XII

567 48 35
                                    

Era obvio que no quería que se fuera. Lo que menos quería en el mundo era alejarme de él, y saber que no podría abrazarlo, ni jugar con los cabellos de su nuca cuando nos besábamos.

De sólo pensar en su ausencia me daba una ansiedad enorme. Ya estaba acostumbrada a él. Y en ese momento no sabía el precio que tendría que pagar por ello. Sin embargo, no era tan egoísta como para rogarle que no se fuera.

Era su sueño y el de sus amigos, una oportunidad muy grande para él y no podía permitir de ninguna manera que dejara algo así por mí.

— Es una tontería. No puedo dejar Bogotá.

— Simón, no es para nada una tontería— reproché — Es una oportunidad enorme que no puedes dejar pasar.

— Yo entiendo eso pero, no me quiero ir. Y no quiero que estés sola. Te lo prometí— lo observé detalladamente.

Quería examinar cada parte de su rostro para nunca olvidarme de él. Aunque no me creía capaz de hacerlo.

— Sé lo que prometiste, Simón. Pero ahora quiero que me prometas otra cosa: que no vas a dejar de luchar por tus sueños. Mucho menos por mí. Yo voy a estar bien— las lágrimas me traicionaron.

— Tal vez, sé que eres muy fuerte como para estar bien. Pero no sé si yo lo soy. Tengo miedo.

Lo miré a los ojos.

— Recién comienza lo que sea que está pasando con nosotros y no quiero que eso termine— coloqué mi mano en su mejilla.

— No tiene por qué acabarse. Estoy segura que vas a volver, y yo iré a verte— asintió y me apegó a él.

(...)

— Entrenadora, no esperaba su llamada.

— Qué tal, Lu. Primero que nada quería darte mi más sentido pésame por lo de tu padre — suspiré.

— Se lo agradezco mucho, de verdad.

— Aunque mi llamado no es sólo para eso. Siento mucho lo que ha pasado. Sin embargo, la competencia es en cuatro días, linda.

Lo sabía. Siempre lo tuve muy presente, sin embargo no me sentía lista mentalmente como para ir a México, menos sabiendo que mi papá iba a ir después de tanto tiempo sólo para verme y ahora... ahora iría sola.

Por más que estuviera completamente preparado mi número, tal vez no podría hacerlo.

— Sí, estoy consiente de ello. Pero sinceramente no sé si esté capacitada como para representar al equipo ahora.

— Eres de las mejores patinadoras de Bogotá, Lucía. No por nada te escogí para esto. Y también sé que eres muy fuerte como para lograr clasificar. Te he visto entrenar muy duro por cinco meses. Esto es lo que siempre has querido.

— Lo sé, lo sé. Pero tengo miedo — confesé.

— ¿A qué? — pregunta con preocupación.

— Tengo miedo a no rendir lo suficiente por no estar bien con mis emociones. A veces me consumen tanto que estoy dudando que pueda hacer el Axel. Lo he practicado demasiado y sin embargo tengo miedo a que todo me consuma en ese instante — la escuché suspirar.

— No dudo de ti ni un segundo, Lu. Sé que ahora no has estado pasando los mejores momentos, sin embargo no puedo permitir que renuncies de esta manera a algo que te importa tanto y por lo que has trabajado muy duro.

Cerré los ojos y apreté mis labios conteniendo el llanto. Era verdad que no quería dejar así de fácil mi sueño. Pero sentía un pánico enorme.

— Lo haré.

— Así se hace. Esa es la Lucía que conozco. Mañana nos vemos para un último entrenamiento. Lo harás bien.

Me despedí de ella y dejé el celular sobre el buró. Me recosté sobre mi cama y me quedé observando a la nada. Pensando en todas las posibles formas en las que podría caer al suelo al intentar un salto tan difícil y en los nervios que recorrían cada parte de mi ser.

La competencia sería en mi país de origen, al cual nunca volví desde que mi madre murió tras ser impactada por una camioneta. Cerré los ojos lentamente hasta que sin darme cuenta, me quedé dormida.

— ¿A dónde te vas? — preguntaba sosteniendo su brazo para que no cruzara la puerta.

— Tú y yo no podemos estar juntos — dice algo destruido — No es justo para ti.

— Yo te amo.

— Yo también, pero no lo suficiente como tú te lo mereces. Mereces a alguien que te haga sentir extraordinaria. Lo siento...

Despierto.

Completamente confundida.

Hundida en lágrimas.

Transpirando un poco y con la cara húmeda por el llanto. Últimamente tenía muy seguido ese mismo sueño en que Simón de alguna u otra manera, se iba. Siempre con las mismas palabras al final: mereces a alguien que te haga sentir extraordinaria.

— Ojalá no te fueras ahora — le dije.

— Aún hay tiempo de arrepentirme.

— Mentiras. No tienes por qué arrepentirte. Estoy segura que Morat tendrá un éxito enorme, y cuando sea así, yo estaré ahí. Aunque debo admitir que te voy a extrañar muchísimo — me rodeó con sus brazos.

— Y yo a ti, pero no creas que se me olvida que tú también estás a nada de cumplir tu sueño. Y yo estaré en primera fila alentando a mi patinadora estrella — fruncí el ceño.

— Pero si tú hoy te vas a España.

— Sí, pero nada me impide escaparme un fin de semana a México con una perfecta excusa para ir a verte patinar. Por nada en el mundo me lo perdería.

— Deja de bromear con eso porque voy a ilusionarme.

— No es broma. Estaré ahí sin falta.

Primera de tus mentiras, Simón Vargas.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora