—Deberías bajar a cenar —dijo Anna. Se encontraba del otro lado de la puerta de la habitación de Danna, con la mejilla aprisionada a la madera y el oído a tope.
Después de la escena en la bañera, del susto de muerte y de comer migajas de pan, Danna había ingresado en las penumbras de su habitación, se había arrastrado entre las mantas y no había salido de ahí en todo el día.
Bárbara reconoció aquella actitud de inmediato y le advirtió entonces a su tía que su prima no saldría de allí pronto. La cosa podía durar semanas o tal vez meses. Corría con suerte si sólo se trataba de un par de días de sufrimiento y desasosiego, aunque no lo creía así.
—No quiero —murmuró Danna, la muñeca de los muertos, con los ojos clavados en el cumulo de ropa sin organizar que tenía justo frente al armario.
No era que la cama fuese muy cómoda, era que allí no había ruido.
Atenta a los suspiros de su sobrina, Anna soltó un insulto entre dientes. La ira contenida no provenía de Danna ni de su luto, era más bien lo incapaz que se veía a ella misma de poder con la carga que suponía cuidar a esa pequeña niña sin saber cómo hacerlo.
Demian había sido otra historia. El muchacho había llegado hasta ella por cuenta propia, reconociendo todo lo que debía dejar atrás si pretendía despegarse de sus padres. Danna, en cambio, sufría las consecuencias de un destino rudo y despiadado que la despojaba de las únicas personas que podían con ella.
El universo era cruel con quienes heredaban pecados.
«¡Vaya porquería sin sentido!»
—Deberías darle una oportunidad a mi sopa —alegó Anna, intentando infundir ánimos en la niña que, desde su perspectiva, se derretía en la cama—. La hice como a ti te gusta.
Danna no respondió nada. ¿La sopa como le gustaba a ella? En todo caso, ¿cómo sabía Ana qué tipo de sopa le gustaba a ella? No se conocían lo suficiente como para tener en cuenta ese tipo de cosas. ¿Se supone que debía creerle, sin más?
—Que no... —repitió, en un murmullo que se interpretó incluso más desventurado que el anterior—. No quiero. No me apetece, ¿de acuerdo? Quizás mañana...
—De acuerdo —accedió Anna, sintiendo un leve alivio por escuchar aquella probabilidad—. De acuerdo, mañana, ¿sí? Y te prepararé algo riquísimo.
Los peldaños de la escalera crujieron. Sobre ellos, Demian Fisher subía las escaleras, navegando entre las plataformas de un teléfono y con la mochila colgada, a medias, de uno de sus hombros. Tras toparse con la mirada de su tía, hizo un ademán con la barbilla al tiempo que fruncía el entrecejo.
Anna señaló la puerta con el pulgar y arqueó las cejas. Pronunció: «no quiere salir». Acercándose, Demian reparó en la puerta y en los sucesos de las últimas horas, de los cuales no estaba para nada enterado porque todo el día se había movido de negocio en negocio. Entre su adorado bar, sus estudios universitarios y sus prácticas de boxeo, su agenda ardía en llamas. Ahora, además, debía de hacerse un espacio para visitar eventualmente la casa; lugar que, de alguna manera, también ardía en llamas.
ESTÁS LEYENDO
DANNA • La chica de la casa embrujada ©
ParanormalLa niña rica del pueblo desaparece una noche, mas en la superficie de un río se reconoce su cuerpo, danzando moribundo entre el oleaje. Desde que nació Danna Fisher escucha que su sangre está maldita, y esa maldición, entre otras cosas, dota a s...