CAPÍTULO XXVII: VUELTA AL INFIERNO

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Hacia adelante, hacia atrás. Hacia adelante, hacia atrás. La piedrecita turquesa de la pulsera que me regaló Ethan se mueve de un lado a otro mientras corro en Educación Física.

-¡Mira al frente! -me grita el entrenador.

Resoplo y levanto la cabeza obedeciéndole. La pista ya casi está vacía, solo veo a una chica a la que le faltan un par de metros para acabar y al entrenador frente a la salida con un silbato alrededor del cuello y un cronómetro en mano. Termino el recorrido con la respiración agitada y la camiseta sudada, y me dirijo a los vestuarios. Mientras me mojo con agua fría la cara sudada, me miro en el espejo y me doy cuenta de que parezco una zombie. Las ojeras profundas de color morado oscuro ocupan toda la parte superior de mis mejillas, dándole un peor aspecto a mis ojos con los párpados caidos. Me esfuerzo en esbozar una sonrisa pero ni un músculo se mueve. Empujo hacia arriba los pómulos con los dedos y aún así nada. Romper con Ethan me está matando.

-No creí que los trolls pudieran ser aún más feos -se burla Daisy a mis espaldas.

Daisy. La típica niña odiosa e insoportable de todo instituto.

-Y yo creo que tu nunca podrás decir nada a parte de mierda -contraataco poniendo los ojos de blanco.

Las chicas de atrás se ríen de ella.

-Acabas de meterte con la que no debías, Purple -me dice acercándose a mí con pasos amenazantes.

-Oh... Que miedo -exclamo con ironía cruzándome de brazos.

-¿Qué pasa? ¿Tus ridículos amigos se han dado cuenta de lo loca que estás? -me provoca levantando una de sus cejas perfectas.

Que curioso que diga eso cuando está secretamente enamorada de Jace.

-Te recomiendo que cierres esa bocaza antes de que lo haga yo -le advierto empezando a enfadarme.

-¿Qué vas a hacerme? ¿Pegarme tu loquez? ¿Golpearme? ¡Por favor! Si con ese cuerpecito tan enano no puedes ni dar un puñetazo -se ríe con maldad.

Ya está. Ha despertado mi yo agresivo.

Me abalanzo sobre ella tirándonos a las dos a las baldosas frías del vestuario de las chicas. Suelta un chillido y me araña la cara con sus uñas de gel rojas. Agarro con mis puños su pelo y se lo tiro de las raíces.

-¡Vuelve a decir algo de mí y te juro que te dejo en el hospital! -le amenazo gritando.

-¡Suéltame! -chilla arañándome el brazo.

Vuelvo a tirarle del pelo pero antes de que pueda hacer algo más, unas manos me tiran desde la cintura hacia atrás.

-¡¿Pero qué diablos haces?! -exclama la voz de Edward empujándome a la salida.

-¡Estás loca! ¡Se lo voy a contar al director! -la oigo gritar a la muy desgraciada.

-No me detengas, voy a hacer que acabe en el hospital -rugo con los dientes apretados dando un paso hacia los vestuarios-. Esa víbora me pone de mal humor.

-Tranquilízate -me detiene agarrándome del brazo-. ¿Qué ha pasado?

-Lo de siempre, ella y su bocaza -refunfuño.

-¿Y? Es Daisy, ya sabes cómo se comporta.

-No lo sé... Me ha hecho salir de mis casillas.

Ladea la cabeza confundido.

-¿Y tú qué hacías fuera? -pregunto.

-¿Podemos hablar? -me pide cruzando los brazos por encima del pecho.

Reina BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora