Las nubes que en un principio amedrentaron como garras la redondeada silueta de la luna, esta vez, tomaron distancia lentamente, exponiendo la luz blanca por todo el Noem. Se sintió como un aliento divino aquella cantidad de luz, aunque, al mismo tiempo, reforzó el miedo que Lulú y Danna sentían por lo que estaban viendo. La figura se presentó todavía más nítida. No se habían confundido con un elemento indiferente que, ante la oscuridad, había sufrido la deformación de su percepción para tomar forma humana. Era, sin escrúpulos, una figura humana.
Danna pensó que se trataría de algún ritual extraño. Lulú pensó, simplemente, que lo que estaba viendo se presentaba demasiado bizarro. Precisó tomar aire para ahogar los nervios.
Una última mirada entre ambas bastó para que, por pura inercia a la que las encadenaba la curiosidad, se moviesen con la lentitud de un gato cauteloso, la una junto a la otra.
—Ey, ¿qué creen que hacen? —cuestionó Demian, sin capturar con la mirada a la muchacha que, desde su perspectiva, era obstruida por los murales del puente.
Ninguna respondió porque, con cada paso que daban la imagen tomaba más forma. Era como desenterrar un cadáver de a poco y comenzar a notar las facciones que tomaba su rostro cuando movían la tierra de su piel. Hipnótico.
Danna y Lulú cruzaron los murales del puente y comenzaron a percibir un llanto, silencioso pero presente, cargado de tristeza y puramente femenino. Descubrieron una piel de té con leche y unas zapatillas desgastadas, acurrucadas y consoladas con el propio cuerpo.
Se lanzaron una mirada para corroborar el siguiente paso. Lulú sólo tenía las cejas alzadas bien en lo alto de su frente y, Danna, por su lado, sólo fruncía el entrecejo. Había llegado allí con la ilusión de encontrar un alma femenina y bien muerta, y se había encontrado con puro sujeto vivo. Si sus corazones palpitaban, seguramente, no le servirían demasiado para resolver el misterio que envolvía la situación. Y sin embargo allí estaba, a tres malditos pasos de la muchacha que, desconsolada, soltaba las lágrimas más delgadas y consecutivas que había visto en alguien.
—Oye —susurró Danna, intentando llamar su atención.
En respuesta, la muchacha negó con la cabeza en un acto rápido e histérico.
—¡No! ¡Déjenme! —chilló, aunque apenas fue entendible.
Lulú fue la primera en dar un paso hacia adelante. Se inclinó en dirección a la desconocida como dispuesta a dialogar, pese a que parecía ser una tarea poco sencilla.
—¿Todo está...? —intentó preguntar, pero la muchacha volvió a sacudirse violentamente como negación.
—¡Déjenme! —bramó. Tenía la cabeza oculta entre las manos y las rodillas, así que era imposible para ambas reconocerla de algo. Lo único que quedaba claro, al parecer, era de que se trataba de una amiga de Karen.
El tordo que en un principio había advertido la situación, ahora se encontraba de pie sobre un árbol, observando el escenario. No cantó, ni realizó ningún movimiento extraño, sólo quedó allí, como esperando que la situación se resolviera por su propia cuenta. Danna conectó miradas con él por unos segundos que se le antojaron inexistentes, porque al instante Lulú llamó su atención palmando su hombro.
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DANNA • La chica de la casa embrujada ©
ParanormalLa niña rica del pueblo desaparece una noche, mas en la superficie de un río se reconoce su cuerpo, danzando moribundo entre el oleaje. Desde que nació Danna Fisher escucha que su sangre está maldita, y esa maldición, entre otras cosas, dota a s...