que había ocupado Thomas, Helena cruzó las piernas y dejó al descubierto unos finos tobillos. Michael siempre había considerado los tobillos un lugar bastante seguro al que dirigir su mirada, hasta ese momento. El único pensamiento que poblaban su mente era el deslizar las manos por esa pierna cruzada, descruzarla y...
No. Ya había decidido que no intimaría con su mujer hasta haber acordado los términos de su unión. Necesitaba tenerla bien amarrada antes de arriesgarse a algo como un embarazo, o peor.
-¿Querías hablar sobre el contrato matrimonial? -preguntó el soltando la copa imtacta.
Lo único que sentía en esos momentos era lujuria. Nada preocupante, mientras no hiciera nada al respecto. Un revolcón de una noche seria liberación temporal, y como la deseaba. Pero un hombre no podía tener un revolcón con su propia mujer. No funcionaba así.
-No exactamente -ella volvió a sonreír, tentadora.
De repente, a Michael le pareció que toda la estafa había merecido la pena, solo por ver esa sonrisa.
No tenía porqué cerrarle la puerta permanentemente. Solo aplazarlo hasta fijar los detalles. La anticipación haría que todo resultara aún más dulce.
Bastaba con tener apariencia, y ¿quién mejor que él para poner en práctica la apariencia? El hombre que se había pasado la vida esperando aceptación, un lugar en la familia, que confiaran en él. Estaba muy cerca de lograrlo y no permitiría que su libido la fastidiara.
-Estaba pensando que estar casado podría tener sus puntos positivos -continuó Helena.
-No estoy seguro... -Michael se concentraba en no pensar en esos puntos positivos.
-Quiero decir que tenemos una oportunidad para conocernos mejor -ella se acercó más a Michael, que podía oler su piel. Olía a rosas, y estaba a punto de matarlo.
-Te conozco desde que naciste -observó-. Creo que ya nos conocemos bastante bien.
-quizas -la sonrisa de Helena fue breve y tímida, casi triste-. Pero hemos cambiado.
Michael frunció el ceño. Sabia que había algo que desconocía sobre el pasado de Helena.
-¿Con respecto a cuando éramos niños? -el soltó una carcajada-. Eso espero.
-Con respecto a esta mañana, Michael -el hermoso rostro de Helena adquirió una expresión seria-. Ahora eres mi esposo, y yo tu mujer. Soy la señora Pasquarelli, ¿recuerdas?
-Lo sé -el asintió-. Y supone una gran... oportunidad para ambos. Por eso creo que deberíamos dedicarle un tiempo a decidir lo que significa.
-Me alegra saber que pienses así.
-¿Que esperabas? -preguntó Michael sin estar muy seguro de querer saber la respuesta.
-Desapareciste con mi padre y el tuyo, seguramente para hablar del efecto de nuestro matrimonio sobre las acciones de la empresa -Helena se encogió de hombros-. Comprende que piense que el aspecto humano de esta unión no sea prioritario para ti.
-No es eso -le aseguró él-. Pero nuestros padres se marchan mañana y quería hablar con ellos antes. Así no tendremos que pensar en ellos mientras disfrutamos de nuestra luna de miel -así podría centrarse en el objetivo de lograr que su esposa firmara el maldito acuerdo.
-Nuestra luna de miel... -Helena se humedeció los labios y la mente de Michael voló de nuevo a ese primer beso y a como había sentido el cuerpo de esa mujer pegado al suyo.
No le estaba ayudando en nada.
-Tengo algunas ideas para la luna de miel -continuó ella-, y para conocernos mejor volvió a inclinarse hacie él y Michael retrocedió, a pesar de que le resultaba físicamente doloroso.
-Yo también -contestó-. Lo primero que tenemos que hacer es solucionar el papeleo.
-El papeleo -Helena parpadeó confusa.
-Creo que es importante -insistió él sin apartar la mirada de los ojos azules. No iba a ocultarle nada, ni a fingir que no se daba cuenta de lo que estaba ofreciendo.
Nada de sexo hasta que los papeles estuvieran firmados. Aunque lo matara.
-Lonque quieres decir es que tu padre quiere asegurarse de que he renunciado por escrito a mis derechos antes de poder clavarte mis garras -Helena se levantó y sacudió la cabeza-. En realidad, no tiene de qué preocuparse. Yo no quiero tu dinero ni tu negocio. Ni siquiera este estúpido anillo, pero no consigo quitarmelo.
-Estuviste de acuerdo con este matrimonio. Nadie te obligó a nada y lo único que firmaste antes de los votos fue una invitación sin valor alguno.
-Ya lo sé -contestó Helena, bastante irritada-. Y sé que ese papeleo es necesario para poder salir de este lío lo mejor posible cuando...
-Ese no es el motivo -habia llegado el momento de dejarle claro que su unión no iba a ser temporal para él-. Es necesario para que puedas ser mi esposa en pleno derechos, sin equívocos. Tenemos que hacerlo odicial. Legitimarlo.
-Querrás decir legitimarse a ti -furiosa, Helena lo taladro con la mirada-. Necesitas esos papeles para demostrar que realmente formas parte de la familia. Crees que será más sencillo para ti cuando seas director general en lugar de tu padre, ahora que Ruggero se ha marchado.
-En parte -asintió Michael-. Pero no es solo eso.
-¿En serio? -preguntó ella con poco convencimiento-. Entonces, explícame una cosa. Si te hubieras casado hoy con Karol, ¿estarías ahora mismo aquí abajo bebiendo brandy a solas, o estarías metido en su cama?

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PLANES DE AMOR
Ficção AdolescenteTras la huida de su hermana, Helena Sevilla decidió ocupar su puesto en un matrimonio de conveniencia con el magnate Michael Pasquarelli, con la esperanza de que el hecho de unir las dos familias fuera suficiente para redimirla a ojos de su padre...