Capitulo 36

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Helena mantuvo el silencio durante todo el trayecto de regreso a Londres.

Tenía la sensación de haberlo dicho todo, de no tener mas palabras. Ya no le quedaba ningún furioso reproche que lanzar contra Michael, ninguna defensa, ningún argumento. Y seguía sin comprender el significado del infarto de su padre, o como se sentía al respecto.

De modo que, tras guardar lo esencial en una bolsa de viaje, sabedora de que el personal de la villa se encargaría de enviar el resto a Londres, se puso la ropa más cómoda que tenía. Necesitaba sentir el tacto suave algodón y el cálido cachemir. No podía contar con las caricias de su marido.

Con las gafas de sol puestas, se despidió de la doncella y subió al asiento trasero del coche que Henry había alquilado, e ignoro por completo a los dos hombres sentados delante.

Para cuando llegaron al hospital ya era de noche, Henry, y no Michael, por supuesto, que apenas se había dignado a mirarla, le había preguntado si deseaba pasar antes por su casa para cambiarse, dormir, o lo que fuera. Pero Helena había sacudido la cabeza a modo de respuesta.

Una suave llovizna caía sobre los cristales del taxi. Familiar, húmeda y fría. De repente, Helena se alegro de haber regresado. La Toscana había sido una escapada, un cuento de hadas, hasta esa mañana. Y quedarse un minuto más solo habría servido para recordarle lo que había perdido.

Entro en el hospital sin esperar a Michael o a Henry.

Isabella parecía haber envejecido diez años en una semana. De pie, apoyada contra la pared del pasillo junto a la habitación de Thomas, al ver a Helena su gesto se descompuso.

- ¿Esta...? -lo primero que decía desde salir de Italia, y ni siquiera era capaz de terminar la frase.

-Los médicos dicen que la operación ha ido bien -Isabella hacia gestos evidentes de estar esforzándose por no llorar-. Ha hecho algo... ya te lo explicara. Yo no entiendo nada.

Michael y Henry la alcanzaron al fin. Su marido abrazo a Isabella de un modo que, Helena estuvo segura, su madre jamás había hecho con él. ¿Estaría al corriente de la relación entre Thomas e Isabella que ya duraba una década? Un secreto más entre ellos, supuso.

Ignorada, Helena se acerco a la puerta y la abrió para entrar en la habitación de su padre. Tumbado en la cama, conectado a tubos y maquinas, parecía mas pequeño. Ni siquiera se había dado cuenta de su presencia. Si sucedía algo más, si no se recuperaba, jamás sabría que el pasado había regresado para destrozar el presente. Que ocho años atrás, cuando le había asegurado que acababa de arruinar su vida, había tenido toda la razón.

- ¡Papa! -las lagrimas se acumularon en los ojos azules.

- ¿Helena? -Henry se acerco por su espalda-. ¿Estas bien? ¿Necesitas algo?

No, no estaba bien. Quizás jamás volvería a estarlo. Sufría tanto que pensó que se le partirían los huesos, y temía que o único que la mantenía de una pieza era la ira. Ira contra su padre por casi morir, contra Michael por no comprender, contra esos chicos que casi la habían destrozado, y contra ella por no permitírselo.

Henry no podía arreglar nada de eso, pero había una cosa que si podía hacer.

-Necesito a mi hermana.

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