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Ruggero Pasquarelli

Besar a la linda mexicana es como sentirse en casa.

Un lugar del que nunca tuve que haber salido. Muy raro, puesto que apenas y la conozco hace unas semanas.

Hoy era la fiesta de anuncio de la campaña. Los días anteriores los habían dejado libre, ya que solo repartieron horarios. No había visto mucho a Karol. Pero por lo que conversaba con ella a través de mensajes y llamadas sabía que estaba disfrutando de su familia paterna.

Toda la gente se movía de un lado a otro. El chiste era que también tome unas fotos y otros dos sujetos más se encarguen de grabar lo necesario para después elaborar un detrás de cámaras.

El evento se iba a llevar a cabo en la recepción del hotel en el que nos estamos hospedando. Estoy ansioso por esto. La razón en muy obvia.

Quiero ver a Karol.

Verla a través de una pantalla no es suficiente. Igual tengo que mantener mi distancia, no quiero que se cree una noticia falsa que le haga sentirse incomoda.

Veo a Giovanna atravesar el salón con Pasquale y unos papeles en mano.

—¿Qué haces aquí?

—Tomando fotos.— levanto mi cámara.

—Faltan dos horas para que empiece. Anda a arreglarte porque te quiero muy puntual aquí.

—Como ordenes.— hago una señal con mis dedos y salgo del salón.

Entro a mi habitación y antes de entrar al baño reviso mi celular. No veo ningún mensaje de Karol. Seguramente se está arreglando.

Me tomo mi tiempo bajo la regadera y más al salir y buscar que ponerme. Cuando abro mi armario tocan la puerta de mi habitación. Abro y me encuentro con Giovanna.

—Tu traje. Ponte guapo.

Me da dos palmadas en el pecho y se va con su fiel libreta.

Tomo lo que dejo en mis manos y empiezo a vestirme. Veo que solo me queda una hora y eso está perfecto. Arreglo mi cabello y reviso en mi reflejo que quede bien. Uso mi perfume favorito y estoy listo.

Reviso el lente de mi cámara y la memoria.

Cuando veo que esta está un poco llena, más de la mitad. Decido buscar otra. Revuelvo en mi mochila y saco de todo menos una nueva memoria.

Entre esas cosas está mi cámara favorita, Roma.

Le puse así porque fue mi salvación cuando tuve una práctica allí.

La compré en una venta de garaje, a una linda pareja de ancianos y me gustaba llevarla conmigo, solo la usaba para mis fotos personales.

Lo que si no me esperaba ver era la pequeña estatuilla, de la cual no tenía ni idea de cómo había obtenido, en un rincón de mi maleta.

Era un hombrecito que tenía rulitos y sostenía una cámara.

"Feliz cumpleaños rulitos...felicidades mi amor"

Es lo que tenía marcado en la parte inferior. En letra pequeña y legible.

Solo eso sabía, me lo habían regalado en mi cumpleaños y era de parte de una novia.

"Rulitos"

La palabra rebota en mi cabeza y solo conozco a una persona que me había dicho así, pero estaba en un estado de ebriedad.

Alejo los pensamientos y sigo buscando una nueva memoria.

Guardo de nuevo todo y preparo la cámara profesional. Veo la hora en mi reloj y faltan diez minutos para que el evento empiece. Vaya que demore revolviendo en mis cosas.

Backing ForbiddenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora