Capitulo 24

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Michael observo a Helena corretear entre los viñedos, charlando con Gia sin parar y, al final, desconecto de la conversación entre ambas mujeres y se limito a observar a su esposa.

Bajo el brillante sol irradiaba vida y energía. Parecía haber revivido tras escapar de la villa. Encantadora con el vestido de novia prestado, guapa con el sedoso camisón, y monísima con los pantalones cortos y la camiseta que solía llevar por la villa, allí, bajo el sol, con ese vestido veraniego y las sandalias, estaba hermosa. Estaba viva.

Distraídamente saco el móvil del bolsillo para comprobar si Henry le había enviado algún mensaje. No había ningún mensaje del abogado, ni de su secretaria. Frunciendo el ceño, levanto la vista y descubrió a Helena mirándolo con gesto severo.

-Nada de trabajo en la luna de miel -ella le arranco el móvil de las manos y lo dejo caer en el enorme bolso de paja.

El rostro de Gia de tenso y Michael sospecho que no era la primera vez que había asistido a una escena como esa entre sus invitados.

-Espero que seas capaz de encontrar lo ahí dentro -murmuro el-. Tiene todas las actividades programadas para nuestra luna de miel.

- ¿Todas? -pregunto Helena perpleja arrancando una carcajada de parte de Gia.

-Bueno, quizás no todas.

-Menos mal -Helena se dirigió a Gia-. Porque quizás tenga un par de sorpresas que añadir.

Michael se tenso ante la calidez y promesa que encerraba la voz de su esposa. Quizás también planificaría algunas sorpresas para ella. En cuanto hubiera firmado el contrato.

Gia termino la visita donde había empezado, en la puerta trasera de la granja, Michael no estaba seguro de haber aprendido gran cosa de los viñedos, pero desde luego estaba preparado para la cata.

De la cocina surgió una voz masculina y un parloteo infantil.

-Confía en mí, no te va a gustar.

- ¿Qué quiere ahora? ¿Salami o vino? -soltando una carcajada, Gia beso al hombre y al niño en la mejilla-. Helena, Michael, os presento a mi marido, Roberto. Y a nuestro hijo, Casper.

-Encantado de conoceros -Michael miro a Helena de reojo. Su mujer estaba absorta al bebe. ¿Estaría pensando en el hijo que pronto engendrarían? -. Soy Michael Pasquarelli, y esta es mi esposa, Helena.

-Hola -ella despertó de su sueño y sonrió.

-Os dejaremos tranquilos -anuncio Roberto-. Todo esta preparado. Ya no estaríamos aquí si alguien no tuviera hambre -les mostro un pequeño plato con fruta fresca cortada en pequeños trozos-. Vamos, Casper.

Gia contemplo a su marido y a su hijo marcharse y Michael pensó que formaban una bonita familia. Era evidente que trabajaban en equipo para que todo funcionara como era debido.

Eso era lo que quería para si mismo. Lo había hablado con Karol, por supuesto, y había planeado hacerlo con más detalle después de la boda. No quería una esposa esperándolo en casa, organizando fiestas y eventos sociales mientras los niños estaban en el internado, tal y como había hecho Isabella. Quería una familia en la que todos los miembros se sintieran en casa.

Observando a Helena bajo el sol, casi se sentía capaz de imaginárselo, y eso era mas de lo que había sido capaza de hacer con Karol. Perder a su prometida el día de la boda podría acabar siendo lo mejor para el en el futuro. Por mucho que Helena hubiera hablado de una unión temporal, su comportamiento decía todo lo contrario. Si una mujer no tenía la intención de hacerlo durar, ¿Por qué lo había abordado vestida con ese camisón la noche de bodas? No, Helena deseaba que lo suyo funcionara, tanto como el, y verla mirar a ese bebe no hacía más que confirmárselo.

En cuanto ella comprendiera lo que ese matrimonio significaba para él, las negociaciones serian mas fluidas. Y por fin podrían empezar a disfrutar de la luna de miel.

Helena se había sentado a la mesa y Gia empezaba a servir los primeros vinos. Sentándose en el banco junto a su esposa, se le ocurrió que quizás debería tomarle la mano.

Pero al mirarla vio un surco que le atravesaba la frente.

La alegre y resplandeciente Helena había desaparecido. Y no tenia ni idea de por qué.

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