Cuando dije que había salido muy temprano hoy por las fotografías y me quejaba por ello, pues no sabía lo que decía.
A esa hora nadie sabía con certeza que me estaba hospedando en este hotel, ahora con las fotografías que salieron en algunas revistas hoy, pues ya todo el mundo lo sabe.
Veo al frente de una multitud a Giovanna, Pasquale y...¿Tyler?
Eso solo podía significar que papá ya estaba aquí.
—¿Ahora cómo vamos a salir de aquí?
—Pues yo la tengo muy fácil.—
habla Ruggero.— no soy a quien buscan.Toma la bolsa que le dio Francisco y se prepara para bajar.
—Ni lo pienses.— tomo su brazo.— si yo no salgo, tú tampoco.
—Pues que te vuelva a salvar Octavio porque yo tengo otras cosas que hacer.
Y ahí lo entendí o eso eso parecía. Más bien tenía una leve sospecha.
—¿Estás celoso de él?
—No digas tonterías Karol, no podría sentir celos de él.
—Pues te escuchaste como alguien que si los sentiría.
Él no vuelvo a responder y empieza a sacar las cosas de su bolsa.
O más bien la chaqueta que está guardada. La hermana de Octavio llamó y dijo que acepten este presente.
A mí me encantó, la chaqueta era divina y todo el look mejor.
—¿Qué haces?— le digo a Ruggero cuando veo que se está vistiendo.
—Voy ayudarte a salir de aquí.
Se pone solo la chaqueta y revuelve su cabello. Saca sus gafas y se las coloca.
—Tienes que quitarte ese vestido. El rojo llama demasiado la atención.
Miro mi vestido. Este era uno suelto en color rojo que me llegaba hasta medio muslo.
—Estás loco.
—Estoy tratando de ayudarte.
—Como me voy a cambiar aquí.
—Tienes razón.—toca el hombro del chófer.— Oiga señor, se podría bajar un momento por favor.
El chófer asiente y baja del auto.
—También baja tú.
El italiano me lanza una sonrisa y se baja. Al hacerlo empiezo a vestirme lo más rápido que puedo. Los vidrios polarizados no permitían que vean lo que ocurría acá dentro.
Cuando estuve lista baje apenas el vidrio y llamé a Ruggero.
—No podemos bajar aquí.— es lo primero que dice al subir.— Hay más gente y apenas están empezando a controlarlo.
—Señor, vámonos de aquí.
Él enciende el vehículo y lo pone en marcha. Hasta que el foquito de mi cabeza se enciende.
—Disculpe, ¿conoce una feria?
—Si señorita, está a unas dos horas de aquí y justo abrió hace dos semanas.
—Llévenos ahí por favor.
—¿Qué haces?
—Aprovechar el tiempo y esta ropa. Confía en mí.
Él aún me miraba confundido pero yo sabía perfectamente lo que hacía. Casi no hablamos todo el camino y era porque la mayoría del tiempo me la pasé dormitando. No había aprovechado muy bien el tiempo que se diga.
