Me atrevería a decir que ese fue el beso más dulce que había recibido nunca. Nunca extrañé tanto unos labios como echaba de menos los de ella. Tan sólo quería estar abrazado a su cuerpo cada mañana y que ella tomara la iniciativa de robarme el aliento sin permiso, sólo comprobaba que de pronto no debíamos empezar de cero. Estábamos hechos el uno para el otro, y si no era así, nos encargaríamos de moldearnos a nuestro modo porque esta vez nada nos iba a separar.
A falta de aire nos despegamos el uno del otro con lentitud, Lucía se aferró a mí y acomodó su cabeza sobre mi hombro. Para acercarla más, atraje su cintura con mi mano y la apegué a mi cuerpo. Qué sensación tan más tranquilizante. No necesitaba nada más.
— Te amo, Simón — susurró a mi oído— no sé si eres real o te estoy soñando. Hace un momento sólo te pensaba como una causa perdida y te imaginaba feliz con otra chica, y entre más intento soltarte, más tu recuerdo se aferra a mí.
Dejé un beso sobre su coronilla.
— Soy real. Estoy aquí. Yo vine a casi medianoche hasta aquí sólo para buscarte, Lu. Porque en este momento no quiero nada más que estar contigo, abrazándote hasta verte dormir.
— No podría dormir de la emoción — ambos nos echamos a reír y me dejé deleitar un poco con aquel melodioso sonido que emitía su cuerpo. Nadie se reía de esa forma tan hermosa en que ella lo hacía — pero estoy dispuesta a concederte ese honor.
La rubia se levantó del suelo y me tendió la mano, sin dudarlo ni dos segundos la tomé.
— Hoy voy a dormir con el bajista de la banda latinoamericana del momento — mordió su labio inferior con una sonrisa e hizo un baile gracioso con las manos y la cadera, lo que provocó que soltara una sonora carcajada — seré la envidia de muchas.
— Probablemente, pero no creo que se enteren.
Hizo un puchero con el ceño fruncido.
— Gafas, ya no voy a guardar secretos si eso es lo que piensas — negué con la cabeza y me acerqué a ella para dejar un pequeño beso sobre sus rosados labios.
— No le voy a ocultar al mundo lo mucho que te quiero — noté el nerviosismo en su rostro y me tomó de la mano para entrar a su casa.
Se llevó el dedo índice a la boca para indicarme que hiciera silencio, puesto que su tía y su hermano se encontraban durmiendo. Hice caso y entramos a hurtadillas subiendo con cautela cada escalón.
Al entrar a la habitación, la chica me tomó desprevenido y me empujó a la cama haciéndome caer sentado. Algo apenado por su actitud coqueta, le quedé perplejo.
— Por fin te dejé sin habla, Simón — dijo acercándose a mí y levantando con un dedo mi barbilla, haciendo que nos viéramos fijamente.
Yo no iba a dejar eso así, por lo que la jalé hacia mí, provocando que se sentara en mi regazo y sin previo aviso la besé.
— Me sorprendiste un poco, pero fue porque me tomaste desprevenido — la recosté sobre la cama y me acomodé sobre ella dominantemente sin aplastarla — esto no se va a quedar así.
Sonrió gustosa y comencé a besar su cuello con desespero.
— ¿De qué te ríes, boba? — pregunté con diversión.
— Tu barba me está haciendo cosquillas.
— Admítelo: te encanta mi barba.
— La verdad sí, todo lo que venga de ti me encanta — sonreí para ella y volví a besarla.
Nunca eché de menos a alguien como a ella y a su cuerpo, a su hermoso rostro cerca del mío y su respiración sobre mi mejilla. Esta vez estaba completamente seguro de que no la soltaría por nada en el mundo.
ESTÁS LEYENDO
Amor ordinario - Simón Vargas
Fiksi PenggemarDetrás de un generoso ramo de tulipanes blancos encuentro con la mirada algunos de sus garabatos que amaba hacer al aburrirse. Su mirada... solar, pero emponzoñada. Porque mientras que por fuera te baña con la luz primigenia, por dentro te incendia...