Odiaba los hospitales porque me traían recuerdos nada agradables.Pero esta vez era mi culpa. No tenía la obligación de estar ahí, sin embargo el remordimiento me perseguiría toda la vida si algo muy grave le pasaba a la rubia. No importaba cuánto dolor me había causado escucharla decir que ella había asesinado a mi padre, yo no sería capaz de pagarle con la misma moneda, ni mucho menos sin saber el por qué.
— Lu, ahora sí te pasaste— Dijo Marco con la vista en sus pies, y sus manos entrelazadas. Ya sabía, no necesitaba que me lo dijera cada dos segundos. Como llevaba haciendo desde el momento en que la habíamos llevado al hospital. Me ahorré decirle algo.
— Bueno, tampoco es que Keyla no se mereciera una... o dos patadas — Judith le propinó un manotazo en el brazo reprendiéndola.
— ¡Carmín!
— Bueno, bueno. Tal vez no dos, sólo una y con eso. Pero Lu casi la mata a golpes.
Escondí mi rostro entre mis manos, pero no duré mucho tiempo así ya que sentí la presencia de alguien frente a mí. Levanté la vista y observé a mi tía Mara, con aquel cabello pelirrojo perfectamente lacio y cuidado. Sin una sola arruga, pero con un gran rostro de decepción.
Sorprendida de verla ahí y no en casa como habíamos quedado, me levanté de inmediato y la tomé de la mano para llevarla a otra parte.
— Tía, ¿qué haces aquí? — Rascó su nuca con nerviosismo.
— Lu, debemos hablar.
— Sí, está bien pero cómo supiste que-
— Me llamaron — La observé confundida. ¿Por qué la llamarían? — el entrenador Galli, en realidad. Me comentó la situación porque muy probablemente esa chica decida demandarte y necesitarías un abogado.
— Yo... tía lo siento muchísimo. Es que ella dijo cosas horribles y me cegué por un momento. Llevo años soportando el constante daño que me hace y-
— Ya lo sé. Lo sé todo Lu. Por eso necesito hablar contigo: porque tienes que saber la verdad.
— ¿La verdad? — asintió rompiendo en llanto.
— Corazón, pase lo que pase, después de lo que voy a decirte no me odies, ni odies a tu padre.
Tragué saliva sin entender qué tenía que ver mi padre en eso. La pelirroja tomó mis manos y me observó destrozada.
— Hay un secreto que Miguel se estuvo guardando durante mucho tiempo para no hacerles daño a ti y a Adrián — guardé silencio para que prosiguiera — Antes de Lily, tu papá ya estaba casado.
Mi corazón comenzó a latir muy fuerte, al punto de sentirlo en los oídos.
— ¿Qué?
— Sí. Tu padre estuvo casado con otra mujer y tenían una hija. Miguel engañó a esa pobre chica con tú madre. Y para nada culpo a Lily porque siempre fue una mujer excepcional, pero Keyla le guardó un gran rencor a Miguel y a ustedes. Es por eso que ella te ve como una amenaza: porque eres su media hermana y no lo soporta.
Negué varias veces tratando de procesar tanta información.
— Pe-pero ¿cómo?
— Miguel no estaba enamorado de la madre de Keyla. Nunca fue así, se casó con ella obligado por nuestro padre. Y cuando realmente experimentó el amor con otra mujer, no soportó vivir atado a alguien que no le correspondía.
Sentía como si me asfixiara con un gran nudo en la garganta. No sólo porque me dolía en lo más profundo esa mentira tan grande que no hubiera sabido de no ser por acabar en una situación tan seria; sino que terminé siendo como la madre de Keyla. Un impedimento para que Simón lograra ser feliz con la verdadera persona que amaba. Tal vez si yo me hubiese olvidado más rápido de Simón, Nath no se habría visto enredada en las trampas de Keyla y Gabriela.
Me sentía ahogada en todos esos pensamientos fríos, como si hubiese caído en un lago congelado sin poder ser salvada. No había oportunidad de nadar en ellos y comprenderlos, tan sólo estaba a la deriva. Me aturdían tanto como el llanto de una sirena tratando de hundir un barco, me hacía sentir esclava de las paredes de aquel naufragio.
— Casi mato a mi hermana, tía — me abracé a ella —yo... me deje llevar porque me dijo que había quemado el restaurante.
— ¿Que ella hizo qué?
— No lo sé. Trato de pensar que sólo me dijo eso por el enojo, pero tengo miedo y más ahora que sé que somos familia. Tú crees que... ¿crees que ella haya matado a mi padre?
— Es una acusación fuerte.
— No respondiste mi pregunta.
— No lo sé. Tal vez la ira la consumió. Creo que esa chica puede ser capaz de cualquier cosa, y si ella mató a mi hermano... me encargaré de refundirla en la cárcel. Sólo espero que no levante cargos contra ti por lo de hoy. Ahora mejor vamos a casa, sé que te preocupa que ella esté grave pero no le pasará nada. Vamos a descansar.
Asentí y me acerqué a mis amigos.
— Chicos. La situación es mucho más complicada de lo que parece. Creo que es mejor que me vaya y... eso. Sólo eso. Los quiero — dejé un beso en la mejilla de cada uno y me despedí.
Al llegar a casa me observé al espejo. Estaba hecha un asco, tenía un gran moretón sobre la mejilla, y sangre seca en el labio. Aún dolía. Me enjuagué el rostro y volví a ver el espejo ahora con más claridad. No me cabía en la cabeza lo que mi tía me había contado. Quería que todo fuera un sueño y recuperar aquella estabilidad que tanto tardé en obtener. Esa que un sólo día se llevó entre las manos como arena colándose entre las orillas de los dedos.
Salí al balcón con el viejo poemario color negro. Comencé a pensar en el dolor que estaba ocasionando en mi pecho tenerlo conmigo. Yo no lo merecía, él no tuvo que dármelo si no me amaba.
"Poemas desesperados: volumen no.1"
Ya qué más daba, si nunca iba a volver. Si él ya estaba con su verdadera ladrona.
Lo arrojé al bote de basura porque el fuego me aterraba y era demasiado cobarde como para quemarlo.
Las horas pasaban demasiado rápido, yo las sentía lentas hasta cada cierto tiempo cuando volvía a recuperar la noción. Ni siquiera había podido saludar a mi hermano porque estaba demasiado sumergida en mis pensamientos. Ya eran las diez de la noche y yo seguía despierta, aunque el nutriólogo me indicó que era importante dormir temprano.
Escuché el timbre de la puerta. ¿Quién sería a esas horas? parecía ser que mi tía no estaba dispuesta a abrir la puerta así que con disgusto tuve que levantarme y abrir a aquella persona tan insistente.
— ¿Judith? ¿Qué estás haciendo aquí? — dije abriéndole paso para que entrara. En Madrid y en esas épocas, la temperatura a las 11 ya era demasiado fría.
— Lu, necesito contarte lo que me pasó hoy. Carmín se fue directo a casa y... bueno, Marco y yo fuimos a la feria. Ya sabes, él aún está triste por su ruptura con Mila — asentí — y yo sólo quería algodón de azúcar.
— ¿Y eso viniste a contarme?
— No, es que conocí a un chico. Quiero decir, he conocido a muchos chicos este año pero él me transmitió-
— Una vibra muy tranquila.
— ¿Cómo sabías que diría eso? — me crucé de brazos y le sonreí a medias.
— Porque te conozco excelente, linda. No estarías tan emocionada con alguien a menos que conectes espiritualmente con él al instante — asintió rápidamente y con emoción — ¿Es guapo?
Sus ojos brillaron.
— Es guapísimo. No es de aquí. Y tiene un cabello largo muy hermoso. Me encantaría trenzarlo.
— Amiga, creo que te perdí. Estás muy flechada — su sonrisa desapareció.
— Por supuesto que no, sólo me parece lindo y además él me dijo que estaba aquí por un corazón roto.
— ¿Hoy es el día en que todos tienen roto el corazón?
— ¿Lo dices por Marco?
Lo decía por Marco y también por la gran decepción que sentía por mi papá.
El timbre sonó una vez más. Estaba completamente segura de que se trataría de Carmín en busca de Judith.
Error.
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Amor ordinario - Simón Vargas
FanfictionDetrás de un generoso ramo de tulipanes blancos encuentro con la mirada algunos de sus garabatos que amaba hacer al aburrirse. Su mirada... solar, pero emponzoñada. Porque mientras que por fuera te baña con la luz primigenia, por dentro te incendia...