CAPÍTULO XXVIII : COMPORTAMIENTOS EXTRAÑOS

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Cruzamos el portal de llamas y entramos en el reino diabólico.

-Este ambiente es horrible -protesta Edrielle observando el lugar.

Le doy la razón y nos invisibilizamos para que nadie pueda pillarnos. Todo está igual que la última vez que vine: el mismo cielo encapotado, el mismo aire intenso con humo, los mismos árboles secos... Caminamos en silencio intentando no hacer ruido. Cuando llegamos a la gran puerta de la sede, tengo los nervios a flor de piel. No sé ni qué le diré.

-La puerta necesita llave -dice Edrielle mirando la cerradura.

-Creo que aprendí algo para eso -recuerdo-. Pero necesitaré una varita.

Ella sacude el brazo y saca su varita blanca ofreciéndomela.

-Un lugar curioso para guardarla -comento cogiéndola.

Apunto con la varita la cerradura vieja y murmuro las palabras que me enseñó Jackson:

-Me transire iter tuum, me transire per te, me transire claustra vestris.

El interior de la cerradura se ilumina por un destello púrpura y, tras un ruido sordo, la puerta se abre.

-¡Bien! -exclama mi amiga.

Pasamos a dentro y la primera planta está vacía. Subimos las escaleras hasta la tercera y vemos a un par de personas cruzar los pasillos.

-¿Sabes dónde están las habitaciones? -me pregunta en un susurro Edrielle.

Niego con la cabeza y decidimos seguir a un chico bajito y robusto. Nos conduce a una sala grande con sacos de boxeo y un inmenso lugar en donde entrenarse. Busco con la mirada a Ethan y encuentro su rubio cabello sedoso en una especie de colchoneta circular peleando. Me acerco esquivando los cuerpos sudorosos de cientos de cazadores rezando a Dios para que todo salga bien. Veo como un chico moreno le da una patada en el costado haciéndole perder el equilibrio, pero pronto se recupera y le planta un puñetazo en la nariz. Le empieza a sangrar como un grifo y parece que a nadie, ni a él mismo, le importa la lesión. Ethan le propina una patada en la espinilla, tirándolo al suelo. Se sienta encima de él y empieza a pegar puñetazos por toda la cara salpicando el suelo con su sangre. Me extraña que no me sorprenda tal violencia de parte de él. Creo que ya me he acostumbrado. Tengo que reprimir mis ganas de separar a los dos y llamar a una enfermera para curar las heridas del chico. El pobre no puede ni moverse bajo Ethan. Tras el último puñetazo, se levanta de su costado y le ofrece la mano al moreno para ayudarle a hacer lo mismo. Tras una breve conversación y un despido, se separan y Ethan se va a golpear un saco de boxeo. Me giro a la derecha y veo a Edrielle a mi lado.

-Creo que esto va para largo -comenta.

Suspiro afirmando.

Nos pasamos dos horas completas viendo a un montón de chicos sudorosos entrenar, que según Edrielle están buenísimos, pero yo solo tengo ojos para Ethan. He estado observando que está igual que yo: ojeras profundas, labios caídos y párpados sin fuerzas. Tan zombie como yo.

Cuando por fin termina, le seguimos escaleras arriba esperando a que llegue a un lugar seguro y hablar. En el cuarto piso, gira el pomo de una puerta y nosotras entramos tras él. La habitación es pequeña, lo suficientemente espaciosa para que entren dos camas y un armario pequeño. En la cama derecha veo a Emily sentada cambiándose de camiseta y me dan ganas de tapar los ojos de Ethan con mis manos para que no vea la piel de porcelana de la chica. Para mi alivio, y a la vez sorpresa, él ni siquiera se inmuta de su presencia y va directo al armario para sacar una pequeña toalla y limpiarse los nudillos ensangrentados.

-Atacamos a Abby hoy -comenta Emily levantándose.

-Ah -responde secamente sin levantar la vista de la toalla.

Reina BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora