XVII

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Inconscientemente aguantaba la respiración, sentía tan cerca de mí la suya que me daba miedo sucumbir a él y acabar besándolo. Era demasiada tentación. No podía permitírmelo. Carraspeé un poco y me alejé.

— No importa. Deberías meterte a bañar — me miró un poco decepcionado.

— Bueno. ¿Pero ya me vas a decir qué hacías dentro del armario? — suspiré.

— Es que quería entrar al baño pero me confundí de puerta. Entonces te oí venir y me escondí porque — me miraba aguantando la risa — porque no quería que pensaran que estaba de chismosa o algo así, ¿okay?

— No te preocupes. De verdad, no pienso eso de ti — dijo viendo a mis labios.

— Me-mejor me voy — Dije dándome la vuelta, pero él me detuvo del brazo.

— No te vayas — me apegó a él y pegó su frente con la mía — Lucía, ya no huyas de mí porque si vuelves a hacerlo te juro que voy a sentirme incompleto otra vez. Me haces tanta falta que sobro dentro de mí.

Mis piernas comenzaron a temblar cuando escuché esa ultima frase. Esa frase que era fragmento de uno de sus poemas.

— ¿Enserio escribes? — pregunté emocionada.

— Sí, pero no suelo mostrarle a nadie. Al menos no mis poemas porque son un poco privados. A algunos les pueden parecer algo cursis y cliché. Sinceramente creo que lo cliché es bacano. Siéntete afortunada de leerlos y cuida el poemario con tu vida — dijo entregándome el cuaderno negro.

Ahora es tarde para arrepentirse
aunque tenga que ser un secreto
y vivirlo, sin dejarlo translucirse
amor condenado a ser discreto.
Me haces tanta falta que sobro dentro de mí.

— No hagas esto, Simón — respondí bajando la mirada.

— ¿Hacer qué?

— No me hagas recordar las palabras de ese poemario porque no quiero enamorarme de ti con tanta fuerza como lo hice alguna vez, ¿entiendes? — asintió.

— Yo sí quiero que te enamores de mí. Quiero que vivas enganchada a mí porque tienes mi corazón en tus manos desde hace años. Porque me lo robaste. Maldita sea, Lu. Quiero hacerte mía — me tomó de la cintura y me apegó a su cuerpo — Y no quiero que me lo devuelvas. Quédatelo toda la vida si eso quieres.

No sabía qué decir. La tensión en la habitación indudablemente, había aumentado. Comenzaba a hacer algo de calor. El chico sin previo aviso besó mis labios con desesperación.

Nos recostamos sobre la cama y sentí sus manos acariciar mi espalda por debajo de la blusa. Ante el más mínimo contacto de las yemas de sus dedos contra mi piel sentía que iba a estallar.

Me despojó de ella y comenzó a besar mi cuello, tiré mi cabeza hacia atrás y mordí mi labio para no hacer ningún tipo de ruido. El chico se quitó las gafas y regresó a devorar mis labios, podía sentir lo hinchados que estaban pero en ese momento no importaba nada. Todo era tan perfecto hasta que alguien tuvo la maravillosa idea de interrumpir.

— ¡Ay, no me jodan! — Exclama Isaza cerrando de golpe la puerta. Me pegó un susto tan horrible que caí de la cama.

— ¿Qué pasó? — Se escucha la voz de Villa.

— Nada — le contesta — Es que Simón se estaba cambiando y lo vi. Es todo.

— No asuste. ¿Y Lu? Ya se tardó.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora