XXVI

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Desperté con algo desgano, quisiera o no debía levantarme de la cama de una buena vez por todas y darme una ducha para ir a casa de Isaza. Ahora sí teníamos que definir las canciones que irían dentro del disco, sin mentiras. Si por mí fuera, me habría quedado acostado todo el día viendo videos absurdos en YouTube, o tal vez escuchando Bon Iver mientras miraba hacia el techo, para pensar. Aunque, irónicamente pensar de más era lo que me había metido en ese lío. Lío del cual debía librarme a toda costa si no quería acabar completamente roto, si no quería acabar de romper a Lu.

— Buenos días, hijo. ¿Cómo dormiste? — pregunta mi mamá sirviendo café en mi taza.

— Extrañaba mi cama, es más cómoda y se siente bien estar en casa — sonrió con calidez y se sentó frente a mí — ¿Y Martín?

— Se fue más temprano que tú, me dijo que Isaza borró un archivo por accidente y deben grabar de nuevo una canción— abrí los ojos con sorpresa. Nadie me había dicho al respecto.

— No es de balas perdidas, ¿verdad? — pregunté preocupado.

— No lo sé, sólo me dijo eso y que te dejara descansar. Simón... ¿Todo está bien? Desde que llegaste te noto un poco triste.

— Es el cansancio — mentí. No quería preocuparla. Mucho menos sabiendo que sólo estaría un tiempo en Bogotá y después me iría de nuevo — No te preocupes, mamá. Sólo he tenido días agotadores. Desgraciadamente no puedo posponer nada por este accidente del cual nadie me avisó.

— Hijo, me preocupa mucho que te desveles tanto. Entre la universidad y tu trabajo te estresas mucho — Si tan sólo supiera que eso no era lo único que me estresaba — Descansa un poco más cuando regreses, ¿sí? Envíale saludos a los chicos y a Lu de mi parte.

Mi madre era una de las personas que sabían acerca de mi noviazgo con Lucía, a ella ya se lo había contado y moría de ganas de poder ver a Lu después de tantos años, me causaba mucho pesar no tener el valor para informarle que lo nuestro ya había llegado a su fin, y que Lu y yo probablemente no cruzaríamos palabras mas que en lo profesional.

En el avión, durante todo el trayecto hice como que iba mirando hacia la ventana, de a momentos cambiaba inútilmente de una aplicación a otra en mi celular sólo para disimular mis ganas de ver su hermoso perfil y su afán de acomodar el cabello tras su oreja, aún sabiendo que por más que lo intentara, jamás lograría que se quedara en su lugar. Siempre brincaba molestamente a su rostro y podía notar su desespero en ello.

No sabía si había sido buena o mala suerte que me tocara ir cuatro horas sentado junto a ella, porque así como era un tortura tenerla a centímetros de mí y no tomar su mano como me encantaba hacer, en el fondo mi corazón brincaba de emoción por tenerla tan cerca de mí.

— Moncho, qué bueno que llegó. Tenemos un problema — los observé con seriedad.

— ¿Por qué no me dijeron que se había borrado un archivo? — Comenzaron a lanzarse miradas entre ellos que no comprendía del todo.

— Sólo no queríamos molestarte. Sabemos que no estás bien— Confiesa mi amigo del sombrero.

— Estoy perfecto— qué mentiroso — Ahora díganme: ¿Qué hay que grabar?

— Eliminé por error el archivo de otras se pierden. Faltan el bajo y algunos coros. La batería ya la grabamos hace un rato, todo lo demás sí logré recuperarlo.

Asentí y lancé mi mochila al sofá.

Después de grabar la canción, los chicos insistieron en ir a una fiesta a la que nos habían invitado un rato. Pero honestamente ganas no tenía, sólo quería llegar a casa y tumbarme boca abajo hasta quedarme dormido. A lo mejor acabaría viendo una película de ánime o algo que me distrajera de mi realidad.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora