Despiertos por los toques en la puerta. Intento levantarme pero dos brazos me rodean la cintura. Me remuevo para liberarme del agarre pero este se hace más fuerte.
Ruggero hace que gire y me apresa contra su pecho.
La persona que está detrás de la puerta deja de insistir porque no se escuchan más golpes.
Los recuerdos de la noche vienen a mi mente, una sonrisa se dibuja en mi rostro y al mismo tiempo siento una molestia en mi entrepierna.
—Ruggero.— lo muevo.— Están tocando la puerta.
Él se remueve y gruñe.— Cinco minutos más.
Dejan de insistir con los toques en la puerta.— Jóvenes, la grúa llego.
—Ahora bajamos.— grito enseguida.
Reúno todas mis fuerzas y empujo a Ruggero lo que hace que termine en el suelo y se ponga de pie asustado.
Definitivamente un error. El señorito esta como Dios lo trajo al mundo. Yo por inercia escondo mi cara en las sabanas. Osea quien tiene que estar avergonzado es él pero soy yo quien tiene las mejillas como tomates.
—Mía...¿estás bien?
Aun con la cara enterrada en la almohada murmuro.— Si, ahora tapate y vístete para que resuelvas lo del auto.
El suelta una risita y de pronto siento un peso sobre mi.— No tengo nada que no hayas visto.
Deja un beso en mi cabeza y se levanta. Lo siento moverse y me arriesgo a sacar la cara de la almohada.
Gracias al cielo tiene su pantalón puesto. Sigue riendo y diciendo cosas que me ponen nerviosa. Cuando termina deja un beso en mis labios.
—Voy a revisar para que puedas cambiarte.— acaricia mi mejilla.—Te espero abajo.
Sonrió como tonta cuando se va y voy al baño. Me aseo y me visto con la ropa de ayer. Antes de bajar, arreglo la cama. Qué vergüenza que suba Manuel o Margarita y la vean así.
Media hora después ya me encuentro en la pequeña recepción esperando a Ruggero y dándole las gracias por todo a Margarita.
Mi italiano entra y hace lo mismo. Subimos en el vehículo que ofrece la compañía de seguros y vamos conversando hasta que llegamos al centro de la ciudad.
El pide que me adelante al departamento. No pregunto nada porque estoy hambrienta y me urge hablar con Valentina.
Cuando toco la puerta del departamento esta se abre enseguida.
Veo a un Agustín con el teléfono en la oreja y tocándose el pelo frustrado. Valentina está sobando sus brazos mientras Mike le susurra cosas.
Los tres pares de ojos se posan en mí y se quedan estáticos.
Me asustan.
—¿Qué sucede?
Valentina es la primera en reaccionar y levantarse para darme un golpe en el brazo con un cojín. Su bipolaridad me asusta cuando después de esto me abraza dejándome sin aire.
—¿Qué sucede?— Repito sin saber que más decir.
Ella me suelta.
—¿Qué sucede?... ¡¿Qué sucede?!...¿Es en serio que me estás haciendo esa pregunta?.
Dudo al contestar.— Ehh...¿sí?
Mi respuesta sale más como una pregunta.
—Pasas toda la noche fuera de tu casa, nadie sabe tu paradero. Oh Espera—Calla unos segundos. Se nota que está histérica— resulta que yo si tenía que saberlo.