XIV

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— Lu, sé que esto es duro para ti. Pero para tu pronta recuperación es importante que seas positiva. ¿Entiendes? — Dice acariciando mi mano.

— Mila, ya no tengo nada. No me atrevo a ser positiva porque ya lo perdí todo. No tengo más a mi papá, ni a Martín, ni a...— pensé en Simón y su promesa fallida — ni tampoco mi sueño.

— No digas eso, sé que eres muy fuerte y vas a salir adelante. Estoy segura que cuando te recuperes podrás patinar otra vez.

— No lo sé. Últimamente todo me está saliendo muy mal. Ni siquiera he podido avisarle a Roxanna y Natalia nada de todo esto. ¿Sabes dónde está mi teléfono? — asintió.

— Trajeron tu bolsa hasta acá. Seguro que aquí tiene que estar — me limpié las lágrimas y comencé a buscarlo entre mis cosas.

Revolví y saqué todo pero no aparecía por ninguna parte. No era posible que me estuviera pasando esto.

— No está.

— ¿Segura? Debería estar ahí.

— Te lo juro, Mila. No está — Qué mala pasada.

Me robaron el celular, como si fuera poco.

— Mira, no es bueno que te alteres. ¿Sabes los números de tus amigas? Puedes llamarlas desde el mío — En ese momento me maldecía por tener una memoria tan pésima.

— Sólo el de Rox y el de... El de un amigo.

— Toma. Te dejo para que puedas hablar con ellos — Sonrió comprensiva y salió.

Oficialmente Roxanna y Natalia estaban enteradas. Sumamente preocupadas pero entendiendo a la perfección que, en vista de la situación, yo no iba a regresar a Bogotá en un largo tiempo.

— ¿Y ya le avisaste a Simón? — mordí mi labio conteniendo las lágrimas.

— No, yo... No he hablado con él incluso desde antes de la competencia. No me respondió. Igual lo voy a llamar después de ustedes.

— Qué raro. Entonces no pierdas más tiempo con nosotras y háblale. Te amamos. Ánimo que seguro te recuperarás rápido. Prometemos irte a ver.

— Yo también. Gracias por apoyarme. Son las mejores.

Colgué la llamada.

(...)

Llevaba más o menos unas veintisiete veces intentando llamar a Simón. No respondía. Y cada vez que los pitidos de la llamada sonaban, y sonaban sin tener fin, comenzaba a decepcionarme y darme cuenta de una cosa: No tenía planeado responder.

Ni siquiera tenía la certeza de verdaderamente haberle importado. Jamás fuimos algo concreto. Sólo éramos dos conocidos jugando a ser amantes. Y como siempre, mi condena era ese maldito delirio a la eternidad. Me hacía tanta falta que yo misma sobraba dentro de mí. Y la realidad cada vez me levantaba más alto para dejarme caer al suelo.

(...)

Simón Vargas

Qué cansada era la rutina. Amaba girar con todas mis fuerzas, pero a veces sólo quería regresar a mi querida Bogotá y no pasar tanto tiempo sobre los aviones. Mi vida últimamente se basaba en ir y venir de un lado a otro, descansar pocas horas, dar shows, estudiar y continuar con lo mismo.

Era algo increíble, pero no podía inhibir el sentimiento de nostalgia que por las noches me invadía. La pregunta de en qué momento di el giro de 180 grados a mi vida y dejé ir personas importantes en mi vida.

Aunque la herida ya no doliera tanto, a veces me hacía tanta falta que sobraba un poco dentro de mí. Me sentía un ser ordinario sin su risa y sus ojos que se achinaban al sonreír. Al menos ya había cerrado ese ciclo y había aprendido a salir adelante.

— Van a pasar dos fans más al camerino, Moncho — Dice Marto palmeando mi espalda.

Nuestra banda había tomado un rumbo muy importante a un ritmo demasiado apresurado e impresionante, y con esto, al año de haber iniciado oficialmente nuestra carrera, Alejandro se dió cuenta que pese a amar mucho la música, su verdadera vocación era la arquitectura y decidió salir del grupo.

Siempre lo apoyamos y nuestra amistad jamás cambió, pero en cuanto él se fue nosotros entramos en pánico junto a nuestro mannager, Pedro. Fue entonces cuando pensamos que nuestra solución era mi hermano, que de pura casualidad estaba regresando de Estrasburgo sin estar muy seguro de querer continuar con una carrera de medicina y apostando por nosotros.

— ¿Todavía faltan? Amo conocer a nuestros fans pero ya me duele la espalda. Muero por irme a dormir aunque sea dos horas. — digo sobándome un poco.

— No sea exagerado, perro. Todavía rendimos un poquito más — se entromete Isaza, quien había reemplazado las bufandas por los sombreros. Los cuales en un abrir y cerrar de ojos se convirtieron en su marca personal.

— Chicos, ya están por pasar Saak y su novia — asentí sin prestar mucha atención a esto porque sólo podía pensar en mi cuerpo tocando la cama del hotel.

Y entonces me perdí en una chica con unos ojos verdes muy bellos, quien llevaba un vestido negro y una chaqueta blue jean.

— No babee, perro — susurra Villamil burlón.

— Quiero que sepan que soy muy fan de ustedes, aunque no sepa sus nombres — dijo la chica.

Me pareció gracioso su comentario y nos tomamos la foto. Fue algo demasiado rápido. Igual no me hacía ningún tipo de ilusión. Ella era la novia de ese chico y además no creía volver a verla.












Por mayoría de votos, para alimentar un poco su imaginación, les dejo este cuadro con los personajes principales jejejeje. Me retiro.

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Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora