El incómodo silencio que se torna en la mesa es horrible. Ver los ojos hinchados de mamá y el semblante serio de mi tío, me hace sentir demasiado culpable.
Ayer, yo explote y desconozco cuando lo hará mamá.
La curiosidad que siento por todos estos temas hacen que cada vez ansié mas ese momento. Siento que será todo un caos pero así somos lo seres humanos, sabemos que no debemos meternos a terrenos tan peligrosos y lo hacemos por el simple hecho de que lo prohibido atrae más. Es como a un niño que le dicen no toques eso y por su curiosidad termina haciéndolo.
En este caso algo me dentro de mí me dice que deje de presionar por saber, porque siente que va a doler y otra parte exige que la sepa.
Lo intenté.
—Mamá, necesito saber todo.
Hago a un lado mi plato de comida y pongo mis brazos, en la mesa, para sostener mi barbilla.
—Karol.— intercede mi tío.— Creo que este no es el momento.
Reviso mi reloj de mano y veo la hora. Voy a llegar tarde.
—Espero una respuesta cuando llegue.
—¿A dónde vas?
Habla por primera vez mamá.
—A tratar de arreglar lo que arruine.
—Te dije que quiero que te alejes de ese hombre.
—Y yo te dije que quiero la verdad.— tomo mi bolso.— La vida no es justa mami.
Salgo del comedor y en la puerta está Lupe.
—Deja de contestarle así a tu madre.
—Tengo tantas cosas en la cabeza y tu sales con eso.— remuevo mi cabello frustrada.
Ella enarca una ceja, evidencia de su molestia.— Nunca te has comportado de esta manera.
—Pues mírame bien Lupe, me canse de tantos secretos de parte de ella, y como que mi cariño lo ha tirado por la basura. Tome una decisión y es saber que me esconde.
Doy un paso fuera de la casa
—Puedes salir lastimada de esto.
La miro sobre mi hombro.— Lastimada estoy desde el día en que prefirió que ignorarme sería la mejor manera de criarme.
Salgo en dirección al parque, tengo los nervios de punta porque prácticamente será mi última oportunidad de hablar con Ruggero.
Llego al parque y me siento en la primera banca que veo, en cuanto espero al italiano pienso en cómo empezar a contarle.
La decepción comienza a llegar cuando pasan cuarenta minutos y no hay señales de él. Cuando marco su número siento que alguien se sienta a un lado de mí.
Mi sonrisa se hace grande pero desaparece cuando volteo.
—¿Qué haces aquí?
—Tu mamá me dijo que habías salido y quise saber cómo estabas por lo de ayer.
—Entiendo.— asiento.— Quieres saber que habías causado por andar con tu boca floja.
—No fue mi intención princesa.— se apega más a mí.
Enarco una ceja, molesta por su cercanía.
—Estoy harta de tu actitud de conquistador. Entiende que no es no. Para tu información hay chicas que lamentablemente no se derriten por ti.
—¿Estás segura?
—Completamente.
Nunca pensé que lo haría. Nunca pensé que la boca de Damián iba a tocar la mía. Su beso me deja sorprendida y cuando logro separarme de él lo miro seriamente.