Todos y cada uno de los invitados escuchaban atentamente mientras se preguntaban si la boda se culminaría o si solo se trataba de un truco publicitario.
Era el escándalo del año y ni una sola amor a de Isabella descansaria hasta averiguar lo que había sucedido realmente.
Isabella. Helena miró de reojo a la mujer sentada en la primera fila. La madre de Ruggero y Michael tenía la sonrisa congelada en el rostro mientras sus manos aferraban a un pañuelo sobre el regazo. Helena apostaba a que, si asomaba alguna lágrima a sus ojos, no sería de felicidad.
-Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre -concluyó el sacerdote.
Aquello sonaba muy formal.
No era culpa del sacerdote. Acababa de casar felizmente, y sin pestañear, a la pareja equivocada. Incluso había muchas posibilidades de que aquello ni siquiera fuese legal.
-¿Tenéis los anillos?
Helena abrió los ojos desmesuradamente. ¿Los tenía? ¿Qué había pasado con los anillos?
Pero Michael hundió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una cajita que contenía dos alianzas de platino. Helena las conocía bien, pues había ayudado a elegirlas.
También sabía que el anillo que Michael estaba a punto de ponerle no encajaría en su dedo.
Mientras el sacerdote bendecida los anillos, ella intentó transmitirle esa información a su esposo gesticulando únicamente con los ojos y las cejas con el fin de no alertar a los invitados.
Michael arrugó confuso la frente y ella se resignó a perder la capa superficial de piel.
-Helena, acepta este anillo, símbolo de mi amor y fidelidad a ti - el novio le tomó solemnemente la mano izquierda-. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
El anillo se deslizó suavemente hasta el mundillo, donde quedó atascado. Ella sacudió la cabeza, esperaba que, imperceptiblemente.
El comprendió y empezó a girar la alianza hacia la base del dedo, aunque en éxito. Con una radiante sonrisa, Helena retiró la mano y la ocultó entre los pliegues del vestido. Ya conseguiría ponersela más tarde, o eso esperaba.
El anillo de Michael, por supuesto, se deslizó sin mayor problema hasta su ubicación definitiva.
Y, de repente, el sacerdote les declaró marido y mujer y todo terminó. Helena parpadeó ante los invitados que aplaudían y agradeció en silencio que la frase 《Puede besar a la novia》, perteneciera más a las películas que a la vida real.
Pero estaba casada y, tarde o temprano, iba a tener que besar a su esposo.
Sin dudar votó por 《tarde》, cuando la emoción no girara como un tornado en su interior. Cuando pudiera sentarse tranquilamente un momento y buscar una solución.
Del brazo de Michael, desanduvo sus pasos por el pasillo que había recorrido como Helena Sevilla.
Convertida ya en Helena Pasquarelli.
-Ya está casi -murmuró él mientras se aproximaban a la entrada de la capilla.
Pero no era cierto, ni de lejos.
El sol de la toscana la cegó y le quemó la piel. Sólo tenía unos segundos antes de que los invitados les siguieran y Helena aprovechó para intentar meterse el anillo de Karol.
Al fin la alianza superó el nudillo. Un problema solucionado. A saber cuántos quedaban aún.
Los invitados se acercaron y Helena puso su mejor sonrisa. Lástima que la primera persona en salir de la capilla fuera Ezequiel.
-¿Exactamente qué...? -empezó el hombre antes de ser interrumpido por su mujer.
-Aquí no -aconsejó Isabella con voz queda, aunque firme-. Tenemos la sección de fotos.
-Olvida las fotos -rugió Ezequiel-. ¿Para qué necesitamos fotos?
-Para la prensa, por ejemplo -contestó Isabella-. Se trata de la boda del año, independientemente de quien se haya casado -susurró.
Fotos. La sonrisa de Helena se borró al pensar en las fotos, hasta que su suegra la fulmino con la mirada y la obligó a ponerla de nuevo en su sitio. Y allí permanecería durante al menos una hora, mientras la famosa fotógrafa que Isabella había hecho llegar desde los Estados Unidos de América disparaba su cámara una y otra vez ante una pareja de aspecto feliz y conmovido.
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PLANES DE AMOR
Teen FictionTras la huida de su hermana, Helena Sevilla decidió ocupar su puesto en un matrimonio de conveniencia con el magnate Michael Pasquarelli, con la esperanza de que el hecho de unir las dos familias fuera suficiente para redimirla a ojos de su padre...