🅟🅓🅤🅒🅒 〖Vol.Ⅰ〗(Completo)

Capítulo 40

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¿Realmente creíste,
Bai Qingyan, que podrías
escapar de mi control?
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        —...Si no estoy dispuesto, ¿tendré que morir junto con ellos? ¿Es así?

        —¿Morir? ¡Qué buena idea tienes! Por supuesto que te mantendré vivo, para que veas con tus propios ojos cómo esos bastardos de Yuyao mueren poco a poco de frío y hambre, y luego son despedazados por lobos y bestias. Te lo diré: ayer, antes de que despertaras, se sacaron quince cadáveres de las jaulas.

        Bai Qingyan clavó sus uñas en las palmas de sus manos, dejando marcas de sangre sin siquiera darse cuenta. ¿Quince? ¿Después de que lo secuestraron, otros siete compatriotas perdieron la vida?

        —Si hubieras aceptado ser un esclavo ayer, ¡ayer no habrían muerto! Puedes pensarlo bien, aferrándote a tu arrogancia de príncipe. Veamos si cuando todos esos bastardos hayan muerto, todavía te niegas a obedecer. Eso de no querer ser esclavo no es más que buscar fama, ¡usar la sangre de esos bastardos para ganar renombre para ti mismo! Si es así, quédate sentado en esta habitación esperando a que todos mueran. Cuando llegue ese momento, tendré mis propias formas de hacer que te arrodilles y me ruegues que te acepte como un esclavo despreciable.

        Al escuchar esto, Bai Qingyan comenzó a temblar por completo. Las palabras de Ji Ning eran como espadas envenenadas, cada una apuñalando su corazón.

        ¿Realmente fue su arrogancia la que causó la muerte de tanta gente? La mente de Bai Qingyan retumbaba, y no dejaba de escuchar la frase “usar su sangre para ganar renombre para ti mismo”.

        Después de decir todo esto, Ji Ning miró una vez más a Bai Qingyan, pero por alguna razón dejó escapar un largo suspiro. Luego se dio la vuelta para salir.

        —¡Espera!

        Bai Qingyan extendió la mano para agarrar la manga de Ji Ning, pero no lo logró. En cambio, se cayó de la cama, golpeándose fuertemente contra el suelo. La caída fue dura, con nuevas heridas sobre las viejas en sus piernas, e incluso la herida en su cintura parecía desgarrarse de dolor. Pero ni siquiera se molestó en revisarse, se arrastró hacia adelante y agarró el dobladillo de Ji Ning.

        —¡Suéltame!

        —¡General Ji!

        —¡Te dije que me sueltes, ¿no me oyes?!

        Ji Ning le dio una patada, enviando a Bai Qingyan a varios pasos de distancia. Bai Qingyan lo vio salir por la puerta, sintiendo como si mil flechas atravesaran su corazón, como si sus entrañas ardieran. Solo tenía un pensamiento en mente: ¡no podía permitir que por su culpa muriera otra persona de Yuyao!

        —¡General Ji, por favor espera! Yo... ¡estoy dispuesto!

        Pero los pasos fuera de la puerta no se detuvieron, de hecho, se alejaron más rápido. Bai Qingyan sabía que, ya que Ji Ning había dicho que lo dejaría “sentado esperando a que todos murieran”, no volvería a aparecer hasta que toda la gente de Yuyao hubiera muerto. En su desesperación, gritó:

        —¡Estoy dispuesto, estoy dispuesto! ¡Déjalos vivir, por favor! ¡Estoy dispuesto a ser tu esclavo, a hacer lo que ordenes, a que me trates como quieras!

        Después de gritar esto, Bai Qingyan sintió un sabor dulce y metálico en su garganta y vomitó un bocado de sangre. Sus diez dedos estaban clavados en el suelo, con las uñas tornándose azules. Su pecho estaba tan oprimido que apenas podía respirar, como si algo que había guardado durante más de diez años también se hubiera roto junto con él.

        Vomitó otro bocado de sangre, y la vista de Bai Qingyan se nubló. En ese momento, una gran mano lo levantó.

        Bai Qingyan fue abrazado por Ji Ning. Todavía no podía ver claramente la expresión de Ji Ning, pero podía sentir la fuerza con la que lo sostenía, casi aplastándolo contra su pecho.

        Ji Ning lo abrazaba demasiado fuerte. Bai Qingyan no podía respirar en absoluto, sentía que todos sus huesos crujían, como si pudieran romperse en cualquier momento. Entre el zumbido en sus oídos, pareció escuchar una voz confusa:

        —¿Ves? Al final, tú, Bai Qingyan, terminarías cayendo en mis manos. ¿Realmente creíste que podrías escapar?