—Te digo que me quiere más a mí.
—Estás muy equivocado, me quiere más a mí.
La pequeña discusión que se desenvolvía en nuestra habitación, hizo que abriera mis ojos poco a poco pero sin que las otras dos personas se dieran cuenta.
—Yo soy su hijo papá, así que me hará caso a mí.
—Pues yo soy su esposo, así que yo debo levantarla.
Ver a esos dos discutir siempre era un privilegio. Tenían el mismo temperamento, de ahí en lo físico, mi hijo se parecía más a mí. En especial, sus ojos.
Una risa se me escapa cuando ambos, al mismo tiempo, se cruzan de brazos. Eso hace que yo tenga toda su atención.
—¡Mami!
Mi pequeño corre hasta la cama y trepa hasta abrazarme.
—Hiciste trampa pequeño bandido.
Ruggero camina hasta nosotros y me acomodo mejor para que me pueda abrazar por los hombros.
—¿Ahora, por qué discutían?
—Papi quería levantarte sin mí.
Thiago señala con su pequeño dedo a su padre.
—Él quería hacerlo solo.—Ruggero también lo acusa.
Estaba criando a dos niños.
—Pues ninguno ganó. Ahora vayan alistarse que tenemos que ir a comprar regalos para todos, antes de regresar a Miami.
Hacen caso y voy detrás de Thiago para ayudarlo a cambiarse. Apenas tiene cuatro años y no quiero que se enrede con las mangas de su sudadera como la última vez.
Cuando estoy por peinarlo, Ruggero es quien toma el mando mientras yo me ducho y visto.
Cuando ya estamos por salir me percato de algo.
—Mi amor, se te olvida tu mochila.
Él toca su espalda y corre hasta su habitación.
No va a ningún lado sin su mochila de delfín. Su padre se la regalo hace meses por su cumpleaños y desde ese día no sale a ningún lado sin ella.
—Me parece que tú también olvidaste algo.— volteo a mirarlo pero son sus labios los que me atacan.—Así es como se saluda mi amor.
Rio sobre sus labios pero siento un jaloncito en la manga de mi pantalón.
—Si besas a papi, a mí también.
Siempre era igual. Si Thiago nos veía besándonos, el también reclamaba uno.
Así que me libero de los brazos de mi esposo y me inclino a dejar un beso en la frente de mi hijo.
—Bien, ahora que todos estamos felices y contentos es hora de irnos.
Ruggero toma en brazos a Thiago y caminamos hasta el auto.
Habíamos decidido tomarnos unas pequeñas vacaciones antes de pasar las fiestas navideñas con nuestras familias.
Este año sería en Italia. Todos nos reuniríamos en la casa de mis suegros.
Ruggero estaciona en el pequeño mercado del pueblo en el que estábamos. Para nosotros era muy lindo venir a refugiarnos en un lugar desconocido, sin ruido de la ciudad.
Osea estábamos en Francia, pero no era nuestro deseo pasear por las calles atascadas de personas. Era mucho mejor salir con nuestro pequeño a pescar en el lago que estaba cerca de la cabaña que alquilamos.
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