CAPÍTULO XXV: DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS

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Me envuelvo con una toalla y salgo del baño estresada. Abro mi armario y busco entre todas las prendas revolviéndolas.

-Definitivamente no tengo nada que ponerme -me quejo dejándome caer en la cama boca abajo.

-¿No tienes nada formal? ¿De verdad? -pregunta Ethan asombrado-. ¿Las chicas no soléis tener mucha ropa?

-Yo no, solo tengo vaqueros, camisas y jerseys. El vestido playero de hace cuatro años es la única excepción -digo levantándome de la cama para acudir al neceser.

Rebusco en él y me llevo una gran decepción. Genial. Ni tengo maquillaje.

-Es solo una sugerencia pero... -duda un momento-. Podrías ponerte algo de tu madre.

Oh. Bueno, no parece mala idea, era mi madre. Salgo de mi habitación y cruzo el pasillo hasta la puerta del cuarto de mi madre. Acilo un momento al llegar al pomo, hasta que me decido abrirlo. El aroma familiar inunda me recuerda a mi infancia y doy unos pasos hacia dentro para que me rodee la cálida estancia. Como echaba de menos esta calidez. Me acerco al armario de pared y abro sus grandes puertas blancas con diseños de flores en los lados. Observo los vestidos de tonos morados, cada uno diferente al otro. Paso la mano por ellos y busco uno bonito; a decir verdad, todos lo son. Me detengo en uno de color púrpura muy claro, que llega por encima de las rodillas. La falda parece como una flor de cala boca abajo y la parte trasera un poco más larga que la delantera. Este es perfecto. Afortunadamente mi madre tenía un cuerpo parecido al mío y el vestido tiene pinta de ser de hace años, seguramente de su juventud, así que me entra fácilmente, justo de mi talla. Me acerco al tocador y abro el primer cajón de la derecha. Cojo el guarda cosméticos cubierto con un poco de polvo y suspiro de alivio al ver que contiene algo. Me aplico una ligera capa de pintalabios y paso una sola vez el broche de máscara de pestañas. Intento hacerme la raya como he visto hacerlo a las chicas del instituto, pero al sexto intento me rindo.

Antes de salir, me miro en el espejo que ocupa toda la parte trasera de la puerta. Me veo bien. Más guapa. Sigo viéndome como yo misma. Vuelvo a mi cuarto para buscar mis zapatos. Al entrar por la puerta, veo a Ethan abrocharse el cinturón de los pantalones. Está guapísimo. Lleva los pantalones de vestir negros y la blusa formal negra con los primeros botones deabrochados de papá. Se coloca bien el bajo de la camisa y cuando levanta la cabeza y me ve abre los ojos.

-¿Qué pasa? ¿Me veo mal? -pregunto alarmada.

-No... -me tranquiliza-. Estás... Estás perfecta.

-Gracias -respondo avergonzada.

Con las mejillas ardiendo me acerco al armario para coger mis zapatillas de siempre.

-Tú también estás guapo -añado sacando unos calcetines limpios.

-Lo sé, siempre lo estoy -presume.

-¡Abby, vamos a llegar tarde! -grita papá desde el piso de abajo.

Me apresuro a calzarme y me dirijo a las escaleras.

Pero antes de llegar a la puerta Ethan me sujeta de la muñeca y tira hacia atrás de mi. Cuando me tiene cara a cara, pasa los brazos por mi cintura y me besa ferozmente.

-Que sepas que si alguien te mira como lo hago yo, lo voy a matar -me susurra al oído-. Eres solo mia.

-Y tu eres solo mio -digo con la voz temblorosa.

Se dispone a besarme otra vez pero la voz de papá nos interrumpe. Soltamos un gruñido y bajamos. Los labios de mi padre forman un círculo redondo al verme.

Reina BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora