—¡Riiiiiiiiiiiing! —suena el timbre del instituto.
Mientras recojo mis cuadernos la profesora de lengua anuncia:
—Se acabaron las clases, pero antes de que salgáis, recordad que para mañana tenéis que traer un libro que os guste para trabajarlo en clase.
Salgo del aula y me detengo en la puerta de entrada, en donde espero a Jace y a Edward. Cuando llegan, caminamos a nuestras casas como todos los días, mientras charlamos un poco sobre cómo nos ha ido el día. En el camino les propongo quedar en mi casa para hacer los deberes. Como mi padre está en el trabajo, nos sentamos en el salón para ponernos manos a la obra.
Al terminar, Jace nos sugiere que vayamos a la biblioteca que está a unas manzanas para el trabajo de lengua.
—No hace falta que salgamos, mi madre tenía una biblioteca en su cuarto. Aún está estable —les propongo. Los chicos comparten una mirada rara, no sé por qué.
—No hace falta, me apetece tomar el aire —insiste Edward con voz nerviosa.
Antes de que se den cuenta, giro y subo corriendo las escaleras para entrar en la vieja biblioteca. Que divertido. Oigo como los dos suben las escaleras tras mi con mucha prisa, e intentan agarrarme del brazo para detenerme. Me siento confundida, no sé por qué se comportan de una manera tan extraña. Jace consigue agarrarme del brazo y me tira hacia atrás, eso hace que no pueda avanzar, y así, Edward consigue llegar hasta la puerta. Se pone pegado a ella, dándole la espalda para que no pueda entrar.
—¡¿Pero qué os pasa?! —les grito confundida—. ¡Dejadme entrar, solamente quiero coger un libro!
Los dos comparten una mirada, creo que se han dado cuenta de que me ha molestado. Edward aparta la espalda lentamente de la puerta y pone la mano en el pomo. Antes de girarla, vuelve a mirar a Jace, y entonces, la abre.
Veo que la biblioteca sigue igual que la última vez, igual que cuando solía venir con mi madre antes de que falleciera. Me entristece un poco que ya no esté en mi vida, pero a este tema ya le hacen casi once años. Vuelvo a mirar a los chicos para olvidarlo un poco y les pregunto:
—¿Entrais u os quedáis fuera?
Los dos entran tras mi, pero antes de que llegue a una estantería, Jace se me pone enfrente, ¿Por qué no seré tan rápida como ellos? Aunque parece que eviten mi presencia en este cuarto. Aparto a Jace de mi camino con la mano y empiezo a mirar de uno en uno los libros de la primera estantería. Veo de reojo a los chicos apoyados contra una estantería susurrando con poses nerviosas. Por el rabillo del ojo consigo ver en una esquina detrás del hombro de Edward la carátula de un libro extraño, uno que resalta entre todos los demás. Me acerco lentamente hacia ellos, hipnotizada por el brillo de aquel libro. Intento apartar a Edward con la mano pero es más fuerte que yo y se resiste. Pero no me rindo, y consigo apartarlo con un empujón. Rápidamente saco el libro de la estantería y oigo cómo detrás de mí gritan los dos:
—¡¡¡Nooooo!!!
Corro al otro lado de la habitación para estar lo más lejos de ellos y que así no me arrebaten el libro. Observo el pesado tomo con la portada emperifollada de pequeñas piedrecitas multicolores, y un rombo de piedra morada en el centro, igual que el de mi colgante.
—¿Qué es esto? —les pregunto a los chicos.
Veo que tienen cara de desesperación, como si acabaran de hacer algo que no debieran. La cabeza agachada, uno con las manos en la frente y el otro en la cabeza. Percibo un destello de luz brillante y bajo la mirada para ver de donde proviene. Es mi colgante. El colgante que me dio mi madre en su lecho de muerte. En todos estos años nunca había brillado de tal manera.
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Reina Bruja
FantasyAbby, una adolescente común de 17 años, descubre que su madre era un bruja suprema, la reina de las brujas, y eso convierte a Abby en la futura reina bruja. Tiene solo tres meses para prepararse y adentrarse en el mundo brujo hasta su coronación, pe...