La cabeza me dolía y también era un recordatorio de como habia bebido la noche anterior.
La verdad, los recuerdos son un poco borrosos y no soy consciente de algunas cosas que hice, temo que llamar a Valentina es la mejor opción.
Antes de hacerlo, tomo una ducha que me ayuda a disminuir un poco el dolor de mi cabeza.
Salgo y me visto con un conjunto deportivo. Hoy no me apetece salir de casa. Es más, desisto de la idea y mejor decido ponerme un pijama.
Claro que mamá tiene otros planes y me rio de mi misma cuando opto por ropa más decente. Una falda corta, plinzada y rosa, con un buzo corto de lana, del mismo color. Estaba nublado el día de hoy.
Dejo mi cabello húmedo y bajo a desayunar con todos.
No digo nada y hago un movimiento de agradecimiento cuando Lupe extiende una pastilla hacia mi junto un vaso con jugo de naranja.
—Karol, tienes que agradecerle a Ruggero por haberte traído a casa.
Juro que casi escupo el jugo.
¿Ruggero me habia traído?
Lo último que recuerdo es la avalancha de felicitaciones. Y como no quería que supieran el punto de ebriedad que habia alcanzado solo asentí.
—Sin embargo señorita, tenemos una conversación pendiente.
—Ya lo sé, pero ahora no por favor.
Seguimos desayunando y esta vez es mamá quien me espera en la puerta para salir a ultimar detalles de la línea de ropa.
Estaba demasiado emocionada y prácticamente pasamos toda la tarde ahí.
Incluso pedimos pizza y disfruto ese momento con ella. Todo habia cambiado para bien.
—Cierto cariño, debemos pasar por donde tu papá.
—¿Por qué?
—Porque dijo que me tenía que mostrar algo y podemos ir a cenar los tres.
—Mejor yo los espero en el restaurante.
—Déjate de chistes Karol.— toma su bolso y por ende agarro el mío.— Vamos de una vez.
No me da tiempo ni a renegar cuando ya me abraza el brazo y me hace subir a la camioneta. En menos de treinta minutos, Sergio ya se está estacionando y yo solo ruego no encontrarme con Ruggero en el camino.
Es más, espero que hoy no haya llega...
Olvídenlo, Dios no se apiada de mí.
El italiano está revisando unos papeles que le enseña Giovanna.
Mamá lo nota y se acerca a saludar.
—¿Ruggero?
—Buenas noches, usted debe ser la señora Carolina.
—Ya me conoces hijo.
Se me olvidó mencionar que aún no le he dicho nada a ella y antes de que meta más la pata, me entrometo en la conversación.
—Claro, es mi mami, ella es así de divertida.— le hago una seña con los ojos que ella capta un poco confundida.
Él también sonríe un poco confundido pero fija su vista en mí y yo no sé dónde meter la cabeza.
—Un gusto conocerte Ruggero, hija espéranos aquí, ya bajo con tu papá.
Claro madre, huye.
Visualizo todo el panorama y camino hacia el sofá de la sala de espera, o como se le llame.
