—Y eso fue todo lo que paso.— le cuento a Valentina lo que había sucedido ayer.
Habíamos despertado hace unas horas y me estaba ayudando a arreglarme para la salida que tenía con Rugge.
—¿Y a qué lugar van a ir hoy?
—No sé, no me dijo nada.
Ella termina de aplicar rubor en mis mejillas.
Mi cabello está sujeto en una coleta, se veía más largo por las extensiones. Llevaba puesto unos vaqueros ajustados, una musculosa negra con una chaqueta y zapatos deportivos.
Rocío perfume y me miro en el espejo de cuerpo completo.
—Te ves hermosa Karol.— me halaga Valentina.
Bajamos juntas a la sala y ahí me despido de ella y Lupe.
—No llegues tarde por favor.— asiento.
Me despido con la mano y salgo en dirección al parque.
Al llegar lo veo sentado en una de las bancas, esta de espaldas hacia mi.
Toco su hombro y se da la vuelta brindándome una de sus encantadoras sonrisas.
Este hombre tiene un encanto natural.
—Perdón por la tardanza.— él se levanta y le doy un beso en la mejilla.
—No te preocupes, acabo de llegar. Pero ya es hora de irnos.
Por lo que veo Mike le presto su auto de nuevo.
Nos subimos a este y Ruggero se dedica a conducir durante una hora. El camino es entretenido porque pasamos conversando de cosas sin sentido.
Agradezco que no toque temas personales, sé que tarde o temprano nos tenemos que conocer de esa manera pero necesito un poco más de tiempo.
Entramos a un pueblito. Pero el sigue conduciendo.
Nos detenemos en un mirador. Está en medio de la nada. Ya que la última casa del pueblo se quedó muy atrás.
Saca una manta de los asientos traseros y una canasta. No creí que este chico podía hacer este tipo de cosas.
—Eres muy cliché.— le digo al sentarnos en la manta tendida y empezando a sacar las cosas de la canasta.
—¿Eso no es lo que les gusta a las chicas?
—No sé si a todas, pero en lo personal no me desagrada.— claro, era la primera vez que alguien hacia esto por mí.
—Bien, porque me gusta que te guste.
Empezamos a comer todo lo que trajo; cupcakes, malvaviscos, chocolates, fruta, jugo.
—Quiero saber más de ti. Prácticamente solo conozco tu nombre y a tu prima.
Genial...las únicas cosas que conoce de mí son falsas.
—Lo mismo digo.— no sabía que decirle.
—Lo vamos a solucionar. Tu preguntas, yo respondo y viceversa. Las damas primero.
—¿Cuántos años tienes?— hasta el momento recién se me da por saber su edad.
—Veinticuatro.
Espera...¡¿QUÉ?!
Era seis años mayor y recién me enteraba.
—¿Cuántos tienes tú?
—Dieciocho.
Solo se echa a reír. Mi cara debe ser todo un poema.
