Capitulo 8

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Una interminable hora después,  a Helena le dolía el rostro de tantas sonrisas fingidas.  Terminada la sección,  besó en la mejilla al siguiente invitado que se acercó a ella en la recepción,  deseando que todos llevarán un cartelito con sus nombres.

Karol sí que los habría conocido a todos y ya les habría preguntado por sus hijos o sus mascotas. Resultaba normal que la miraran todos con esa expresión de perplejidad. No era lo que esperaban.

Pero ella ya estaba acostumbrada a no serlo.

A su lado, Michael parecía totalmente relajado y charlaba animadamente con todo el que se acercaba a ellos. Al menos él parecía encantado con la evolución de los acontecimientos.

-Hermoso día  -saludó una mujer vestida con sombrero verde y una sonrisa falsa.

-¿Verdad que sí? -asintió Isabella, ignorando el tono de la mujer-. Estamos encantados de ser al fin una familia feliz.

-Estoy segura -contestó la señora Sombrero verde-. Aunque aquí faltan un par de personas.

-Bueno -la carcajada de de Isabella no reveló nada-, están los que tenían que estar, ¿verdad?

-Supongo. Aunque si he echado en falta a un testigo por parte del novio -¡Esa mujer era infatigable!-. Había oído que Ruggero regresaría a la boda, y tenía muchas ganas de verlo.

La expresión de Isabella se congeló y la sonrisa se convirtió casi en una mueca rara. Interviniendo,  Helena fabricó lo que esperaba pareciera una sonrisa de disculpa.

-Siento mucho meterle prisa, pero temo que la fila de gente ya llega a la puerta y todos tienen ganas de que comience el banquete. Quizás Isabella y usted puedan charlar más tarde.

La señora Sombrero Verde asintió algo decepcionada. Nadie discutía con la novia el día de su boda, ¿verdad?

-Por supuesto.  Isabella,  tengo muchas ganas de hablar contigo, y con tus dos hijos -la mujer se dirigió al salón del banquete sin siquiera molestarse en saludar a Thomas.

A Helena le pareció una grosería, aunque seguramente Thomas se lo mereciera. De haber visto a Ezequiel lo habría entendido. Su suegro fusilaba a cada invitado con la mirada.

Tras una eternidad, el último invitado entró en el comedor y Ezequiel desapareció de inmediato en el estudio.

Helena suspiró y se descalzo unos segundos para buscar el alivio del frío suelo.

-No entiendo porqué Karol no dejó los zapatos y el Velo -observó Isabella mirando de reojo los zapatos rosas. Thomas debía haberle informado de la situación-. Habría sido simple cortesía.

En realidad,  la cortesía habría sido no fugarse el día de su boda, pensó Helena.

-A mí me gustan los zapatos rosas  -contestó con la intención de irritar a su suegra.

-A mí también  -la secundó Michael recibiendo a cambio una brillante sonrisa de su esposa.

Quizás ese era el motivo por el que la gente se casaba. Para tener a alguien de tu parte a la hora de enfrentarse a los padres.

-Supongo que deberíamos habernoslo imaginado -Thomas suspiró-. Me pregunto donde estarán.

-¿Ruggero y Karol? -inquirió Isabella-. Seguramente en algún lugar maquinando nuevas estratagemas para destrozar a nuestra familia.

-Estaban enamorados -se le escapó a Helena-. Quería estar juntos. Y creímos que está sería la mejor opción.  Michael y yo -alargó una mano a ciegas y suspiró aliviada cuando el la apretó con fuerza.

-Es verdad -asintió él-. Y sigo pensándolo.

-Puede que tengáis razón  -concedió al fin Isabella-. Puede que sea lo mejor. Tu pareces menos inclinada al fanatismo de tu hermana. De no haber sido por la posición de Karol en la empresa quizás le habría sugerido a Ezequiel que te eligiera a ti para Michael.  Es más,  se lo dije a Karol y supongo que ella comprendió que tenía una sustituta si la necesitaba.

-Madre -intervino Michael en un tono de advertencia que bastó para que Isabella se callara.

Pero lo que no pudo detener fue la gélida sensación que le subió por la espalda a Helena, que, de inmediato,  retiró la mano.  Era muy consiente de ser la segunda opción, el último recurso, pero ¿se había figurado Karol realmente lo que iba a suceder? Al menos,  Isabella no parecía del todo contrariada por el desenlace.  Seguro que se imaginaba a Michael radiante de felicidad.

Sólo que él sabía que era algo temporal, mientras que su madre no.

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