Lucía Torres
Me retorcía en los brazos de Simón. Lo golpeaba una y otra vez para que me dejara entrar por mi papá, pero por más fuerza que ejerciera, no lograba zafarme de su agarre.
— Simón — suplicaba llena de lágrimas — Por favor, déjame sacarlo de ahí. Te lo ruego.
Sus ojos se aguaron, negó con la cabeza y me abrazó con fuerza. Tuve que rendirme. Me limité a aferrarme a su cuerpo.
— Va a estar bien, y no puedo permitir que nada te pase. Quiero que estés a salvo. ¿Entiendes? – asentí.
Los bomberos apagaban el fuego como podían, y en ese momento, los vi salir del lugar con mi padre en brazos. Inconsciente y con quemaduras completamente notorias. Se me partió el corazón verlo así. Fue la peor escena que pude presenciar en mi vida.
— Lu, no lo veas. Por favor no lo veas — Simón giró mi rostro hacia él.
— ¿Tengo que irme con él, sí? — suspiró y asintió.
Subí a la ambulancia, mientras los paramédicos hacían lo que podían para poder mantenerlo con vida. Le faltaba oxígeno y el camino hacia el hospital parecía de nunca acabar.
Toda esta situación me hacía sentir que el tiempo no corría y que me iba a quedar viéndolo así, con la ropa negra y el cuerpo completamente quemado.
— ¡Quemaduras de tercer grado, sibilancias y dificultades para respirar! — grita el hombre empujando con rapidez la camilla. Yo iba con él hasta que me detuvieron.
— No puede entrar, señorita.
— ¡Pero es mi papá!
— Lo siento. Le avisaremos pronto, está en un estado muy crítico y por ahora es mejor que espere afuera — una vez más, no pude contener el llanto.
Me di la vuelta y me dirigí a los asientos. Sólo me quedaba esperar. Qué absurdo. No quería hacerlo, sólo quería que él estuviera bien.
Escondí mi rostro entre mis manos un rato. Aún tenía esa sensación de que el tiempo no pasaba, y ahora que estaba sola, era aún peor.
Entonces recordé que Adrián había ido a su partido de fútbol y que faltaban diez minutos para recogerlo, pero no podía irme del hospital. Así que llamé a Martín y le pedí que lo recogiera y lo llevara a casa.
— Lu — escucho la voz de Villamil. Levanto mi mirada y lo veo junto a Simón e Isaza.
Me levanté con rapidez y me abracé a él. En ese momento no importaba lo que había pasado entre nosotros, sólo quería sentirme acompañada. No quería quedarme sola. Simón e Isaza se incorporaron al abrazo.
— Todo va a estar bien, Lu. Ya lo verás — dice Isaza tratando de reconfortarme.
Me volví a sentar, ellos imitaron mi acción y me acompañaron ahí durante algunas horas. Comenzaba a darme sueño, pero ni loca me quedaría dormida. Tenía miedo a dormir y despertar con malas noticias. Tenía miedo a un sinfín de posibilidades en ese momento.
— Podemos quedarnos aquí, Lucía. Ve a descansar — me pide Villamil.
— No, no me puedo ir— Simón se quitó las gafas y talló sus ojos.
— Necesitas descansar— me reprocha.
— Chicos entiéndanme, no puedo irme de-
— ¿Familia de Miguel Torres? — me levanté con rapidez.
— Yo. Soy su hija — me hizo una seña para que me acercara a él.
— Hicimos lo que pudimos. Las quemaduras fueron de suma gravedad. Pero lo que nos impidió salvarlo fue un ataque al corazón. Lo siento mucho. Su hora de muerte fue a las 10:25 pm.
¿Alguna vez han sentido como si les aplastaran el pecho con fuerza? Como si de repente fueran a desmayarse. O tal vez no, pero es ese momento en que de verdad lo ven todo perdido. Así me sentía yo.
Los recuerdos invadían mi mente como balde de agua fría.
— Ay, Lulu... Tranquila, mi amor. No me voy a ir. Aquí estoy, sólo fue un mal sueño.
Yo no paraba de llorar y cada vez me aferraba más a él.
— Pa... prométeme que no me vas a dejar todavía.
— Te lo juro, siempre voy a estar para ti. Y yo me iré cuando sepa que tú no me necesitas más. Mientras tanto, te queda mucho de tu padre por el resto de los años — asentí y me limpié las lágrimas.
"Por el resto de los años"
Caminé hacia Simón, Villamil e Isaza al parecer habían salido a comprar café. Me dejé caer en el asiento. Esta vez no lloraba como cuando comenzó el incendio, sólo eran lágrimas silenciosas, una tras otra. No me salía hacer ni siquiera un pequeño quejido.
Sentía que me había muerto con él.
— ¿Qué te dijo? — Pregunta Simón con preocupación.
No podía ni abrir la boca, por más que quisiera, no podía articular ni una sola palabra
— Lu, me asustas. ¿Qué pasa?
— Por el resto de los años — susurré — prometió no irse y me dejó. Me dejó sola.
Simón entendió la gravedad del asunto y me apegó a su cuerpo.
— Por supuesto que no estás sola. Yo estoy aquí — sus palabras se sintieron como una daga atravesando mi corazón.
— No me digas eso, Simón. No me digas eso porque me voy a hacer a la idea de que en verdad no me vas a dejar, y cuando te pierda, entonces ahí ya no voy a tener nada. Me voy a morir yo — me tomó de las mejillas y me besó.
— Mi amor. De verdad. No lo haré— mi amor. Qué bien sonaba de su boca que me llamara así. Saber que yo era su amor era reconfortante.
— ¿Me lo juras?
— Te lo juro. Y pase lo que pase, siempre te voy a estar cuidando y me voy a encargar de nunca permitir que te sientas sola— lo abracé con fuerza y besé su mejilla.
Ahora más que nunca tenía miedo a perderlo. Tenía miedo a nunca volver a saber de él.
Capítulo corto pero sumamente necesario...
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Amor ordinario - Simón Vargas
FanfictionDetrás de un generoso ramo de tulipanes blancos encuentro con la mirada algunos de sus garabatos que amaba hacer al aburrirse. Su mirada... solar, pero emponzoñada. Porque mientras que por fuera te baña con la luz primigenia, por dentro te incendia...