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El día de hoy estaba siendo de gran éxito. La compañía en la cual me ofrecieron el trato de representarme había tenido una reunión conmigo. Le pedí a mamá que me acompañara porque ella sabía de negociaciones pero dijo que le dé un poco más de tiempo.

Es por eso que ahora me encontraba terminando de hablar con mi tío para que me ayudara en esto.

Mientras lo espero, aprovecho la mesita llena de dulces y justo cuando estoy atragantándome con chocolates, aparece Javier. En lugar de regañarme por comer desesperada se sentó a un lado mío y empezó a devorarlos también.

Sonreí por su acción.

La puerta suena indicando que alguien más llego y me levanto porque sé que es mi tío.

Mi impresión es completa cuando veo a mamá a su lado y justo cuando ella levanta su mano saludándome, sus ojos se abren de par en par y deja caer su mano. Mi tío también esta impresionado pero no al punto de mamá.

Volteo para saber la causa de su impresión y solo veo a Javier con el mismo semblante.

—¿Javier?

—¿Julio?

—No esperaba volver a verte.

—Yo tampoco.

Observo como mamá aprieta el brazo de su hermano.

No entiendo nada.

—¿Carolina?

Ella no responde y de un momento a otro cae desmayada en los brazos de mi tío.

Javier y yo nos movemos al mismo tiempo.

—¿Qué le sucede?

—Es la impresión.

Mi tío la carga en sus brazos rápidamente y Javier abre la puerta de una oficina en donde hay un sillón. Dejan allí a mamá y Giovanna entra con un frasquito de alcohol. Ni siquiera me di cuenta cuando la llamaron.

Mojan un algodón y lo pasan por su nariz. A los minutos ella reacciona. Lleva la mano a su pecho y su vista se fija en Javier.

Ella empieza a llorar y él se acerca a ella.

De repente una idea surge en mi cabeza y me aterra preguntar. Sin embargo lo hago.

—Mamá, ¿cómo se llama el chico de la historia?

—Javier.— otro sollozo.— Javier Cisneros.

Llevo mis manos a mi boca y me alejo de ellos.

Es él.

—¿Eres la hija de Carolina?

Apenas asiento.

Su expresión es de dolor y creo que es porque piensa que es de su matrimonio.

Mi tío se levanta.—Yo los dejo solos.

El silencio es incómodo y asfixiante.

—Mamá, es necesario que hables.

Javier le presta atención.

—Cuando te fuiste.

Se queda muda y por más que quiero escuchar todo siento que es el momento de que ellos hablen. Sin decir nada más salgo de la oficina y subo los demás pisos. Llego a la terraza y me arrimo en la baranda.

Respiro profundamente varias veces.

—Veo que no soy el único que le gusta pensar al aire libre.

Doy un respingo cuando escucho esa voz.

—La vida te vuelve a poner en mi camino.

—Talvez quiso que nos reencontremos.

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