XXVII

386 39 12
                                    

Simón Vargas

Eran las 11 de la noche, pero mi cuerpo se sentía sumamente despierto, como si fuesen a penas las 4 en Madrid como en Bogotá. Acostumbrarse al horario de España era de las cosas más pesadas de la gira y lo único que no me agradaba del todo al pisar aquella ciudad. Se suponía que debía estar durmiendo, y simplemente no podía. No sólo por el horario; sino porque me estaban matando las ansias de buscar a Lu.

Ya sabía dónde estaba. Tan sólo era salir del hotel, coger un taxi e ir en dirección a la gran casa de su tía, que era donde ella estaba viviendo durante su larga estadía en España, según me informó Martín. Sabía el grado de molestia que Lu sentía hacia mí con el hecho de que para enterarme cómo estaba, debía ser a través de mis tres amigos que aún mantenían comunicación con ella y se habían visto en varias ocasiones.

Qué envidia les tenía.

Pero para eso estaba saliendo tan tarde directo a su nuevo hogar: para buscarla después de tanto tiempo. Porque esta vez ya no había nada que me impidiera amarla, no habían cadenas invisibles atadas a otra chica, ni mentiras y secretos. Tan sólo sería yo, su fiel enamorado que nunca dejó de quererla, un pequeño regalo.

Tragué saliva y acomodé un poco mi barba y ropa antes de tocar el timbre. Quería darle una buena impresión.

Sin más rodeos toqué el timbre y esperé un momento. Las luces de la casa estaban encendidas así que supuse que sí habían personas despiertas. Escucho pasos tras la puerta pero no abre la persona que estoy esperando, es una chica de cabellos rizados que me mira con un gesto de confusión, me analiza unos segundos y después emite un chillido de felicidad tapando su boca con la mano.

— Tú — me señaló algunas veces y después tocó mi rostro — no puedo creerlo. Creo que voy a desmayarme. ¡Eres Simón Vargas! ¡Soy tu fan! Mierda, tengo que tomarme una foto contigo o Carmín no me lo va a creer.

La muchacha me cerró la puerta en la cara y me quedé petrificado un momento porque no procesaba lo que acababa de pasar. ¿Quién era ella y por qué estaba en la casa de Lu?

Unos segundos después vuelve a abrir la puerta, sonríe y temblorosa me acerca el celular.

— Perdón. Soy pésima tomando selfies, ¿puedes tomarla tú? — reí un poco ante su actitud y tomé la foto. No me molestaba en lo absoluto, de hecho me parecía extraño y gracioso.

— Aquí tienes.

— Gracias y, por cierto, ¿qué haces aquí?

Recordé a lo que vine.

— Ah, yo estoy buscando a Lu. Tengo entendido que ella vive aquí. — abrió los ojos con sorpresa — espera un segundo.

Volvió a cerrarme la puerta en la cara. Esperé algunos minutos hasta que escuché algunas voces tras la puerta, la manilla de esa se movió y pude observarla por fin. Parada frente a mí con un pijama de snoopy, y su cabello ahora de un color rubio con un tono muy ligeramente anaranjado.

No tenía ni un rastro de maquillaje en su hermosa piel, lo que me permitía divisar unas cuantas pecas adornando sus mejillas y el sonrojo natural de estas, aunque una de ellas tenía un notorio golpe y una cicatriz en su labio. Sentí como si mi corazón se hubiese paralizado por lo menos dos segundos. Además de que se encontraba preciosa, me estaba preocupando y causando curiosidad el por qué de esas heridas. Parecían muy recientes.

— ¡Hola! — saludó con una enorme sonrisa. No sabía qué decirle ni cómo empezar, pero antes de que pudiera saludarla de vuelta, la chica se gira hacia donde se encuentra su amiga — Judith, dame unos minutos.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora