VEINTE

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Simón Vargas

Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza al ver a Nath de nuevo. Era divertido el hecho de que nos encontráramos tantas veces en distintos lugares, me agradaba muchísimo y estaba contento de por fin poder hablar con ella lejos de hacer el ridículo en entrevistas o sonreír a medias por el cansancio.

— Hola, ¿Simón, verdad? esta vez sí sé tu nombre — sonreí con su comentario.

— Y ahora yo también sé el tuyo. ¿Qué haces por aquí? — la chica se retorció la melena con ademán nervioso.

— Estuve entrevistando a algunas personas, pero ya estoy libre. Tal vez pueda invitarte algo.

— Me encanta la idea.

Nathalia tomó mi mano y me guió al área donde vendían comida.

Era la primera vez en mi vida que probaba coca cola con helado de vainilla flotando encima. Una completa locura. A ella le pareció gracioso y comenzamos a charlar sin parar, el partido estaba por empezar y nosotros seguíamos hablando animadamente sin importar nada de lo que pasara al rededor.

Todo transcurrió normal, mas que estar viendo el partido, la observaba a ella y su rostro de emoción. Y entonces me di cuenta de una cosa: me faltaba una persona allí.

— Isa, ¿dónde está Villamil? — frunció el ceño.

— Me dijo que iba a llevar a Lu a su casa, ella se sentía mal o algo así. No entendí muy bien. Sólo sé que se llevó el auto así que tendremos que pedir un taxi.

Golpeé mi frente con la palma de mi mano y me apresuré a tomar el primer taxi que se me cruzó. Di la dirección de la casa de Lu, la cual además estaba algo lejos. El camino parecía eterno y yo moría de remordimiento por ni siquiera acordarme de ella en todo ese rato. Lu se sentía mal y no hice más que ignorarla.

— ¿Simón?— me abre la castaña con los ojos hinchados. Sus mejillas estaban más rojas de lo normal.

Mi Lu había llorado. Tal vez por mi culpa.

— Mi niña yo— abrió los ojos alertándome de la presencia de alguien más.

Me abrió paso para que entrara a la casa.

Juan Pablo estaba ahí, habían palomitas, helado y otras cosas más. No la estaban pasando tan mal después de todo. Villamil estaba sentado sobre el sofá, con un gesto confundido ante mi presencia. Como si los hubiera interrumpido o algo.

Mi corazón comenzó a latir de una manera muy extraña, y mi cabeza maquinaba cosas sin parar. Un sinfín de posibilidades de todo lo que pudo haber pasado mientras yo venía en camino.

¿Y si habían vuelto?

No estaba bien. Villa tenía novia.

— Hola, Isaza me dijo que te sentías mal y vine lo más rápido que pude — asintió seria.

— No te preocupes, estabas divirtiéndote mucho con tu amiga y no quería molestarte. Villa se ofreció a traerme.

— Vaya que la están pasando bien— dije irónicamente.

¿Qué me pasaba? Yo nunca actuaba así. Siempre fui muy calmado respecto a los celos, y esta vez algo andaba mal en mí.

La castaña frunció el ceño y se cruzó de brazos.

— No entiendo qué es lo que insinúas, Simón. Únicamente me trajo, y decidimos quedarnos viendo el partido aquí.

— ¿Ustedes solos?

— Simón, ¿qué te pasa? es sólo un partido. Somos amigos. No entiendo qué tiene de malo — interfiere Villamil.

— No te estoy diciendo a ti.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora