XXII

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Debí suponer que Pedro me iba a apuñalar por la espalda e iría con el chisme a decirle a los chicos lo que me había pasado. Claramente ellos iban a preguntar por qué se canceló la sesión de fotos.

Muy tonto de mi parte.

— Soy Marco, un gusto. — Simón se veía un poco confundido.

— Simón — responde tratando de entender.

— Bueno, creo que mejor me voy — Y huyó. Cualquiera lo haría en un ambiente tan incómodo y con un chico observándolo como si fuese a asesinarlo.

— Es sólo un amigo, Simón.

— No importa, ¿cómo estás? ¿cómo te sientes? — se sentó a un lado de mí.

Quería mentirle. De verdad quería hacerlo, necesitaba decirle que estaba bien. Pero no me quedaban suficientes fuerzas, ni tampoco las tenía para contarle la verdad. Me encontraba entre la espada y la pared, acorralada por un trauma que medianamente creía haber superado.

Simón me observó comprensivo, como siempre lo fue en mis peores momentos. Él siempre sabía qué hacer cuando me veía romperme de esa forma: Guardar silencio y brindarme un abrazo, aunque dentro de él se sintiera confundido por no saber exactamente qué era lo que estaba pasando por mi mente. Qué era lo que causaba un sentimiento de presión en el pecho.

— Siempre estaré para ti, Lu. Aunque no me respondas ahora qué pasó, yo te voy a entender.

(...)

— ¿Cómo te sientes? ¿Te sigue doliendo?

— Mejor, ya no me duele tanto. Hoy podemos reponer la sesión — me observó con disgusto.

— No me convence tu respuesta, Lu. Si no te sientes bien podemos esperar — me crucé de brazos — y no se te ocurra reprocharme, sólo quiero tu bienestar.

— No seas tan sobreprotector,  Simón. Trabajo es trabajo, lo que menos quiero es quedar mal.

— Pedro lo comprenderá, y los demás también.

— No tienen que comprender nada, voy a ir a esa sesión de fotos.

— Eres demasiado terca, Lucía Fernanda — abrí los ojos con sorpresa y me eché a reír.

— No me digas por los dos nombres, me haces creer que estás molesto conmigo— relajó un poco más su rostro y acarició mi mejilla con su pulgar.

— ¿Prefieres Lucifer?

— Definitivamente sí.

— Está bien, Lucifer. Arréglate y te llevo a desayunar algo rico — sonreí y besé sus labios.

— Eres el mejor. ¿Lo sabías?

— No quiero sonar presumido pero sí, lo sé.

Simón Vargas

Qué raro me sentía. Lu ya era mi novia. Me hacía sentir muy feliz, pero en el fondo yo tenía miedo todavía, aunque sabía perfecto que mentirle a Villamil era horrible, la culpa me consumía y la cobardía me robaba las palabras correctas para contarle. ¿Qué iba a pensar cuando se enterara que Lucía lo había dejado no sólo por el enorme problema con Daniela, sino porque ella estaba enamorada de mí? ¿Qué carajos iba a sentir sabiendo que le mentí durante los últimos años sobre para quién era la canción que escribí?

No me lo iba a perdonar.

Me ponía en los zapatos de Juan Pablo, sentía el sabor amargo de la traición, y recordar lo orgulloso y rencoroso que era, solamente me hacía querer desaparecer de todo.

— ¿Entonces ya son pareja? — cuestiona Martín emocionado — Bien, perro. Siempre supe que terminarían juntos, me alegro mucho por ustedes.

— Debo admitir que esto hasta hace unas semanas, no lo vi venir. Pero estoy muy feliz, se nota que se quieren... Aunque no te veo muy contento — rasqué mi nuca con nerviosismo — ¿Hay algo que debamos saber?

Suspiré.

— Tengo la sensación de que estoy haciendo algo mal, ¿saben? muy en el fondo tengo esa voz que me dice que no es el momento de estar con ella. Me retiemblan en la cabeza dos asuntos pendientes, todavía. Yo la quiero desde que tengo memoria, y siempre me entrego ciegamente a ella, sin embargo... no les voy a mentir, he estado hablando muy seguido con Nath. Y me llama un poco la atención.

Ambos se lanzaron miradas de disgusto.

— Simón, creo que si usted siente algo por Nath era mejor no hacer ilusiones a Lu — me reprende mi hermano — sé mejor que nadie que Lucía daría todo por usted, y no merece que le hagan esto. La va a destrozar.

Bajé la mirada.

— Yo nunca la lastimaría. La amo.

— Hermano, sabemos eso. ¿Pero no cree que si en verdad la ama tanto como dice, no dudaría sobre su relación con ella pensando en otra chica?

— Es que estoy confundido. Nath es increíble, es divertida, es muy bonita, hace chistes conmigo y me hace sentir muy cómodo. Pero Lu siempre ha tenido mi corazón, a veces creo que se incrustó en él  y que eso no me hace bien.

— Moncho, es que ya no sé ni qué decirle, perro. Me esfuerzo en entenderlo, le prometo que sí. Pero no le hallo pies ni cabeza a su sentir, dice que ama a Lu, pero a la vez le está gustando Nath.

— Es complicado, lo sé. Tal vez debería dejar de hablar con Nathalia, para evitar más confusiones. De igual forma Villa todavía no sabe nada de esto y no encuentro la forma de contarle. Le prometí a Lu que le iba a decir en cuanto hagamos la escala en Bogotá, pero no logro encontrar las palabras — Marto palmeó mi espalda.

— Yo creo que eso es lo que menos debería preocuparle, Villa está enamorado de Gaby. Tal vez le moleste un poco que no se lo contaran antes, pero de ahí en fuera no considero esto como algo grave. Lo único que le pido, Simón, es que no le haga daño a Lu. Tenga cuidado con lo que siente y no le mienta. Si usted llega a sentirse más atraído por Nath, corte con esto de raíz. Ella no está para soportar otro engaño, menos si se trata de alguien a quien ama tanto.

Tragué saliva. Mi nuevo miedo era herirla.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora