XIII

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Simón Vargas

Estaba un tanto nervioso. Sabía que volvería a ver a Lu el fin de semana pero aún así, después de eso quién sabe cuándo iba a poder escaparme de nuevo a Bogotá.

El trabajo en España iba a ser durísimo y tendría que estudiar en línea. Tal vez no tendría tiempo, eso me tenía muy preocupado. Y el hecho de que lo que teníamos todavía era un secreto, lo volvía el doble de complicado.

— Va a estar bien, perro. No se preocupe de más — Dice Isaza palmeando mi espalda, después de haber entrado al departamento.

— ¿Quién?

— No se haga el desentendido, Moncho. Sé que últimamente ustedes dos eran muy amigos y obviamente se preocupa mucho por ella. Igual que todos. Han sido momentos difíciles para Lu. Pero se va a recuperar.

— Sí, es sólo que... No, nada. No me haga caso — frunció el ceño.

— ¿Hay algo que quiera contarme, Simón?

— No, no es nada. Es que sí estoy preocupado. Es mi... es mi amiga. Le dije que no la iba a dejar sola y eso fue lo que hice. Me siento un poco mal por eso — intentó sonreírme.

— No la dejó sola. Recuerde que están Roxanna y Natalia todavía. Seguro que la cuidan bien.

— Sí, supongo.

Lucía Torres

Los brillos en el rostro me causaban algo de picazón. Y sentía algo de frío con el vestuario que llevaba puesto. Pero estaba emocionada. Tal vez mi tía Mara y Adrián no iban a ir a verme pero Simón sí y eso me devolvía las esperanzas. Aunque él ya se supiera esa coreografía a la perfección de tantas veces que me vió practicarla, ansiaba ver su rostro al presentarla por fin. En mi ciudad.

— No olvides ajustar bien los cordones de los patines, Lu. Es importante para que no se desaten y tropieces — Dice Karla caminando en círculos mientras revisa su celular con nervios.

— Sí, tranquila.

— ¿Las ruedas? ¿Las ajustaste correctamente? ¿Revisaste los patin...

— Todo está en orden, entrenadora — sonrió.

— Tienes razón. Es que es la primera vez que competirás fuera del país y estoy muy ansiosa — Ja. Dígamelo a mí.

— También yo lo estoy, y si no me sale el-

— Lucía, me has preguntado quinientas veces desde que viajamos hasta acá qué pasaría si no te sale el salto. Y te lo voy a decir una última vez: Te saldrá porque lo haces muy bien. Lo has practicado por meses.

Inhalé profundo y cerré los ojos. Mi corazón comenzaba a latir con fuerza. Revisaba una y otra vez mi celular en espera de algún mensaje o llamado de Simón.

En todo el día no me había dicho absolutamente nada. Si ya venía en camino, si llegaría hasta la hora de la competencia... Tal vez se le habría acabado la batería.

— Yo debería estar en tu lugar. No de suplente — Afirma Keyla rodando los ojos.

— ¿Podrías parar de quejarte por una vez en tu vida? Desgasta tu tiempo en hacer otras cosas en vez de molestarme— levantó la vista de su celular, y me lanzó una mirada amenazante.

— Me quitaste el titular para la competencia, a Roxanna y ahora también a mi chico. Ya estoy harta de que siempre te metas conmigo. Así que no, no voy a dejar de molestarte hasta que lo lamentes — la observé con confusión.

— ¿Tu chico? ¿De qué me estás hablando?

— No te hagas tonta, Lucía. Estoy hablando de Simón — tragué saliva. ¿De dónde lo conocía? Ella ni siquiera era de nuestro colegio.

Amor ordinario - Simón Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora