XXXIX

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Llegué a mi casa lo más rápido que pude y observé a mi tía sentada sobre el sofá. Con la cara entre las manos sollozando con fuerza. Inmediatamente, sin pensarlo dos veces, solté el bolso y me dirigí a ella para abrazarla por los hombros. Dejé un beso sobre su cabeza antes de preguntar algo. No sabía qué pasaba pero moría de preocupación.

— Lucía — levantó la mirada y su rostro empapado en lágrimas me desgarró el alma — Keyla mató a tu papá. En verdad lo hizo.

Sentí mi garganta hormiguear y mi corazón comenzó a latir con fuerza. Mi rostro empezaba a ponerse caliente, y en cualquier momento las lágrimas caerían sin permiso alguno.

— ¿Segura? — asintió varias veces.

— Me voy a encargar de que pague, tía. Te lo prometo. No voy a permitir que siga saliéndose con la suya.

— Lu, no vas a poder hacer eso porque — sollozó más fuerte, a penas pudiendo hablar — porque ella se quitó la vida. No soportó la culpa y se la llevó consigo. — Mi cerebro trataba de procesar todo.

Entendía lo que pasaba, pero sabía que por más daño que Keyla nos había hecho a mí y a mi familia, jamás habría deseado que acabara de esa forma.

— Tía... y si ella— tomé aire — hizo lo que hizo, ¿cómo estás tan segura de que fue quien quemó el restaurante?

— Adrián — mi piel se erizó al escuchar el nombre de mi hermano — Sólo quiso a hablar con él. Lo único que pudo hacer fue entregarle una carta a él y pedirle que la leyeras. Le confesó lo que había hecho. Hace un momento me llamaron para decirme que ella... ya no está.

— ¿Leíste esa carta? ¿Dónde está? — señaló con la mirada hacia la mesa de centro. Donde se encontraba un sobre color amarillo.

Mi corazón latía tan fuerte que casi podría salirse de mi pecho en cualquier momento. Temblorosa tomé aquel sobre entre mis manos y lo abrí. De él cayó una carta con una letra cursiva que yo conocía a la perfección.

Para Lulu, de papá.

Volteé a ver a mi tía atónita, ¿por qué carajos Keyla tenía una carta de mi padre que me pertenecía a mí?

Hija, si estás leyendo esto, es probable que ya no esté contigo. Quiero que sepas que decidí escribir esta carta para que tu yo del futuro la reciba el día en que yo muera.
Sé que siempre me has considerado tu héroe, lo soy y créeme que me esfuerzo cada día de mi vida por darles a ti y a Adrián la vida que merecen. Soy el hombre más afortunado del mundo porque aunque perdí a Lily, tengo dos pedazos de ella compartiendo cada día conmigo. Escribo estas palabras específicamente para ti porque a raíz del sueño del que me contaste hace un rato, me quedé pensando y... no soy para siempre. Yo no los he preparado para mi descenso.
Por eso, si estás leyendo esto, es importante que sepas que te amo mucho y que lo que voy a contarte es importante y tienes que saberlo.
Lily siempre fue el amor de mi vida, sin embargo, antes de ella mi padre me obligó a casarme con una gran amiga de la infancia. La quería pero sabía muy en el fondo que jamás funcionaría.
El problema fue cuando me enteré que ella estaba esperando una hija nuestra. No pude arreglarlo y... de verdad me siento muy culpable porque en todas las veces que esa niña te ha lastimado, no estuve allí.
Sólo quiero que le digas la verdad: que no dejé de amarla nunca porque también es mi hija, que siempre quise acercarme a ella pero no me lo permitió.

Los amo a los tres y lo único que va a tenerme en paz, es que Keyla, Adrián y tú siempre estén bien con ustedes mismos.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora