CAPÍTULO XIV: UN NUEVO AMIGO

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Me levanto algo grogui de la cama por no haber echado ojo anoche. De mala gana me meto en la ducha, abro el grifo y sale agua fría.

-¡Qué despiste tengo! ¿Qué me pasa?

Al terminar de ducharme me visto y bajo a paso lento las escaleras.

-Buenos días cariño -me sonríe papá.

-Buenos días.

Me acerco a la tostadora y meto una rodaja de pan en ella. Mientras saco la mermelada del frigorífico tocan el timbre de la puerta. Sé que son los chicos porque los fines de semanas quedamos en mi casa para ir al entrenamiento. Odio los horarios de Jackson. Me como rápidamente la tostada de un bocado y corro a por mi cazadora.

-Papá eres un morrudo por tener entrenamiento a las tardes -le digo mientras me ato los cordones de los zapatos.

-Lo sé -se ríe.

Le saco la lengua antes de salir y oigo cómo se ríe otra vez.

Espero hasta llegar al bosque para contarles lo ocurrido.

-Ayer, cuando os fuisteis, pasó algo muy raro -les cuento.

-¿Qué pasó? -pregunta Edward.

-Ethan, el Cazador de Criaturas del viernes vino a casa.

-¡¿Qué?! -gritan los dos al unísono parando de golpe.

-Tranquilos... No me hizo nada.

-Pero ¿Cómo pasó por el portal? -pregunta Jace.

-¡¿Mató a Ágata?! ¿Cómo pudo hacerlo? -dice Edward apenado por Ágata.

-No le hizo nada, pasó, tenía buenas intenciones.

-Pero ¿Te hizo daño? -pregunta preocupados.

-No me hizo nada.

-¿Cómo que no te hizo? ¿Ni siquiera te atacó? -pregunta Jace volviendo a caminar.

-No, vino a ayudarme.

-¿Ayudarte? -pregunta Edward divertido-. Si quería ayudarte no se hubiera abalanzado encima de ti anteayer.

-Es un chico bueno, me avisó sobre cuando atacarian la próxima vez -le razono molesta.

-Si el tal Ethan dice la verdad, habrá que confiar en él -dice Jace.

El resto de las horas me dedico a escuchar a Jackson riñéndome exageradamente cada vez que no me sale algún hechizo. Hoy me enseña a duplicar cosas con un conjuro. Dice que es muy práctico cuando en el reino hay que distribuir comida, que, si falta algo, lo duplicas y ya está.

En el camino los tres chicos debaten sobre si debemos confiar en Ethan o no, de mientras, yo los escucho sin participar.

-Yo no creo que vayan a atacar ahora -dice Edward-. Ethan te mintió, Abby.

-Confia un poco, tal vez vengan -defiende Jace.

-Jace tiene razón, puede que al final sea bueno y solo quiera ayudar -razona papá.

Seguimos caminando, hasta que en un momento alguien me sujeta del hombro y tira hacia atrás. Al tenerme en sus manos, me pone un fino cuchillo en el cuello, cerca del mentón. En el momento memorizo la lista de hechizos que he aprendido, pero una voz suave suena en mi oido derecho, como canto de sirena:

-Soy Ethan, no me hagas nada.

Al escuchar su voz me tranquilizo, no hay nada de qué preocuparse. En el momento, cuatro cazadores más salen de las sombras y atacan a los chicos, que ahora se han transformado en lobos.

Jace, al no reconocer a Ethan, salta para apartarlo de encima mio. Pero como él no se da cuenta de que el lobo va a saltar, sigue con el cuchillo apretado en mi cuello, y al caerse, me corta un poco la piel. Solo los laterales del corte se manchan con una capa fina de sangre, nada más.

Un cazador pelirrojo y bastante alto corre en dirección a donde yo me encuentro. Si este chico me pilla, me mata al segundo. Ojalá pudiera desaparecer. ¡Pero qué digo! Si que puedo hacerlo.

Antes de que sus largas manos me atrapen, hago el movimiento clave con las manos. El chico para en seco, con gesto perplejo. El pobre me da un poco de pena. Me alejo un poco de la pelea, que al principio es intensa, pero cuando empiezan a darse cuenta de que no estoy, muchos de ellos dejan de pelear para buscarme con la mirada, entre ellos, incluidos los lobos. Al pensar que me he escapado, los cinco Cazadores de Criaturas desaparecen al igual que el pelaje de los lobos, convirtiéndose en humanos.

-Estoy aquí, no me he desaparecido -les tranquilizo volviéndome visible.

-Creí que te fuiste -dice papá aliviado al verme sana y salva.

-Ahora ya está comprobado que Ethan es un buen chico, ¿Verdad? -pregunto dirigiéndome especialmente a Edward, que era el único que estaba en contra.

Enfurruñado, sigue caminando sin decir nada.

Pocos minutos después, oímos como algo se mueve entre las ramas.

-¿Otra vez? -pregunto cansada-.¿Cómo nos han seguido?

Pero entonces, oímos unos sollozos.

-Pero ¿Quién es? -pregunta Jace susurrando.

-No lo se, pero dudo que un Cazador de Criaturas esté llorando en medio de un bosque -le digo.

Me acerco para averiguar qué es, y lo que veo a continuación me deja fascinada.

Una gran y hermosa yegua blanca, con la piel destellante como si tuviera mil diamantes incrustados, se encuentra tumbada en las raíces de un árbol, llorando.

-¡Dios mío! -exclamo fascinada por su hermosura-.¿Pero qué te pasa?

La celestial yegua adelanta su larga pata hacia adelante, que está sangrando. Me acerco hacia ella para ver de qué se trata la herida. Observo una rama puntiaguda enredada entre su menudillo, e intento quitársela cuidadosamente para no producirle ningún tipo de dolor. Tras desenredar la peligrosa rama, la tiro lejos para que no vuelva a pasar nada parecido. La yegua, al notar que ya no está la rama, intenta levantarse, pero al apoyar el peso en esa pata, vuelve a caerse, porque aún sigue sangrando. Rápidamente me levanto para recoger la rama puntiaguda, y con ella, me arranco un trozo largo de la camisa. Uso la tela arrancada como vendaje para curar un poco la herida, y la ato con un nudo fuerte. Esta vez, al levantarse se apoya en la pata y consigue ponerse en pie sin volver a caerse. Cuando se sitúa firme, me doy cuenta de que en el lomo le sobresalen dos grandes alas, que las extiende haciéndolas brillar como su piel. Me acerco despacio para no asustarla y acaricio sus alas, que al hacerlo, me parecen algodón de azúcar por lo suaves que son.

-¡Abby! ¿Encontraste algo? -grita Edward intentando localizarme.

-¡Tenéis que ver esto! -les digo corriendo hacia ellos para enseñarles la gran yegua con alas.

-¡Wow...! -exclaman los tres a la vez al ver la magnífica criatura.

-Verdad que si, estaba herida y le he ayudado -les explico-. ¿Sabéis qué criatura es?

-Es un Pegasus -me responde papá acercándose al animal para acariciarle la frente-. Tras la caída del reino brujo, al fallecer tu madre, nadie les pudo proporcionar cuidado, y ahora, se encuentran en peligro de extinción. Si no la hubieras encontrado, habría muerto de dolor. No resisten mucho tras las lesiones.

Aprecio sus grandes alas como ángeles. Es muy triste que estén en peligro de extinción, estas criaturas deberían vivir en paz y felices.

-Le llamaré Algodón de Azúcar -decido.

-Bonito nombre -coincide Jace.

-Creo que si lo dejamos aquí, hasta mañana no se moverá, no suelen viajar de noche -explica papá.

-Mañana volveré a por ti, Algodón de Azúcar, te lo prometo -le digo para despedirme de ella.

Reina BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora