XL

407 27 21
                                    

Lucía Torres

Sentí algo muy extraño al escucharlo decirme eso. Tenía la sensación de que ya me lo había dicho antes, pero no lograba recordar cuándo.

— ¿Dije algo malo? — negué con la cabeza limpiando mis lágrimas.

— No no, sólo... No me hagas caso. Tuve como un deja vú o algo así. Juraría que eso ya me lo habías dicho — frunció el ceño.

— No recuerdo haberlo hecho — qué vergüenza.

— Mira, mejor cambiemos de tema. ¿Qué tal la pasaron Judith y Carmín? no he hablado con ellas — pregunto para no seguir haciéndome daño con los temas familiares. Ya había pasado todo y la única manera de sanar, era avanzando.

— Me parece que bien, estaban muy emocionadas. Pero tengo que contarte algo — sonreí.

— Me gusta el chisme.

— Lo sé — dice entre risas — tengo el presentimiento de que a Martín le gusta Judith.

Lo sabía. Se le notaba de lejos.

— Se lo pregunté de regreso a casa pero lo negó. Dijo que sólo le caía bien y que no tenía pensado tener otra relación por miedo a que acabe igual que con Laura.

Bajé la mirada. Laura y Martín no habían terminado mal. A ella le ofrecieron una beca para estudiar más a fondo acerca del diseño y la moda en Francia, él tenía que continuar con las interminables giras. Ya no tenían tiempo el uno para el otro, no lograban encontrar la manera de acomodar sus horarios, así que decidieron romper con todo antes de que el tiempo lo hiciera.

— Me preocupa Martín. Entiendo completamente pero, no es justo que se castigue a sí mismo. Merece encontrar a alguien que lo complemente.

Asintió.

— Tal vez cuando la conozca mejor pueda aclarar sus sentimientos. Es una gran chica, me cae muy bien. Y por cierto, ahora que lo recuerdo, tengo una propuesta para ti y tus amigas.

Lo miré con emoción.

— ¿Sí? Cuéntame.

— Verás, desde hace meses sabíamos que nuestro último concierto de esta gira sería en España. Y da la casualidad de que la novia de Villamil vive aquí, tal vez la conozcas. Es hija de los dueños de la cafetería que te gusta.

— Tal vez pero por ahora no logro recordarla.

— Bueno, la cosa es que como estamos en épocas navideñas, vamos a pasar una semana en Navacerrada. Iremos a esquiar, y nos quedaremos en una cabaña — sonreí de oreja a oreja con el entusiasmo empezando a recorrer mi cuerpo.

— Estás diciendo que — asintió varias veces con la cabeza.

— Nos gustaría que vengan con nosotros. Villa me dió la idea y me parece brutal porque sé cuánto amas la navidad y me encantaría pasarla a tu lado — tomó mi mano y dejó un beso en ella.

— Por supuesto que sí, me encanta la idea. Seguro Carmín y Judith aceptan, mañana les dan vacaciones.

Después de desayunar, Simón me acompañó a casa y me coloqué la pijama, ya que nos quedaríamos todo el día viendo películas. Era el plan perfecto: sus manos con las mías, el frío en Madrid. Alimentando aquel recuerdo de nosotros siendo dos adolescentes que no sabían cuán importantes serían el uno para el otro. Que de alguna u otra manera, estaban cumpliendo aquel sueño de pasar tiempo juntos en su ciudad favorita acompañados de la voz de Sabina al preparar palomitas, ambos sabíamos que debíamos disfrutar las tardes etéreas que el tiempo nos brindaba, porque de lo que no estábamos seguros era del qué pasaría después con nosotros. A dónde iríamos.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora