Capitulo 33

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Helena se despertó sola, estirada en la cama una estrella de mar para aliviar el dolor muscular que había acumulado a lo largo de la noche.

¿Dónde estaba Michael?

Consultó la hora. La mañana había pasado, y eso significaba que estaría trabajando. Tal vez podría sorprenderle en el estudio, convencerle para que volviera a la cama un rato.

Tras darse una ducha rápida, arreglarse el pelo y lavarse los dientes, se puso el camisón de satén con el que Michael tanto deseaba verla. Pero, por si acaso se tropezaba con algún empleado de la villa, se cubrió con una bata a juego. El conjunto resultaba casi decente.

Bostezando, abrió la puerta y se dirigió a las escaleras, preguntándose si quizás podría tomarse un café antes. No, primero su marido, luego el café. Pediría que se lo subieran a la habitación. ¡Desayuno en la cama! Para eso estaban hechas la luna de miel. Bueno, entre otras cosas...

No se molesto en llamar, y no se dio cuenta de que había dos personas hasta que ya había abierto la puerta del estudio.

- ¡Oh, lo siento! -exclamo mirando compungida a Michael. El hombre que se hallaba sentado al otro lado del escritorio se rio. Fue una risa agradable, ni cruel, ni burlona. Simplemente divertida.

-No te preocupes -el hombre se puso de pie-. En realidad, te estábamos esperando. Soy Henry, el abogado de Michael -extendió una mano para saludar a Helena.

- ¿Abogado? -ella frunció el ceño-. ¿Ha sucedido algo malo? -y de repente lo comprendio-. ¡En serio, Michael! ¿Papeleo a esta hora de la mañana?

-Prácticamente es la hora de comer -señalo el aludido.

-En su defensa diré que quiere quitárselo de encima cuanto antes para así poder dedicarse a disfrutar la luna de miel -intervino el abogado.

-De acuerdo -Helena suspiro y se dejo caer en una silla-. Pero voy a necesitar café.

Al final, resulto que el acuerdo postnupcial, ridículo nombre para el documento era de lo mas aburrido. Michael y Henry ya habían repasado y actualizado el documento original para registrar los cambios en los planes de boda, y Helena prácticamente se limitó a asentir.

Lo único que quedaba por acordar en el contrato era la relación entre ambos.

- ¿Estáis de acuerdo en residir en la casa del centro de Londres que habíamos preparado? -pregunto Henry y Helena asintió-. Estupendo. Pasamos a beneficencia y obligaciones sociales.

Ella suspiro. Debería haberse quedado en la cama.

Al llegar a las relaciones sexuales, Michael levanto los ojos al cielo y Helena soltó una carcajada.

-Supongo que podemos tachar la parte sobre negociar el momento en que iniciaran las relaciones sexuales -observo el abogado, incapaz de mantener el gesto serio.

-Si, creo que ese barco ya zarpo-contesto Helena con una sonrisa.

-De acuerdo entonces -continuo Henry-. Pasamos a las declaraciones.

- ¿Te refieres a lo de estar juntos en la salud y en la enfermedad y esas cosas? -pregunto ella.

-No exactamente. Básicamente necesito que firmes este apartado en el que declaras no haber estado casada, no tener pareja, no tener hijos de una relación anterior, cosas que podrían afectar a la herencia.

Un intenso temblor se apodero del cuerpo de Helena, incapaz de pronunciar palabra. Debía haber hablado con su marido la noche anterior, hablarle de su hija.

- ¿Helena? ¿Qué sucede? -de repente, Michael estaba a su lado tomándole la mano.

Y por culpa de un error de ochos años atrás, iba a estropearlo todo.

En su mente revivió la escena completa cuando se lo había contado a Karol. Las lagrimas de su hermana y los gritos de su padre. Las feas acusaciones, el odio. Y la lastima en la expresión de Isabella. Aunque no era solo lastima, también había resignación. Como si todos hubiesen sabido que algún día lo fastidiaría todo. Solo era cuestión de tiempo.

Karol había sido la única en escuchar, en comprender lo que había sucedido realmente aquella noche. Y su padre le había reprochado que escuchara a Helena, como si Karol fuera mas culpable que ella, y ella mas culpable que esos chicos que... No pudo seguir recordando.

Lo que si pudo recordar fue la frialdad con la que su padre había asegurado que él lo arreglaría todo. Que ella solo tenia que obedecer sus órdenes. Isabella y el tenían un plan y ella lo seguiría al pie de la letra. Si lo hacía, podría regresar a casa y vivir una vida normal. Después.

- ¿Quieres que llame a alguien? -pregunto Henry con gesto preocupado-. ¿Traigo agua?

-Si, en la cocina debería haber alguien -Michael apretó una mano contra la frente de Helena-. Helena, háblame. ¿Qué sucede? Deberías haber desayunado. Le pediré a Henry que...

-No -ella ya no podía soportarlo más. No podía permitirle seguir siendo tan amable-. No necesito nada -balbuceo mientras se ponía de pie-. No puedo firmar esto.

Salió huyendo del despacho, con la imagen de la expresión horrorizada de Michael en la cabeza.   

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