40

225 19 4
                                    

Ruggero Pasquarelli

Mi cuerpo duele mucho, no puedo mover ni un solo músculo.

¿Qué fue lo que pasó?

Imágenes borrosas pasan por mi mente y enseguida abro los ojos asustado.

¿Dónde está Karol?

—Estás bien mi amor. — el alivio llega a mi cuando la veo.

Luce un vestido blanco que la hace ver como un ángel pero pese a eso noto su mirada perdida.

—Estás aquí.— extiendo mi mano hacia ella y la toma acercándose a mí.—¿cuántos días han pasado?

—Como una semana, por eso me ves así.

Con razón ella ya no estaba tendida en una cama de este hospital. Ni tenía ni un solo rasguño.

—Me siento bien, ¿cuantos días estuviste tú aquí?

—Dos días, no tuve heridas graves.— pone una mueca como sonrisa.

—Yo recuerdo haber perdido el control del vehículo cuando vi el camión, no pude librarnos del impacto.— su cuerpo se estremece y pienso que es por la mención del accidente. Aunque lo que veo no me gusta¿Por qué estás tan triste? ¿Tienes algo?

—Tienes que despertar Ruggero.

—¿De que estás hablando cariño? Estoy bien, un poco adolorido pero estoy bien.

—Tienes que hacerlo, no puedes seguir aquí, cada minuto que pasa yo también estoy sufriendo.

No entiendo lo que dice. Su mirada se pierde cada vez más. Las lágrimas salen de sus ojos.

—Necesito que te expliques mejor.

—Solo tienes que despertar y cuando lo hagas por favor encuéntrame.

Esto me confunde cada vez más y no entiendo lo que dice. Está aquí conmigo.

—Esta es una broma de muy mal gusto Karol.

Miro hacia la puerta y me asusta ver que no hay ninguna, tampoco hay ventanas.—Solo eso te pido. Despierta y encuéntrame.

Sigue repitiendo lo mismo y eso empieza a frustrarme.

Suelta mi mano y se aleja de mí. El dolor en mi pecho crece cuando se va desvaneciendo poco a poco. No puedo emitir palabra. La cabeza me martillea y siento como mi cuerpo se sacude.

¿Qué está pasando?

Escucho un sonido, es una máquina, una máquina de hospital.

Abro los ojos de inmediato.—¡Despertó doctor!

Karol Sevilla

Un olor a comida hace que mis ojos se abran poco a poco y me cueste un poco acostumbrarme a la luz.

¿Dónde estoy?

Intento levantarme pero mis manos están apresadas a los costados de una silla, al igual que mis pies.

El pánico empieza a apoderarse de mí.

Estoy en una habitación vieja, las paredes con manchas negras que asumo son de humedad, un foco ilumina un poco el lugar, y veo que hay muchas cajas en una esquina.

Recuerdo el accidente y busco a Ruggero con la mirada. No lo veo y eso hace que me asuste más.

Las lágrimas empiezan a empapar mis mejillas. Necesito salir de aquí, ahora no solo soy yo la que está en peligro. Necesito proteger a mi bebé.

Backing ForbiddenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora