Capitulo 10

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No resultaba fácil evitar cierta sensación de amargura. Helena había dedicado semanas, junto con Isabella y el organizador de bodas, a elegir el menú perfecto. Y, de repente, allí estaba, en la mesa principal, y apenas podía probar nada.

Estaba muerta de hambre, pero el corsé tan eficientemente atado por Michael le dificultaba la respiración más de lo que le gustaría.

Contempló con pena el postre antes de resignarse a probar tan sólo una cucharada. También se obligó a mantenerse alejada del champán,  pues las burbujas siempre se le subían a la cabeza y en un estómago vacío sería un desastre.

-¿Estás bien? Pareces algo... acalorada -observó Michael.
A los ojos de los invitados la impresión que debían de dar era la de estar susurrandose palabras tiernas, ignorantes de que su esposo le preguntaba porque su piel tenía de repente el mismo tono que los zapatos.

-Es el corsé.  Mientras estaba de pie no había problema, pero ahora resulta algo agobiante -lo malo era que era una adicta al oxígeno.  Y al postre.

-Lo siento -dijo él mientras sus mejillas empezaban a hacer juego con los zapatos de la novia-. ¿Quieres que...?

-Demasiado tarde -ella sacudió la cabeza-. Estaré bien. Sólo necesito sobrevivir a los discursos y saldré a buscar a una doncella que me lo pueda ajustar.

-Pero que no te vea nadie  -Michael sonrió-. De lo contrario, desatadas rumores sobre un embarazo.

Embarazada.  Por supuesto. Porque era una mujer casada. Y eso era lo que hacían las mujeres casadas. Les daban bebés a sus esposos.

Pero en esa ocasión,  Isabella no lloraria ni la echaría de su casa.

Ya no sería un escándalo, algo vergonzoso.  Sería algo deseado. Algo que pudiera conservar.

Y el hecho de que pudiera volver a romperle el corazón no importaba.

Un camarero retiró el plato aún lleno y Helena agradeció la interrupción de sus pensamientos.

-Llego la hora de los discursos -anunció Helena tras consultar el programa de la boda.

- El primero será tu padre. Sus discursos siempre son buenos.

-¿Buenos? -ella miró incrédula a Michael.

-Bueno, pues sí  -el se encogió de hombros-. ¿No es así? Está acostumbrado a hablar de todos eso actos benéficos y siempre lo hace ante la Junta directiva.

-Pues a mi no me extraña que Karol se acostara con Ruggero  -Helena sacudió la cabeza.

Sobre todo después de oír el discurso de su padre, que dedicó una parte a expresar lo contento que estaba porque, al acceder a casarse con Michael, Karol al fin había tomado una decisión personal tan buena como las que tomaba en los negocios. Incluso Helena había tenido ganas de huir de allí.

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