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Después de una hora de mi primera presentación, me ocupe así mismo de ayudar a los chicos.

Eran personas sencillas, humildes y muy divertidas.
Canté por segunda y última vez en la noche. Ya solo faltaba media hora para salir.

El bar abría sus puertas desde el día miércoles hasta el sábado, a las ocho de la noche y cerraba a las diez.

Pero todos nos dedicábamos a limpiar después de esto y a las diez y media abandonábamos el lugar.

Eso era perfecto porque mi mamá siempre llegaba a las once de la noche de sus juntas.

También le habíamos dicho a Vanessa que tomábamos ese horario por mi mamá y que no se preocupara, ya que una vez finalizadas las clases regresaríamos a casa.

Mientras esperaba que Valentina se cambiara, Ruggero se acercó a mí.

-Bueno, cuando recién llegué no me presente de manera adecuada.- ¡Aleluya!, se dio cuenta.- Pero tú tampoco.

Mi celebración interna se desvanece. Como se atreve a decir eso, él se quedó ahí parado mirándome.

-No entiendo por qué lo dices.

-Por tu antifaz. Ahora, quítatelo para que podamos presentarnos como gente normal.

-No

-¿No?

-No

-¿Por qué no?

-Digamos que usarlo es una condición que impuse y que se debe respetar, por ende nadie conocerá mi rostro.

El me mira extrañado y lo entiendo. No todos los días conoces a alguien que se niega a quitarse un antifaz.

-Ok, esto no sucede siempre. Pues te doy la bienvenida chica misteriosa.

-Mi nombre es Mía.- le aclaro.

-Ya lo sé.- lo dice con una sonrisita.

-Listo Mía, podemos irnos.

Valentina se acerca a nosotros, se despide de Ruggero y me jala del brazo para dirigirnos a la salida del bar.

Antes de salir, doy media vuelta y lo veo a él. Parado con una sonrisa divertida y despidiéndose con la mano.

-Karol, tenemos que idear un plan para los días sábados.

Cierto, mi madre solo tenía reuniones de lunes a viernes. Entonces teníamos que pensar que decir para poder salir el sábado.

-Pues le diré que me quedaré a dormir en tu casa. Que los sábados nos dedicamos hacer todas las tareas, no se negará a eso.

-Bien, cuando lo digas, usa voz de convencimiento por favor.

Antes de llegar a la casa de Valentina, ella se quita la peluca y me ayuda a mí con las extensiones.
Yo me encargo de quitarme el antifaz.

Al llegar subimos a la habitación, nos turnamos.
Mientras ella se quita el maquillaje, yo entro al baño y tomo una ducha sin mojarme el cabello.

Al salir, me pongo mi pijama, quito mi maquillaje y trenzo mi cabello.

No espero ver salir a Valentina porque caigo en la cama y abro los ojos a la mañana siguiente.

Nos arreglamos como de costumbre y bajamos a desayunar.

Valentina se encarga de dejarme en casa, antes de la llegada de mi mamá de su viaje.

Los demás días transcurren normalmente, de la casa a la universidad y de la universidad a la casa.

Hasta que el día martes recibo una llamada.

-Hola Karol, soy Karina, papá me dio tu número.

-Hola Karina, ¿Cómo estás?

-Bien, gracias. ¿Y tú?

-También estoy bien.

Me río porque esto me hace acordar a conversaciones que tenía por redes sociales hace años. Ella también ríe.

-Mira, no te quito mucho tiempo, solo llamo para enviarte la lista de canciones de esta semana que escogí para ti. Solo son sugerencias, puedes hacer cualquier cambio.

-Gracias por avisarme Karina, ahora mismo las revisaré.

-Listo, nos vemos mañana.

-Nos vemos mañana.- cuelgo.

Al otro día espero que mamá se vaya a su reunión.
Llamo a Valentina para decirle que ya puede venir a verme.

Habíamos decidido que de mi casa iríamos al bar y así mismo primero me dejaría aquí y luego ella iría a la suya.

Que solo quedaba a tres cuadras.

Entramos al bar y Valentina es la primera en saludar a todos. Y se va con las demás chicas a cambiarse.

Me informan que hoy no llegará Pablo, así que cualquier duda se la consulte a Karina.

Después de un momento las puertas del bar se abren y todos empiezan a trabajar.

Algo que noto es la ausencia de Ruggero.

¿Le habrá pasado algo?

¿Por qué no vino hoy?

-Karol.- Rebecca me saca de mi ensoñación.- Puedes ir a ver una caja de aceitunas a la bodega por favor.

-Claro. ¿Dónde se encuentra?

-Al fondo podrás ver una puerta con un letrero.

Me dirijo donde ella me dice y enseguida encuentro la puerta.

Es un cuarto espacioso que está lleno de estantes con cajas. Busco las aceitunas y se encuentras en lo alto, para mí.

-Perfecto, a ver cómo le hago para alcanzar.

Salto en los intentos por alcanzarlo, pero retrocedo a tiempo. Por poco me cae todo el estante.

Una risa hace que me voltee asustada.

Dios, casi se me sale el corazón.

Osea que aquí estaba...

-Chica misteriosa, en lugar de estar dando saltos que posiblemente te hagan caer con aceitunas y todo, podías usar la mini escalera que está a un lado tuyo.

Volteo para ver a la supuesta escalera.

La veo, pero puedo jurar que mis ojos no la captaron cuando llegue.

-Y tú podías avisarme que había una. ¿Hace cuánto que estas aquí?

-Hace mucho.

-¿Y por qué no me ayudaste?

-Vamos, necesitan esas aceitunas.- se ríe mientras evade mi pregunta.

No hablamos más en la noche.

Yo me dedico a cantar en mis dos turnos.
Espero una vez más a que Valentina se cambie.

Veo a Ruggero limpiar la barra y me acerco con la intención de que esta vez si conteste a mi pregunta de hace un rato.

-Ahora si me vas a decir por qué esperaste hasta casi caerme para que salieras de tu escondite.- me planto frente a él en la barra.

-Sigues con esa pregunta.- agarra su chaqueta.

-Y seguiré hasta que me respondas.-
Sale de la barra y se acerca a mí.

Me arrepiento de preguntar cuando clava su intensa mirada en mí.

-Bueno pues, il tuo modo di saltare è molto carino.

Lo dice muy cerca de mi rostro y se va dejándome muy confundida.

Ahora me arrepiento de no haber tomado ese curso de italiano que Valentina propuso meses atrás...

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