''Ha leído, ha viajado, reflexiona y creo que ha sufrido también; debe ser un compañero perfecto'' - El Familiar.
Aproximarse al Noem se sintió peor de lo que Lulú podría haberse imaginado. La culpa de pisar el mismo suelo que alguien observó por última vez era... estremecedora. Para rematar, lo estaba haciendo para borrar la presencia de su amiga de la escena de un posible crimen. Agradecía no creer en Dios porque, de hacerlo, se sentiría condenada al infierno. Pero, de igual forma, la culpa se le colaba momentáneamente en la consciencia hasta desaparecer.
No estaba haciendo nada malo. Todo lo que conducía sus acciones era pura amistad. Bueno, no «pura amistad», más bien, valores de equipo, como los que tendría en un juego de futbol. Si un compañero se cae le ayudas a levantarse. Está en tu equipo. Son las reglas. Y hasta el frío más cruel y la noche más siniestra podían ser tolerados por el equipo.
El Mitsubishi—evo al que Lulu llamaba amorosamente como Jorgito se estacionó a un par de metros del Noem. Necesitó apagar las luces neón que decoraban el mismo para procurar no llamar la atención, y no funcionó. Frente a ella se disponían los sujetos más extraños de todo el pueblito; Danna y Demian Fisher. Se encontraban a pasos del Noem y, claramente, ya habían reparado en Jorgito y su presencia en la escena.
Lulú endureció el cuerpo. Si se marchaba, sería demasiado evidente. Demian Fisher había estacionado su espeluznante camioneta destartala en la oscuridad detrás de un árbol. Fuese o no un accidente aquello, lo cierto es que ambos eran difíciles de notar y, desde la perspectiva de Lucrecia: sólo lo hacías cuando estaban justo frente a ti y tus planes se habían ido al infierno.
Tomó, presurosa, su teléfono móvil y le envió un texto a Catherine. La mal parida aún no se encontraba allí y eso complicaba las cosas, porque el equipo se reducía a simplemente Lulú y ella sería quien entregaría explicaciones a los hermanos.
LULÚ:
¿En dónde se supone que estás? Ya llegué y están los Fisher.
Y Catherine, pasados unos minutos, no respondió, así que Lulú continuó insistiendo.
LULÚ:
Me están viendo.
Los Fisher.
En efecto, Danna la estaba observando con el entrecejo bien hundido, aunque Demian continuara inhalando nicotina como si el resto del mundo valiera poca cosa. Adorable.
—¿Crees que olvidó algo en la escena del crimen? —inquirió, jocoso, en un susurro que solo su hermana logró escuchar.
Danna no respondió a aquella suposición burlesca, pero, de haberlo hecho, habría dicho que sí.
Lulú volvió a teclear en su teléfono.
''¿QUÉ LES DIRÉ SI PREGUNTAN POR TU BRASALETE?''
Y nada. Su amada jugadora continuaba sin contestar. Se la imaginó dormida sobre la cama, con medio millón de botellas vacías decorando el mugriento suelo de su cuarto. Quizás también habría miles de cerillas de cigarrón a medio acabar, ropa mugrienta acumulada en un rincón y mal olor. Incluso Lulú divisó la línea de saliva caerle por la boca a su amiga, que padecía las influencias de una noche descontrolada, medio muerta entre las sábanas.
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DANNA • La chica de la casa embrujada ©
ParanormalLa niña rica del pueblo desaparece una noche, mas en la superficie de un río se reconoce su cuerpo, danzando moribundo entre el oleaje. Desde que nació Danna Fisher escucha que su sangre está maldita, y esa maldición, entre otras cosas, dota a s...