XV

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— ¿Cómo es que se llama? — pregunto a Villamil.

Nath Campos. Es influencer o algo así. Vamos Moncho, podría darse una oportunidad para intentar algo con ella. Es linda y además no ha tenido a nadie desde Ángela.

A veces mi amigo era un poquito ingenuo.

— Aunque quisiera, solo hemos charlado un par de veces. Además tiene novio.

— Es verdad. Mejor no muevan nada ahí porque no está bueno enamorarse de chicas con novio. Siempre sale mal — intercede Martín, a lo que le di un golpe con el codo.

México era un país muy bonito. Últimamente estuvimos visitándolo con mucha frecuencia y esta vez nos íbamos a quedar al rededor de un mes ahí, haciendo promoción, conciertos y demás. Por lo que en cuanto tuve la libertad, decidí ir a caminar solo un rato.

Estaba dando la vuelta por un parque muy bonito hasta que mi espalda chocó con otra.

— ¡Perdón! — Dice atrapando la cámara que estaba por caer al suelo. Me quedé helado al ver a la persona que tenía enfrente.

Habían pasado casi tres años desde la última vez que la vi y esta vez sentía que se me derretía el corazón. Pero volví a recordar las últimas palabras que me dijo por mensaje y quería que la tierra me tragara.

— ¡Lu! Sé que a penas respondo y lo siento mucho. Te prometí ir a verte y te estoy fallando pero estoy muy ocupado hoy. No tengo manera de ir ahora, sin embargo mañana a primera hora estaré ahí contigo para festejar — respondí al fin con algo de remordimiento por no cumplir con mis palabras.

— No, gracias. Ni que fueras tan importante. Te estuve escribiendo por horas y me ignoraste. Igual no me interesa, sólo eras un jueguito para mí — al leer esto mi corazón se partió en mi pedazos.

— Lucifer, sé que estás molesta pero, créeme cuando te digo que lo siento mucho.

— No lo sientas, porque no quiero nada más contigo— Y por más que sintiera como si me hubiera arrancado el corazón y se lo hubiera llevado, no me resigné.

Así que la llamé. Pero me marcaba como fuera de servicio. De repente, ya nadie sabía nada de ella. Y lo que sea que tuvimos, se iba enterrando de a poco. Vivía en mis recuerdos, en una canción... Era mi ladrona.

— Lu.

— ¿Simón? — me observó de pies a cabeza completamente atónita ante mi presencia.

Sus ojos se aguaron y abrió los brazos para rodearme con ellos, al menos yo noté que tenía esa intención. Pero se arrepintió y me saludó con la mano.

— Wow. No pensé que te volvería a ver.

— Ni yo — Dije un poco seco.

Por más que mi corazón brincara de felicidad al tenerla enfrente mío, ella me había lastimado.

Lucía Torres

Dos años, casi tres, pasaron desde mi accidente. Pasé la mayoría de este tiempo en terapias para poder caminar de nuevo. Poco a poco logré rehabilitar mi vida.

Mi hermano Adrián y mi tía se habían mudado conmigo a México. Al morir mi padre nos dejó heredadas varias propiedades, entre ellas nuestra antigua casa en la ciudad que era sumamente hermosa y estar ahí era como tenerlos cerca de mí.

También me volví muy cercana a Mila, mi prima.

Lastimosamente, y algo que a veces todavía me hacía un poco de ruido en la cabeza era que yo ya no podía patinar. Aunque las terapias sirvieron perfecto, y tuviera el permiso de hacerlo, había desarrollado un miedo a ponerme los patines otra vez, por lo que decidí dejarlo por mi paz mental.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora