XXXIV

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— Qué cruel— responde Carmín negando con la cabeza — siempre sentí que la novia de Villa me daba mala espina, pero lo que hizo se fue muy lejos. ¿Perjudicar un lanzamiento tan importante de su novio, sólo por celos?

Suspiré.

— Lo peor es que tampoco estoy completamente segura de que fue ella. Porque no tengo pruebas.

— Pero, ¿cambiaste la clave de tus redes sociales?

— Obvio— Judith suspiró aliviada.

— Bueno, al menos ya no podrá hacerte algo más. Pero no te agobies, cambiemos de tema. ¿Qué te trae de España además de ese respiro que buscas?

— Ah, pues soy patinadora. En unos meses más tendré una competencia muy importante que será aquí y me va a entrenar una persona a la que admiro mucho— ambas me miraron emocionadas.

— Wow, si yo me subiera a unos patines acabaría estampada contra el suelo. Qué increíble.

— ¿Y ustedes? — ambas se sonrieron entre ellas con un brillo en los ojos lleno de ilusión.

— Llevamos años queriendo mudarnos a Madrid. Es nuestro sueño desde siempre, tenemos planeando abrir juntas un taller de pintura y algún día exhibir nuestras obras.

— ¿Enserio? ¡Eso es increíble! de alguna u otra forma las tres estamos cumpliendo nuestro sueño aquí.

— ¡Sí! Creo que de-

Mi celular comenzó a sonar en mi mochila, así que lo saqué y con algo de pena respondí.

Mierda.

Había olvidado por completo que Marco llegaba ese mismo día a España y yo pasaría por él y por Mila al aeropuerto. El plan era ir por ellos y llevarlos conmigo a casa.

— Ho- hola, Marco. ¿Todo bien?

— Sí — responde serio — ya llegué pero no te veo.

— No me mates, amigo. Pero lo olvidé por completo. Creo que no estoy muy lejos, no te muevas de ahí.

— No no, no hace falta. Conozco Madrid como a la palma de mi mano, si quieres puedes decirme dónde estás y te veo allí — volteé a ver a Carmín y Judith bajando el teléfono.

— Oigan, ¿les molestaría si se nos une un amigo?

— Sí. — Responde Carmín seria.

La vi algo apenada y después la chica se echó a reír.

— Es broma, Lu. Claro que sí. Nos gusta conocer gente. — Suspiré aliviada y volví a llevar el celular a mi oreja.

— ¿te parece si te envío la dirección? Estoy en un lugar llamado "Café Bianco"

— ¡Adoro el café de los Bianco! ¡Te veo ahí!

— De acuerdo, aquí espero.

Simón Vargas

Nath seguía y seguía evadiéndome, lo cual me estaba volviendo loco. Necesitaba urgentemente hablar con ella porque mi corazón y conciencia no podían más con la culpabilidad de amar a otra persona. Tan sólo quería sentir que estaba haciendo lo correcto. Lo correcto era romper de una vez por todas esa relación en la que jamás di el 100% de mí.

Me encontraba en México. No tenía otra opción que ir a buscarla directamente y aclarar el por qué de su indiferencia de los últimos días, y tal vez con algo de suerte, hablarlo en persona podría ser más ameno.

Toqué el timbre con los nervios recorriendo cada parte de mi cuerpo, mis manos sudaban literalmente y mi corazón latía demasiado rápido. Decir la verdad era lo mejor pero aún así estaba asustado. Yo sabía que ella me quería.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora