Capitulo 29

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Helena enrolló la ultima cuerda de luces alrededor de las vigas de la terraza y dio un paso atrás. La mesa estaba dispuesta con mantel de lino y velas encendidas que creaban una atmosfera romántica. Las flores que trepaban por la fachada de piedra añadían un aroma especiado al ambiente, y la temperatura seguía siendo suave.

Tras alisarse el vestido azul y recogerse un mechón de cabello detrás de la oreja, concluyo que estaba preparada. La botella de vino del viñedo de Gia estaba abierta sobre la mesa, y el cocinero le había prometido que la cena estaría preparada a las siete y media en punto.

Era la noche perfecta para prometerse.

Ya solo faltaba el marido.

-Esta clase de romance espontaneo si me gusta.

Helena se volvió ante la voz de Michael y lo encontró apoyado contra el quicio de la puerta.

-En realidad -admitió ella-, es esta clase de romance la que requiere planificación.

- ¿De modo que estabas planeando todo esto antes de nuestra visita a la joyería? -Michael se acerco a Helena, que sintió subir la temperatura.

-Mucho antes. ¿No puede una chica desear una noche romántica con su marido?

-Claro que puede -el deslizo una mano por su cintura-. Sobre todo si lleva un vestido como este.

- ¿Te gusta? -Helena retrocedió lo suficiente para poder girarse.

-Me encanta. Estas preciosa, incluso mas que esta mañana en el viñedo.

- ¿Ya entonces te parecí hermosa? -eso también había sido antes de la conversación en el restaurante, antes de que hubiera accedido a quedarse con él.

-Me parece increíble no haberme fijado antes -sus miradas se fundieron y el la atrajo hacia sí.

-Este mediodía he comido muchísimo -dejo caer Helena mientras se humedecía los labios.

Era evidente que Michael la deseaba, tanto como ella a él. Fueran cuales fueran sus motivos para rechazarla la noche de bodas, esa noche era suyo. Iba a llevarse a su marido a la cama.

O al menos eso pensaba hasta que el dejo caer los brazos y dio un paso atrás.

-La cena esta servida -anuncio la doncella mientras salía a la terraza con los platos.

Helena hizo un mojin y el soltó una carcajada. La joven sirvió los platos y se retiró.

-Venga, siéntate -la animo el-. Quiero hacerlo bien.

-Supongo que si -Helena tomo asiento. Le había pedido al cocinero que preparara un plato de pasta y un postre. Quizás podrían llevarse el postre a la habitación...

La pasta, envuelta en un sabroso ragú, estaba deliciosa. Enrollándola con el tenedor y bebiendo el maravilloso vino de Gia a sorbitos, pensó que había peores modos de pasar una velada.

- ¿Te echan de menos en Londres? -pregunto al recordar la llamada telefónica.

-Espero que disfruten de la calma -contesto Michael-. Aparte de mi abogado, a quien desperté a las dos de la mañana la otra noche.

-De modo que era a el a quien llamaste. Me preguntaba quién podría ser tan importante para mandarme sola a la cama -Helena lo miraba fijamente y lo vio: un destello de incertidumbre.

Ese hombre le había pedido que pasar el resto de su vida junto a él. Habían comprado un anillo. Le había dicho que era hermosa, pero seguía sin pensar en acostarse con ella.

-También fue el quien llamo hace un rato -continuo Michael-. Al parecer, mi padre esta poniendo pegas a los contratos de venta de This Minute, tal y como era de esperar. El equipo legal de Ruggero está más que capacitado.

-Eso es bueno -Helena sospechaba que ese equipo no solo estaba capacitado. Era, sin duda, implacable y pondría sus condiciones antes de darle a Ezequiel lo que Ruggero le había prometido.

Eso no suponía ningún problema para ella.

No. El único problema de Helena era un marido que no quería acostarse con ella, o no se lo permitía a sí mismo.

Terminaron el plato de pasta en silencio, pero Helena ya no lo saboreaba. Sabia que en cualquier momento Michael se arrodillaría ante ella y le ofrecería el anillo mas hermoso mientras le pedía que compartiera su vida con él.

Pero ¿Cómo iba a hacerlo sin saber si era compatibles en la cama?

-Esperaremos un poco para el postre. Ya la avisare -Michael sonrió a la doncella, que retiraba los platos, y Helena supo que el momento había llegado.

Siendo niña, había soñado con declaraciones de amor. Se había imaginado a si misma enamorándose, a un atractivo joven arrodillado a sus pies, suplicándole que se casara con él. Incluso había ensayado varias respuestas. Alegría sorprendida, había decidido, era la mejor.

Pero jamás se había imaginado que sería así.

-Ya se que no es ninguna sorpresa para ti -Michael saco la cajita del bolsillo mientras sonreía resplandeciente-, pero quería que vivieras la experiencia completa -puso una rodilla en el suelo ante ella-. Helena Juliette Sevilla, ¿me harías el increíble honor de seguir siendo mi esposa y vivir juntos felices para siempre?

Helena recordó la alegría sorprendida. Entusiasmo. Felicidad. Respuesta afirmativa.

- ¿Por qué te niegas a acostarte conmigo?-fueron, sin embargo, las palabras que surgieron.

PLANES DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora