XIV

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Pasaron algunos días desde esa noche. Aprovechando que ellos estarían en la ciudad un mes, volvimos a tener contacto y a vernos cada que podíamos. A veces ellos estaban muy cansados por tantas vueltas que daban en el día, dando entrevistas y conciertos, a los que yo nunca podía asistir porque, las vueltas de la vida — más bien, la mala suerte—me obligaban a tener sesiones de fotos y trabajar hasta tarde en ellas cada vez que ellos daban uno.

Mi relación con Simón seguía siendo extraña, entendía el hecho de que él no quería tener problemas con Villamil pero aún era muy raro todo para mí.

— ¡Hey! — había chocado con un chico.

Genial. Mi blusa favorita ahora tenía una enorme mancha de café.

— Lo siento muchísimo, estaba un poco distraído— noté su preocupación en su rostro y me relajé un poco.

— Bueno. Ya está. Es sólo una mancha, no te preocupes— le sonreí cálidamente y seguí con mi camino.

— ¡Espera! — paré en seco — Deja que te compense. Pagaré tu café.

— De verdad, no es necesario.

— Soy Marco— responde con timidez.

— Lucía— estreché su mano — Supongo que no eres de aquí.

— No, soy italiano. ¿Se nota mucho?  — preguntó simpáticamente.

— La verdad sí, tu acento es algo marcado. Me gusta.

Al final terminé por aceptar el café de Marco, parecía una persona muy agradable y teníamos bastantes cosas en común. Me confesó que me reconoció inmediato porque me había visto en esa competencia, moría de vergüenza por la caída pero él dijo que estaba todo bien, que era normal caer. Me quedé pensando en eso, y aún así todavía me afectaba mucho ese día.

— Me parece una gran coincidencia haberme topado contigo. Yo entrené algunas veces con Karla — dijo dando sorbo a su café — ella estuvo unos cuantos años en Italia, no sé si recuerdes eso.

— Lo recuerdo. Nos dejó con una entrenadora terrible — respondí entre risas — pero sí. Es increíble. Si patinara todavía, seguro que me gustaría mostrarte algunas cosas.

— ¿Ya no patinas? — tomé mi bastón y lo golpeé dos veces contra el piso — Buen punto. Lo siento. Fue muy estúpido de mi parte preguntar lo obvio.

Iba a decir algo más pero mi teléfono me interrumpió. Era Simón, de quien ya tenía bastantes llamadas perdidas.

— Lo siento, debo contestar.

— Adelante.

Me levanté de mi lugar y caminé un poco hacia otra parte.

— ¿Hola?

— Lu. ¿Qué más? ¿Todo bien? Te llamé algunas veces y no respondías. Te estamos esperando en casa— maldije a mis adentros cuando recordé que había quedado con ellos.

— Eh, sí. Todo bien. Es que me desvié un momento y se me olvidó. Estoy cerca, voy para allá.

— Te quiero— sonreí.

— Yo más.

Respiré hondo y regresé con Marco. Era un chico agradable y quería seguir hablando con él, pero ya había quedado con los chicos y sería muy grosero de mi parte dejarlos plantados.

— Marco, hace un rato iba de camino a casa de unos amigos así que, debo irme. Gracias por el café y siento haberte chocado.

— Yo te choqué a ti. Era lo menos que podía ofrecerte — sonrió — tranquila. Puedes irte.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora