Capítulo 08

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¡Quiero que seas
mi esclavo! ┗━━━━━━━━━ೋ❀❀ೋ✿┛


        Mientras decía esto, Ji Ning levantó un poco el pie y la espuela presionó firmemente la garganta de Bai Qingyan. La falta de oxígeno hizo que aparecieran destellos dorados ante los ojos de Bai Qingyan, pero aun así pudo ver la expresión de esa persona. Tan fría y llena de odio.

        Bai Qingyan pensó que hacía diez años que no había visto a esta persona tan de cerca. Había cambiado tanto, tanto, que era completamente diferente del joven que recordaba.

        —General Ji... cof, cof... si realmente me odias, no... no deberías haberme salvado. ¿Qué hay de malo en dejarme a mi suerte?

        —¿Acaso quieres decirme que esta mañana realmente querías morir? —Las palabras de Ji Ning estaban llenas de burla—: ¿Pensaste que te creería?

         —Ji Ning... —Bai Qingyan suplicó—: Prometiste que si estaba dispuesto a morir, nos tenderías una mano. Ahora...

        —Es cierto, lo prometí.

        Los ojos de Bai Qingyan se iluminaron. Antes de que pudiera alegrarse, Ji Ning continuó:

        —Pero te veo ahora, capaz de hablar y moverte, ¿cómo puedes parecerte a un muerto?

        El rostro de Bai Qingyan se puso pálido de repente. Sus labios comenzaron a temblar.

        —Ji Ning, ¿realmente no piensas detenerte hasta que me veas morir?

        —Tus palabras son realmente desvergonzadas. Tú mismo dijiste que harías lo que yo quisiera sin atreverte a desobedecer. Pero cuando te ordeno que seas mi esclavo, te revelas ante mi, diciendo que prefieres morir antes que serlo; finges querer suicidarte, pero tú mismo lo evitas, sin querer morir de una vez. —Ji Ning miró fijamente a los ojos de Bai Qingyan—: ¿Qué? ¿Aún quieres decir que soy yo quien te está forzando a morir? Bai Qingyan, esta situación de hoy te la has buscado tú mismo.

        —Yo... —Bai Qingyan se sintió completamente desesperado, cerrando los ojos. Si no fuera por su leve respiración, realmente parecería un cadáver. Haberlo llevado a este punto debería haber complacido enormemente a Ji Ning, pero al ver a esa persona en ese estado, su respiración se detuvo, sintiéndose inexplicablemente irritado.

        De alguna manera, la imagen de Bai Qingyan golpeándose la cabeza contra la gran cadena de hierro volvió a aparecer ante los ojos de Ji Ning. Su corazón se tensó, y sin querer, agarró los hombros de Bai Qingyan con ambas manos, diciendo ferozmente:

        —¡Ya que te niegas a morir apropiadamente, este camino está bloqueado! Si quieres que salve a la gente, ahora mismo arrodíllate ante mí y reconóceme como tu amo, ¡sé mi esclavo despreciable! ¿No te importaban esos prisioneros de guerra de Yuyao? Si vuelves a intentar suicidarte, ¡los desollaré vivos uno por uno frente a tus restos y los arrojaré a los perros! ¿Has entendido?

        —...Yo... no seré un esclavo.

        —¡Tú!

        —Ji Ning, si me pides que muera, puedo hacerlo. Pero si insistes en que sea un esclavo, es imposible que lo acepte. Nosotros, el pueblo de Yuyao, ¡no seremos esclavos de nadie!

        Esta frase tocó completamente el punto sensible de Ji Ning. Agarró a Bai Qingyan y le dio una bofetada:

        —¡Eso no depende de ti!

        —¡Yo, Bai Qingyan, prefiero morir antes que ser un esclavo!

        Después de años de revolcarse entre cadáveres, el temperamento de Ji Ning se había vuelto extremadamente violento. Además, el objeto de su preocupación era Bai Qingyan. Estas palabras penetraron en sus oídos y, ¿cómo podía contenerse? Le dio una patada en el abdomen.

        —¿Te atreves a repetirlo?

        Bai Qingyan gritó con agonía y se encogió, temblando. Esta patada había rasgado de nuevo la herida en su cintura, haciéndole sentir un dolor insoportable que ni siquiera podía ponerse de pie, mucho menos responder a Ji Ning.

        Pero llevaba puesto la capa negra de Ji Ning, así que no se veía su herida. Ji Ning pensó que se estaba resistiendo a propósito, y su ira aumentó aún más. Le dio otra patada, esta vez sin contenerse nada. Golpeó justo en el abdomen, y Bai Qingyan sintió que sus órganos internos se habían movido, a punto de vomitar, sin siquiera poder gritar.

        —¡Te ordeno que hables!

        Ji Ning gritó y levantó el pie de nuevo. Bai Qingyan vio venir la patada, pero ni siquiera tenía fuerzas para esquivarla. No dudaba que si le daba otra patada en el abdomen, probablemente moriría aquí.

        Sin escapatoria, decidió rendirse. Cerró los ojos, esperando que ese hombre le diera una patada mortal en el abdomen. En ese momento, no sentía miedo, sino más bien una sensación de ironía: ¿quién podría haber imaginado que, después de toda una vida de combates, no moriría en el campo de batalla, sino a manos de la única persona que amó?

🅟🅓🅤🅒🅒 〖Vol.Ⅰ〗(Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora