Por fortuna para Lucrecia Brunelli, no fueron muchas las preguntas que Mia Parrish hizo tras despertar la siguiente mañana en Bella Dama, acompañada por cinco pares de ojos curiosos que la amedrentaban. No obstante, no se contentó demasiado con el hecho de hablar con la verdad frente a toda su familia la noche del veintitrés de julio, apenas un par de minutos antes de que la fecha del día cambiara a veinticuatro.
Pero Danna descubrió que hablar con la verdad, en el mundo de Lucrecia, significaba algo bastante diferente.
A ojos de Lulú, la verdad endulzada.
Su madre, Mirian de Brunelli, fue la primera en enarcar una ceja ante la muchacha depositada sobre el sofá y la otra muchacha, bastante extraña, de pie a un lado. Reconocía a la niña huérfana cuya camiseta le había pertenecido originalmente a una de sus hijas como también reconocía a Danna Fisher, cuya presencia era un mal augurio para prácticamente cualquier partidario de los mitos. Gracias a la medicina y a la ciencia, ningún Brunelli era demasiado incredulo como para tragarse semejantes ideas.
Danna no estaba maldita, solo un poco anémica y desnutrida.
—La encontramos así a orillas del Noem —explicó su hija.
Mirian reparó en la niña y la observó con cierta compasión, si podría decirse que a Mirian tuviese sentimientos semejantes. Pero la verdad era que, exceptuando a Lucrecia, todos en la familia Brunelli mantenían cierta relación con las niñas y monjas del hogar, así que Mirian reconoció a la niña de alguna eventual charla durante el empaque de prendas, en las mesitas que extendían a lo largo en la iglesia para postular los bienes que irían a parar al hogar Misericordia de Jesús.
—Necesitará de un doctor cuando despierte —aseguró y tras mencionar esa palabra, Carola se aproximó por detrás. Llevaba el cabello tan corto como su madre y un buen humor que era impropio en la familia.
—Oh, pobre niña —suspiró—. ¿Es la amiga de la que se mató?
Tiesa en el lugar y condenada a las palabras de su hermana, Lulú observó a Carola con severidad. No solo acababa de decir una imprudencia, sino que eso podría costarle también la mentira. Afortunadamente, Danna no dijo nada. Permaneció en silencio, con las manos detrás de la espalda y los ojos puestos sobre cada aspecto de la casa. Bella Dama era el perfecto resultado que obtendría una mujer de buen gusto tras combinar la delicadeza, la ostentosidad y las estructuras antiguas. Los colores que la componían eran en su mayor parte tonos blancos y marrones, como si se fundiera de pétalos de rosas perfectamente salpicados por el rocío de la noche. Todo el ambiente desprendía un aire puro y clásico que posicionaba a Bella Dama como el fiel antagonista de lo que se encontraba en el 66 de Rencor.
—Claro que puede pasar la noche aquí, aunque me reconfortaría poder escuchar los latidos de su corazón al menos.
Lulú posó los ojos sobre los de su madre.
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DANNA • La chica de la casa embrujada ©
ParanormalLa niña rica del pueblo desaparece una noche, mas en la superficie de un río se reconoce su cuerpo, danzando moribundo entre el oleaje. Desde que nació Danna Fisher escucha que su sangre está maldita, y esa maldición, entre otras cosas, dota a s...